Pedro Benítez (ALN).- En otra vida, en una dimensión paralela, Nicolas Maduro sería un excelente vendedor de autos usados. Hay que reconocerle el talento para vender una y otra vez el mismo desgastado producto como si fuera nuevo, recién salido de paquete. En resumidas cuentas, de eso se tratan las relaciones entre el gobierno de la República Bolivariana y la República Popular China.
En octubre de 1999 el ex presidente Hugo Chávez (no llevaba todavía un año en el cargo) hizo su primer viaje a la gran y ascendente potencia del Lejano Oriente. Era un momento especial porque se cumplía medio siglo de la toma del poder por parte de los comunistas encabezados por Mao Zedong y 25 años de las relaciones entre los dos países. Una parada militar le dio la bienvenida oficial en la Plaza de Tiananmén, el presidente Jiang Zeming lo recibió en el Gran Palacio del Pueblo, visitó el Mausoleo Mao y trotó con gran entusiasmo por la Gran Muralla China.
Como parte de la gira también recorrió las ciudades de Shenzhen (frente a Hong Kong) y Shanghái, en el mismo tour que en esta oportunidad le han hecho a Maduro (aunque entonces no había drones para los espectáculos al aire libre). Y tal como ahora no faltaron los agudos observadores que destacaron la trascendencia geopolítica de la visita presidencial.
Para Chávez, sin duda, era así. En los siguientes años hizo cinco viajes más a China, más que ningún otro mandatario venezolano y latinoamericano: 2001, 2004, 2006, 2008 y 2009. Trató a los presidentes Jiang Zemin y Hu Jintao, y también conoció a Xi Jinping cuando aun era vicepresidente. Sólo en 1999 firmó casi tantos acuerdos con China como todos los suscritos por los gobiernos venezolanos previos.
La época del «Vergatario»
Acordó venderle Orimulsión, comprar maquinarias agrícolas, proteger inversiones y se establecieron comisiones mixtas de “alto nivel”. No obstante, el momento más significativo se dio en el viaje de Jiang Zemin a Caracas en abril de 2001 cuando, además de establecer una “Asociación Estratégica para el Desarrollo Compartido”, Chávez consiguió que el presidente chino cantará en español con Julio Iglesias en una transmisión cortesía de la televisión nacional. Uno de los momentos cumbres de la diplomacia venezolana.
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Al chavismo se le agotó el discurso y se le acabaron las coartadas
El intercambio comercial entre los dos países dio un enorme salto, pasando de los 188 millones de dólares de 1999 a 23 mil millones en 2012; aunque luego se vino abajo.
Sin embargo, el acuerdo más recordado de todos fue el Fondo Mixto Chino Venezolano; en un inicio constituido con capital binacional, pero que en la práctica devino en una línea de crédito del Banco de Desarrollo de China por 20 mil millones de dólares en 2010 y que fue subiendo hasta los 60 mil millones en 2013, a cambio del envío de 300 mil barriles/día de petróleo venezolano. Según un reportaje de The New York Times, Venezuela llegó a recibir casi el 60% de préstamos del Banco de Desarrollo de China para América Latina.
En su momento se dijo que con esos recursos se financiaría la construcción de cinco líneas de metro, un tren, una autopista, viviendas, se desarrollaría tecnología agrícola, el Satélite Simón Bolívar y hasta la fabricación, mediante asistencia técnica china, de un nuevo modelo de teléfono celular bautizado como “el vergatario”.
Recursos mal usados
Pero en la práctica, esos recursos fueron usados (mal usados) a fin de atender las siempre necesitadas (y saqueadas finanzas venezolanas). De modo que Venezuela lleva años exportando petróleo a China para pagar deudas. Dinero que ya se gastó. Típico del que maneja mal sus finanzas personales. En otra época, los apóstoles de la soberanía petrolera nacional hubieran puesto el grito en el cielo, pero se trataba de sacar al país del eje de Estados Unidos, tejiendo una alianza con la potencia emergente. Un asunto de alta trascendencia geopolítica.
Suspicaces, los funcionarios chinos buscaron las maneras de asegurarse el cobro de su acreencia profundizando su incursión en el sector de los hidrocarburos venezolanos. Así, por ejemplo, la Corporación Nacional del Petróleo de China (CNPC) y PDVSA, acordaron inversiones por 16 mil millones de dólares a fin de producir 450.000 barriles por día de crudo extra pesado. También se anunciaron proyectos de ingeniería, fabricación de equipos y taladros, y reactivación de pozos en Zulia y Anzoátegui, etc.
De más está decir que nada de eso se concretó. Los chinos tiraron la toalla con sus aliados chavistas mientras la producción petrolera venezolana se venía abajo. Desde 2016 el gobierno de Pekín no ha renovado el Fondo Conjunto binacional, y por aquellos días eran continuas las quejas del embajador chino en Caracas, ante el resto del cuerpo diplomático, por los reiterados incumplimientos del gobierno de Maduro a los acuerdos y compromisos adquiridos con su país.
Respaldo y salvavidas
En 2017 China Petrochemical Corporation (Sinopec) demandó a PDVSA ante un tribunal estadounidense por incumplimiento de contrato, y CNPC decidió bajar al mínimo sus operaciones en el país con la excusa de acatar las sanciones de Washington.
Con todos esos antecedentes, y cinco años después de su primer viaje (2018), donde también fue a buscar respaldo diplomático (que siempre ha tenido) y un salvavidas financiero (que no le han dado), Maduro va nuevamente donde los jerarcas chinos a ver si le prestan (según indican fuentes dignas de crédito) unos 5 mil millones de dólares. Esto, con el propósito de hacerse con recursos para su venidera campaña de ree-reelección (sic) del año que viene, lo que se supone que le interesa al presidente Xi Jinping en su puja global con Estados Unidos. Un modesto aporte para sostener a un aliado al otro lado del mundo… que al mismo tiempo lleva negociaciones con Washington. Maduro pensara, con bastante razón, que, si no se le da un acuerdo, se le debe dar el otro. No hay que poner todos los huevos en una sola canasta. Pragmatismo duro y puro.
Esa es la diferencia fundamental con Chávez, que creía que la China del siglo XXI era la Unión Soviética de 1960 y él era el nuevo Fidel Castro. Con aquello de construir un mundo multipolar se creyó que iba establecer una alianza ideológica en contra de la opresión capitalista mundial, mientras que los herederos del camarada Mao hacían ingresar al gigante asiático en el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio.
Chávez buscó en China algo que ya no existe
El excomandante/presidente le tocó vivir en una época equivocada (para él). Le hizo pagar a los venezolanos por su delirio de intentar hacer una revolución como si el Muro de Berlín no se hubiese caído. Seamos comprensivos; mientras conspiraba en el seno del Ejército venezolano, por allá a mediados de los años ochenta del siglo pasado, ni en la CIA se imaginaban que el colapso del campo socialista era inminente.
Fue a China a buscar algo que ya no existía. Fidel lo dejó correr como a un niño mientras les sacaba a los venezolanos la sangre como una sanguijuela. Los comunistas chinos no vinieron a Venezuela a hacer ninguna revolución y muchos menos a financiarla. Ya sabían muy bien el desangre de recursos que para los camaradas soviéticos implicó costear la revolución mundial en nombre del proletariado.
De modo que hubo un malentendido.
A propósito de esto hay una anécdota. Se cuenta que Mao le regaló a su colega dictador de Corea del Norte, Kim Il-sung, unos aviones MIG-21. Unos años después, ya fallecido Mao, los coreanos mandaron los aviones a China para su reparación y mantenimiento; los chinos hicieron el trabajo correspondiente y los enviaron de vuelta con la factura de cobro por el servicio prestado. Kim, ofendido, le preguntó al nuevo líder chino, Deng Xiaping si ya no eran camaradas; a lo que éste le respondió: “sí, seguimos siendo camaradas, pero ahora vendemos aviones”.
¿Qué implica el viaje de Maduro a China?
Tal vez el amable lector recuerde la respuesta que un anónimo asesor económico chino le diera al ministro de Producción Agrícola y Tierras, Wilmer Castro Soteldo, cuando le preguntó sobre: “los mecanismos de control que el gobierno chino implementó al sector productivo para garantizar la eficiencia y la productividad de los distintos sectores productivos…”
A lo que el interrogado respondió: “En China el 90% de las empresas son privadas. El gobierno no puede hacer control directo a ellos (sic). El gobierno puede implementar un sistema de incentivos, acicate. Las empresas privadas para mejorar la eficiencia pueden ganar más…”.
Incentivos y productividad en vez de controles. Lo que hace funcionar la economía moderna. Es lo que hace China. Exactamente lo contrario de lo que se viene aplicando sistemáticamente en Venezuela desde hace dos décadas.
El viaje de Maduro a China no es ninguna genial movida en el ajedrez geopolítico. Es la misma barajita repetida de los últimos 25 años. Hasta por enésima vez ofrecen crear otra empresa conjunta para la explotación petrolera. En Pekín saben a quien reciben; al mandatario de un gobierno quebrado y maula, de un país arruinado. Lo que no quiere decir que no le den un aporte financiero más para que no se devuelva a casa con las manos vacías. Por lo pronto, el Gran Circo Acrobático de China ya ha desplegado su magia a fin de entretener a incautos y engañar a los que quieren seguir siendo engañados.