Nelson Rivera (ALN).- Los siete pecados de la memoria, de Daniel L. Schacter, científico de la Universidad de Harvard, es un texto canónico sobre el tema, que desde 2003 se viene reeditando. Su hipótesis es generosa: los fallos son producto de la capacidad adaptativa, es decir, de la flexibilidad.
Cuando lo encontré en el mesón de una librería, pensé: otro libro de autoayuda. Otra trampilla más para lectores incautos. El título, Los siete pecados de la memoria (Editorial Ariel, España, 2017), tiene ese aire de manual facilón que te ofrece paquetes de soluciones numeradas, como Los siete hábitos de la gente altamente efectiva o Las siete leyes espirituales del éxito o Las 21 leyes irrefutables del liderazgo. Pero no pertenece a esta categoría. De hecho, es un texto canónico sobre el tema, que desde 2003 se viene publicando en nuestra lengua. La que he leído es una reedición. Su autor, Daniel L. Schacter, es una autoridad mundial: un científico de la Universidad de Harvard dedicado a la comprensión de la memoria.
De los siete fallos característicos, tres son de omisión
Schacter, autor de otros importantes libros derivados de sus estudios de la memoria, es un expositor habilidoso: a pesar de sus recurrentes citas de experimentos y resultados de numerosísimas investigaciones, logra aliviar el peso que es propio de tecnicismos, detalles de las operaciones cerebrales y metodologías de los experimentos, para ofrecernos un libro que se recorre de forma fluida y clarificadora. Aunque les llama ‘pecados’ (el título original del libro es The seven sins of memory), su hipótesis es generosa: los fallos son producto de la capacidad adaptativa -cabe decir, de la flexibilidad- que es uno de los mejores atributos de la memoria.
Los fallos de omisión
En la propia introducción, Schacter establece una primera clasificación: de los siete fallos característicos, tres son de omisión. El primero de los fallos que se analiza, es el llamado transcurso, es decir, los olvidos causados por el paso del tiempo. Siempre con referencia a la famosa curva del olvido de Ebbingaus, se ordenan las numerosas causas y formas en que perdemos nuestros recuerdos. Perturba leer cómo el olvido empieza a operar a los segundos de ocurridos los hechos. El ciclo principal de lo que Ebbingaus formuló hacia finales del siglo XIX, con instrumentos muy elementales, ha sido confirmado, en buena medida, por numerosas investigaciones posteriores.
El segundo de los fallos es el llamado distractibilidad: se produce por la interrupción, bajo múltiples modalidades, entre atención y memoria. Se trata de una experiencia bastante cotidiana y extendida, que todos conocemos, la de perder a diario llaves, teléfonos móviles y otros objetos que están integrados a nuestras rutinas.
Una historia que pareciera provenir de la ficción y no de la realidad, sirve de punto de partida para explicar el bloqueo, el tercero de los fallos por omisión. “El hombre que no podía nombrar a nadie” resulta emblemático: luego de un accidente, sus capacidades cognitivas se mantienen, recuerda todo tipo de sustantivos, menos los nombres de las personas. Las páginas dedicadas al fenómeno de tener algo en la punta de la lengua -TOT- son ejemplares de la riqueza cultural, narrativa y científica del libro. Los casos escogidos por Schacter son elocuentes y nos revelan los entresijos de cómo opera y cómo falla la memoria.
Por último, los fallos de comisión
Son cuatro y los explicaré de forma somera. El primero, atribución errónea. Es, junto al de distractibilidad, uno de los más frecuentes: asociamos ciertos hechos a personas equivocadas. Mezclamos hechos que no tienen vinculación entre sí. Se trata de errores que pueden afectar a terceros: prisión o muerte de inocentes. Tiene numerosas variantes, una de ellas muy conocida, la del deja vú, esa sensación de haber estado antes en lugares que no conocíamos. Destacan los fallos de atribución visual. Este capítulo, como ningún otro, nos recuerda los frágiles que son nuestros recuerdos.
El segundo, la sugestibilidad, describe los múltiples mecanismos o agentes que pueden perturbar a nuestra memoria e incidir, de forma determinante, en el contenido de lo que se recuerda. Schacter explica con claridad los elementos que inciden en la conformación de falsos recuerdos. El modo en que se formulan las preguntas en un interrogatorio puede incidir en los recuerdos.
Los casos escogidos revelan cómo opera y cómo falla la memoria
El tercero, la propensión, habla del empeño de nuestras mentes por alinear los recuerdos con otras experiencias o conocimientos, como si la memoria necesitara clasificar los recuerdos o ‘redondear’ sus contenidos.
Y el cuarto, la persistencia, en lo esencial asociada a hechos traumáticos, se expresa en ese constante volver a ellos, a la dificultad de evitar los recuerdos que nos afectan. Bajo la persistencia, nuestra estabilidad emocional se pone en riesgo. Nos demuestra que esa maravillosa propiedad que son los recuerdos, fundamento de la identidad de cada persona, puede ser también fuente de hondos y duraderos malestares.