Pedro Benítez (ALN).- Si en el pequeño mundo de la dirigencia opositora venezolana predominará el sentido de la responsabilidad y se tuviera visión de nación no se estaría planteando realizar unas elecciones primarias para escoger a la candidata o candidato que desafié a Nicolás Maduro en el proceso electoral previsto para el año 2024, o incluso antes.
El campo democrático venezolano necesita seleccionar una candidatura adecuada no solo para derrotar electoralmente a Maduro (lo más fácil), sino también para que las fuerzas que lo sostienen le entreguen el Gobierno y luego lo dejen gobernar (lo más difícil).
En el hipotético caso que el próximo inquilino del Palacio de Miraflores salga de las filas de la actual oposición, arrancará su gestión con la Asamblea Nacional (AN), el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), el Consejo Nacional Electoral (CNE), la Fiscalía, gobernaciones, alcaldías y la totalidad de los altos mandos de la FANB comprometidos con eso que, para ahorrarnos explicaciones, denominamos como el chavismo. Se lanzará al foso de los leones armado con un rifle y solo dos balas. En medio de un país repleto de todo tipo de necesidades y demandas sociales no dispondrá de mucho margen de maniobra. No puede cometer errores.
Es decir, Venezuela necesita un presidente o presidenta con las mejores condiciones posibles para dirigir una transición. Tal como se hizo en Chile en 1989, en Nicaragua en 1990 o en Brasil en 1985.
El objetivo central del próximo Gobierno debería ser el de restablecer el ejercicio de pleno de las libertades públicas en el país, normalizar sus relaciones con el resto del mundo, en particular con las democracias más desarrolladas; y recuperar los derechos de propiedad; requisitos esenciales para recobrar la confianza y atraer las enormes inversiones que se precisan para reconstruir su tejido productivo.
Una opción mejor a las primarias
Sin ninguno de los pasos anteriores Venezuela no podrá salir de la catástrofe económica y humana en la que ha caído. De lo contrario, estará condenada a ser por el resto del siglo XXI el país más pobre de Sudamérica. Su principal producto de exportación serán sus habitantes; mientras la inmensa mayoría de los que se queden permanecerán debatiéndose entre la miseria y la pobreza, habitando sobre las mayores (y más inútiles) reservas de hidrocarburos del planeta.
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La oposición venezolana debería estar buscando en estos momentos a un Patricio Alwyn, a una Violeta Chamorro o a un Tancredo Neves. La persona adecuada para restablecer su democracia. Eso no lo resuelve una elección primaria, razón por la cual en los casos citados tampoco se hizo.
La realidad es que las primarias anunciadas por los partidos de la denominada Plataforma Unitaria se están convocando para resolver el problema de la disputa por el liderazgo dentro de la propia oposición en una muestra más de su incapacidad para acordar una política común, tal como la ha expresado de manera muy clara y transparente la dirigente de Vente Venezuela, María Corina Machado, a quien siempre hay que agradecerle su sinceridad.
Estas primarias no garantizan la selección del candidato más adecuado porque su único propósito es el de resolver la disputa por la dirección política dentro de la propia oposición. No la de construir una alternativa democrática de poder para Venezuela.
Aferrarse a la vía electoral
Eso es algo que, por cierto, a la inmensa mayoría de los venezolanos NO les interesa. Por ejemplo, en el sobrevenido proceso electoral efectuado en el estado Barinas del pasado mes de enero a los votantes de esa entidad les tuvo sin cuidado a quien los partidos de la MUD seleccionaron cómo candidato; ni cómo lo eligieron. Los barineses querían sacarse de encima a la familia Chávez y para eso votaron.
Se puede aseverar, sin estar demasiado alejado de la verdad, que la abrumadora mayoría de los venezolanos, en particular los de la Venezuela profunda (incluyendo los barrios más densamente poblados de ciudades como Caracas) desean el mismo cambio político y solo esperan la oportunidad para expresarlo. También les tiene sin cuidado cómo la oposición elige su candidato presidencial e incluso quién sea, aunque esto último sí es de crucial importancia e implica una enorme responsabilidad por la política que esa persona encarne.
Si esa candidatura sirve de coartada para cohesionar las filas del régimen, o de pretexto propio para volver a meter a todo el campo democrático en el callejón sin salida de la abstención; se estaría reincidiendo en el ya conocido garrafal error.
El mérito de los dirigentes regionales de la oposición en Barinas fue el de aferrarse a la vía electoral ante la descarada arbitrariedad institucional de la que el oficialismo hizo gala.
Elecciones sin garantías
Hay que advertir desde ya que no se darán las demandadas condiciones electorales que se han venido exigiendo y cuya ausencia fueron excusa para la no participación por parte de la mayoría de los partidos opositores en las elecciones presidenciales de 2018. Maduro no las va a dar y no las negociará a cambio de las sanciones. Éstas no le quitan el sueño y puede vivir felizmente con ellas.
Cualquier candidatura opositora tendrá que superar ese primer obstáculo que, insistimos, no será el más difícil, pero sí el primer paso para reconstruir el país.
No obstante, mientras no se demuestre lo contrario, todo indica que el objetivo y propósito final de esas primarias serán las de legitimar una vez más la abstención electoral como política mayoritaria dentro de las filas opositoras. Exactamente lo que no necesita el país.
Porque lo cierto es que no podemos saber si el cambio político en Venezuela finalmente será pacifico, democrático y por medio del voto. Lo que sí podemos afirmar es que en aras del supremo interés nacional tiene que ser pacifico, democrático y por medio del voto.