Leticia Núñez (ALN).- Un artículo publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo destaca que ser hombre o ser mujer en la vejez importa. Y lo argumenta con tres razones. Sostiene que ellas tienen peores condiciones tanto económicas como de salud y que el hecho de que las féminas mayores carguen con los cuidados del hogar las hace “doblemente vulnerables”.
La vejez no es un asunto de género. Sin embargo, la forma de envejecer entre hombres y mujeres es todavía desigual. Así lo señala un artículo publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en el que partiendo de la situación de un matrimonio aleatorio en Chile concluye que ser hombre o ser mujer importa y mucho en la tercera edad.
Dice el estudio que la diferencia de género es un aspecto no sólo relevante sino sustantivo a la hora de comprender las nuevas dinámicas del envejecimiento. A comprender que, aunque las mujeres viven más, lo hacen en peores condiciones económicas y de salud. En Chile, la esperanza de vida de ellas es de 82,2 años versus los 77,2 años de ellos. Sobre los 85 años, siete de cada 10 personas son mujeres.
Es el fenómeno conocido como feminización de la vejez. Según el BID, “es un hecho categórico que nos debe alentar a promover una perspectiva de género para mejorar la calidad de vida, el estado de salud y los ingresos de las mujeres mayores”.
Pero, ¿por qué importa tanto ser hombre o mujer en la ancianidad? La entidad, que es la principal fuente de financiamiento multilateral de América Latina, ofrece tres argumentos.
Peores condiciones de salud
En primer lugar, sostiene que las condiciones de salud son peores en las mujeres. Según la Encuesta Nacional de Dependencia realizada en Chile, tres de cada cuatro personas mayores tienen al menos una enfermedad crónica. En las mujeres esta prevalencia es mayor. Si el 33% de los hombres no tiene ninguna de las afecciones crónicas estudiadas, en el caso de las féminas la cifra disminuye al 20%. Además, de acuerdo con el sondeo, las mujeres también sufren más diabetes, hipertensión y depresión.
“Es impensable diseñar políticas de atención a la dependencia sin hacer consideraciones de género”
En lo que respecta a dependencia, a partir de los 80 años afecta al 57% de las mujeres, frente al 45% de hombres. Y a partir de los 85 años, la brecha se vuelve más acentuada: para los hombres es de 56% mientras que en las mujeres es prácticamente de 70%.
Menos ingresos
En segundo lugar, el BID señala que las mujeres mayores tienden a presentar “una condición más desventajada en los ingresos”. Dicho de otra manera: como las féminas suelen tener un historial más breve de trabajo formal remunerado, perciben menos ingresos. Por lo que llegan a la vejez con menos seguridad económica.
Según la misma encuesta de dependencia, en Chile sólo el 14% de las mujeres mayores tiene un ingreso superior a 360 dólares mensuales, mientras que en los hombres aumenta al 30%.
Un dato más: en Chile, un 45% de las mujeres que cuidan a un adulto mayor en sus casas no trabaja de forma remunerada.
La carga de cuidados en el hogar es “muy inequitativa”
Finalmente, el artículo subraya que la posición que las mujeres mayores ocupan en sus hogares las “hace doblemente vulnerables”. Muchas féminas, además de cuidar a otros mayores dependientes, continúan ejerciendo otros roles y, en muchos casos, incluso ellas mismas necesitan algún cuidado.
Según el sondeo, de las mujeres entre 60 y 64 años, el 44% son jefas de hogar mientras que entre las que tienen 85 años o más, la cifra se dispara al 70%. La encuesta también destaca que de los cuidadores de personas mayores con dependencia el 85,6% son mujeres.
Por ello, el BID sostiene es que “es impensable diseñar políticas de atención a la dependencia sin hacer consideraciones explícitas de género, tanto desde el punto de vista de las condiciones y necesidades de las personas que necesitan cuidado, como desde la perspectiva de los cuidadores y, principalmente, las cuidadoras”.