Daniel Gómez (ALN).- El periodista Jamal Khashoggi “dio su vida por la libertad”, dice su editora en The Washington Post, Karen Attiah. Al poco de desaparecer, esta recibió un texto de Khashoggi. Su último artículo. Y en él defendía eso que le llevó a la muerte: la libertad de expresión en el mundo árabe.
“El mundo árabe necesita una versión moderna de los viejos medios transnacionales para que los ciudadanos puedan estar informados sobre los eventos mundiales. Más importante aún, necesitamos proporcionar una plataforma para las voces árabes. Sufrimos pobreza, mala gestión y mala educación”.
Es la última reflexión del periodista saudí Jamal Khashoggi en The Washington Post. El texto le llegó a su editora, Karen Attiah, poco después de que reportaran su desaparición el 2 de octubre. Desapareció pues fue brutalmente torturado y asesinado en la embajada saudí en Estambul.
Khashoggi, de 60 años, nació en el seno de una pudiente familia saudí. En Estados Unidos estudió ciencias empresariales, en la Universidad Estatal de Indiana, pero hizo carrera en el periodismo. Su trabajomás importante fue el de director y editor jefe de Al-Arab News Channel y también se desempeñó como editor del periódico Al Watan, convirtiéndolo en una plataforma para los progresistas saudíes. Esto en parte explica su muerte.
Este periodista siempre fue crítico con los regímenes árabes. Luchaba contra la censura. Pedía más garantías sociales. Más libertad de prensa. Justo lo que expresó en su último texto en The Washington Post¸ publicado este miércoles.
“Los árabes que viven en estos países están desinformados o mal informados. No pueden abordar adecuadamente, y mucho menos discutir públicamente, los asuntos que afectan a la región y sus vidas cotidianas. Una narrativa dirigida por el Estado domina la psique pública, y si bien muchos no lo creen, una gran mayoría de la población es víctima de esta falsa narrativa. Lamentablemente, es poco probable que esta situación cambie”, escribió.
Críticas al príncipe heredero saudí
Como apunta Attiah, editora de opinión global, Khashoggi “dio su vida por la libertad”. Y en esta lucha, criticó al príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salmán.
Bin Salmán se ha ido ganando la simpatía de la comunidad internacional con sus gestos aperturistas. Que le diera la mano a las mujeres, abriera la economía saudí al mundo y se pusiera pantalones vaqueros en una visita aSilicon Valley ha sido elogiado por la prensa internacional.
Entre tanto, Khashoggi, tuvo a bien recordarle que, pese a sus gestos, el país sigue demandando medidas aperturistas reales. De hecho, en otro de sus artículos en The Washington Post planteaba: “¿Cómo vamos a ser más moderados cuando se toleran esos extremismos [humillaciones a políticos, religiosos e intelectuales opositores]? ¿Cómo podemos progresar como nación cuando aquellos que ofrecen opiniones constructivas y disentimiento (a menudo con humor) desaparecen?”.
Desaparecen o van presos. Como el escritor saudí Saleh al-Shehi, quien criticó al régimen en una columna y ahora cumple una condena de cinco años de prisión en Arabia Saudí. “Injustificada”, según comentó Khashoggi en otro de sus artículos.
La fatídica muerte del periodista
Pero es que este periodista también desapareció. El príncipe heredero saudí se desmarca de su asesinato. Asegura que los funcionarios que le torturaron y mataron actuaron de manera independente. The New York Times no lo cree así, y denuncia que al menos tres de los 15 agentes que acabaron con la vida de Khashoggi forman parte del círculo íntimo de Bin Salmán.
Khashoggi cayó en desgracia el 2 de octubre. Ese día fue citado por la embajada saudí en Estambul a fin de recoger unos papeles para su próximo matrimonio. Entonces, 15 hombres del ejército y los servicios secretos saudíes arribaron a la capital turca y lo retuvieron en la embajada.
“Necesitamos proporcionar una plataforma para las voces árabes. Sufrimos pobreza, mala gestión y mala educación”
En ese equipo militar también había un podólogo. Salah Tabiqi, jefe de la Compañía Saudí de Patología Forense. Este, según relata el periodista del Al Jazeera Abdel Azim Mohamed, fue una especie de asesor en la tortura que sufrió el periodista, así como el encargado de descuartizarlo.
La versión de este periodista apunta que a Khashoggi lo comenzaron a descuartizar vivo. Luego lo sedaron, y también pusieron música “para que se relajara”. Hay grabaciones en las que se escucha cómo cometen el asesinato con la música de fondo.
Estas están en manos del periódico oficialista turco Yeni Safak, que en una de sus informaciones detalló que a Khashoggi primero le cortaron los dedos de las manos y, finalmente, lo decapitaron.