Oscar Medina (ALN).- El Teatro Apolo de la ciudad catalana se convierte en sede del legendario cabaret cubano desde el 2 de agosto hasta el 16 de septiembre. Luego de muchos esfuerzos, se concretó la visita de un grupo de bailarines, músicos y coreógrafos, herederos de una época dorada.
La fascinación por el Tropicana parece no tener fin. Ya son 79 años, los tiempos en los que forjó su gloria hace mucho que quedaron atrás y pese a todo sigue siendo una de las atracciones más especiales de la ruinosa belleza habanera: se calcula que cada año unos 150.000 turistas traspasan las puertas del legendario cabaret.
Pero este espectáculo con casa propia se desarrolló de tal manera que en la década de los 70 ya no le bastó la fama mundial: salió a recorrer el planeta con su pequeño gran ejército de bailarines, músicos, cantantes, lentejuelas, frutas y el embrujo de la música cubana, todos al mando de Joaquín M. Condall, el director artístico que introdujo en la isla el concepto de espectáculo total y que se encargó de llevar al Tropicana a giras que incluyeron, por supuesto, Broadway y el Casino de Montecarlo.
Ahora el Tropicana –finalmente y tras al menos cuatro años luchando contra la burocracia- ha aterrizado en Barcelona y desde el 2 de agosto hasta el 16 de septiembre el Teatro Apolo de la ciudad catalana será su sede. En declaraciones a la prensa española, el actual director artístico del Tropicana, Juan Armando Pérez, ha explicado que esta versión itinerante –que planea viajar luego a México y Estados Unidos– está conformada por 47 bailarines, una orquesta de 12 músicos y cuatro cantantes solistas, y que el espectáculo es el mismo que actualmente se presenta en La Habana aunque, claro está, adaptado al espacio.
¿Y eso qué quiere decir? La respuesta ya casi forma parte del imaginario colectivo: todos tenemos la referencia de lo que es el vestuario de estos shows, del vértigo de las caderas, del asombro del baile, de la riqueza sonora de un musical que se pasea por la historia de los más influyentes géneros caribeños. Y, tal como en el mítico local allá en Marianao, el trabajo será intenso: tan sólo en agosto darán 29 funciones.
La pantera de Marianao
La historia del Tropicana, ya se sabe, tiene luces. Muchas. Pero también sombras. Y dependiendo de quién la cuente puede ser un relato centrado en el esplendor de la noche de un cabaret que se convirtió en referencia global en las décadas de los 40 y 50, o poner el foco en la turbiedad de negocios de juego ilegal y asuntos mafiosos. En todo caso, ya vista a la distancia, tiene su encanto.
En el municipio habanero Marianao estaba esta casa de Regino Truffin, empresario del sector azucarero, llamada Villa Mina. La propiedad, con todo y su frondoso bosque, fue heredada por su viuda, Mina Pérez Chaumont, quien a finales de la década de los 30 la arrendó a un grupo de empresarios –Víctor de Correa, Rafael Mascaró y Luis Bular– que planeaban abrir allí un centro nocturno.
Y lo abrieron, efectivamente, en diciembre de 1939, aunque fue en diciembre de 1940 cuando se le rebautizó como Tropicana, a propósito de un tema compuesto por el flautista Alfredo Brito.
La primera revista musical del Tropicana fue “Congo Pantera”, un espectáculo en el que Luciano “Chano” Pozo daba “cacería” a la “pantera” Tania Leskova, bailarina del Ballet Ruso de Montecarlo. En aquellas primeras noches, para sólo dar una idea de lo que allí se gestaba, participaban músicos como Mongo Santamaría, Bola de Nieve y Rita Montaner.
Más tarde la situación condujo a “diversificar” los ingresos y un habilidoso emprendedor del juego clandestino, Martín Fox, arrendó la parte alta del local para instalar un casino. Fox se convirtió en prestamista del Tropicana y las deudas acumuladas llegaron a tal nivel que terminó convirtiéndose en el socio mayoritario del local. El “guajiro” Fox compró Villa Mina y junto a sus socios, Alberto Ardura y Oscar Echemendía, condujeron al Tropicana hacia un mejor destino.
Fue Fox quien decidió, a principios de los años 50, la contratación de Roderico Neyra (Rodney), considerado como el mejor coreógrafo y director de espectáculos de su tiempo. Y a partir de allí el Tropicana consolidó la leyenda como el gran cabaret que llegó a ser.
Celia Cruz, Miguelito Valdés, Carmen Miranda, Olga Guillot, Orlando de la Rosa, Benny Moré, Nat King Cole, Omara Portuondo y Cheo Feliciano son algunos de los nombres más célebres de las noches del Tropicana, el cabaret incombustible que ha sobrevivido con toda su magia incluso a la revolución cubana.