Rogelio Núñez (ALN).- De cara a las elecciones presidenciales del 3 de mayo -repetición de las del 20 de octubre- los que estuvieron unidos contra Evo Morales se presentan desunidos, enfrentados y apelando a los mismos electores.
“No nos une el amor sino el espanto”. Este verso escrito en 1963 por Jorge Luis Borges describe bien una parte de la historia reciente de Bolivia. En el país andino, el espanto (a Evo Morales) unió a todas las fuerzas antievistas en los decisivos meses de octubre-noviembre de 2019. Pero una vez que el “ogro” se marchó al exilio, los que se le oponían se olvidaron de que era la unión lo que les dio la fuerza y les permitió derrotar a quien había incurrido en un fraude para certificar su continuismo.
Ahora de cara a las elecciones presidenciales del 3 de mayo -repetición de las del 20 de octubre- los que estuvieron unidos contra Evo Morales se presentan desunidos, enfrentados y apelando a los mismos electores.
Si bien es cierto que en las elecciones de octubre de 2019 también existió una alta fragmentación (hubo nueve candidatos presidenciales) al final el voto se concentró y más del 80% se fue hacia dos candidatos. Cinco no pasaron del 1% y sólo dos superaban el 5%, en un caso, o el 8% en otro. Antes del sospechoso parón del recuento que dio paso al fraude de octubre, las cifras ratificaban esa concentración del voto en dos figuras: Evo Morales y Carlos Mesa.
De cara a las elecciones del 3 de mayo vuelve a repetirse la fragmentación (ocho candidaturas) pero con un elemento añadido que empeora la situación de quienes se oponen a Evo Morales y al MAS. Mientras la que fue oposición a Evo se presenta desunida en siete candidaturas y varias de ellas con importante tirón electoral, el masismo no tiene en su espectro político ningún rival y mantiene intacto el respaldo de un tercio de la población.
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Todo indica que el masismo llegará a la segunda vuelta y lo hará como primera fuerza más votada en medio de un panorama de enfrentamiento fratricida entre el antimasismo. Incluso la presidenta interina, Jeanine Áñez, que desde diciembre venía pidiendo una candidatura de unidad de los sectores antimasistas, acabó en enero presentando su propia candidatura cuando ya había siete candidatos ajenos al MAS.
En noviembre, Áñez ya había puesto a disposición de las fuerzas antimasistas el gabinete para instalar un diálogo y que todas esas fuerzas alcanzaran la unidad. A mediados de enero advirtió, incluso, sobre los “peligros” de dispersar el voto en las próximas elecciones de Bolivia: “Creo que debemos responder al país cuidando el proceso, la dispersión del voto es muy dañina. Experiencia, ya la tenemos; resultados o consecuencias de esa dispersión, ya los pasamos; no queremos volverlo a vivir”.
Sin embargo, al fin y a la postre, cayó en la tentación y entró en la batalla al considerar que las candidaturas presentadas “no logran reunir a los bolivianos”.
Los candidatos
Para la cita del 3 de mayo concurren cuatro alianzas (Libre 21, Creemos, Juntos, y Comunidad Ciudadana -CC-), así como otras cuatro candidaturas unipartidistas:
Si el voto antimasista se divide entre un sector centrista (Mesa) y numerosas fuerzas más radicales (Áñez, Camacho y Quiroga), el voto de la izquierda se reúne casi todo en torno al MAS-IPSP que lleva el binomio Luis Arce-David Choquehuanca.
Jeanine Áñez acude con la alianza Juntos, integrada por un bloque de cinco agrupaciones y partidos políticos: el Movimiento Demócrata Social; Soberanía y Libertad (Sol.bo) del alcalde Luis Revilla; Unir, y Todos del gobernador tarijeño Adrián Oliva. Además, logró atraer al empresario y político Samuel Doria Medina de Unidad Nacional (UN), con quien ha formado su alianza y postulación a la Presidencia y Vicepresidencia.
La primera de esas coaliciones en registrarse fue Libre 21, conformada por el histórico Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), que gobernó el país entre 1952 y 1966 y también entre 1985 y 1989, y el Movimiento por la Soberanía, cuyo candidato presidencial es el exmandatario (2001-2003) y exdelegado presidencial Jorge “Tuto” Quiroga.
La alianza Creemos, una fusión entre el Partido Demócrata Cristiano (PDC), Unidad Cívica Solidaridad (UCS) y la Agrupación Ciudadana Camino Democrático para el Cambio, es la plataforma que sostiene a los dirigentes cívicos Luis Fernando Camacho y Marco Antonio Pumari, sus candidatos a la Presidencia y Vicepresidencia respectivamente.
El más dañado por todos estos movimientos ha sido Carlos Mesa, segundo más votado en octubre, al ver cómo le abandonaban Sol.bo y Todos, del gobernador tarijeño Adrián Oliva. La estructura de su alianza electoral ha quedado reducida al Frente Revolucionario de Izquierda (FRI) y a las agrupaciones ciudadanas Jesús de Lara (Jesuca) y Chuquisaca para Todos. Mesa ha sido además el más crítico con la decisión de Áñez de convertirse en candidata presidencial: “El compromiso histórico de Jeanine Áñez es de fondo y de forma, de legalidad y legitimidad, que se trunca cuando, vulnerando el mandato que le ha dado el pueblo boliviano, decide dejar de lado su responsabilidad principal, abandona la neutralidad y deslegitima el único motivo por el que ocupa el cargo que asumió hace algo más de dos meses”.
Además, participan cuatro candidatos apoyados sólo por un partido: El MAS lleva el binomio Luis Arce-David Choquehuanca. Chi Hyng Chung, sorpresa en las elecciones anuladas de octubre de 2019 cuando superó el 8%, irá como candidato a la Presidencia por el Frente Para la Victoria (FPV). El Partido de Acción Nacional Boliviano (Pan-Bol) inscribió al dirigente de los cooperativistas mineros Feliciano Mamani como candidato a la Presidencia y a Ruth Nina como vicepresidenciable. Acción Democrática Nacionalista, ADN, partido fundado por el exdictador y expresidente Hugo Bánzer, postula a Ismael Schabib y Remberto Siles y fue la sorpresa que nadie esperaba.
Divisiones y fragmentación
Los intentos de reducir esta fragmentación antimasista han fracasado: este pasado fin de semana se celebró el “Encuentro nacional por la unidad de Bolivia”, el cual no logró articular un bloque único para hacerle frente al Movimiento Al Socialismo (MAS) aunque acordó volver a reunirse en dos meses para evaluar la campaña electoral y seguramente lo que vayan marcando las encuestas.
Por ahora, se percibe una división entre el heterogéneo y dividido voto duro antimasista (Áñez, Camacho y Quiroga), una postura intermedia (Carlos Mesa) y el voto fiel a los herederos de Morales.
Dentro de ese voto duro destacan Luis Fernando Camacho y Marco Pumari, que encarnan la unidad de la Bolivia antimasista y entre el Oriente y Occidente: reivindican que son la renovación en la política y destacan la necesidad de trabajar desde el gobierno en unir a las dos Bolivias, la “blanca” y la “indígena”.
Su estrategia, radicalmente antievista, se solapa y compite con la de Áñez, quien parte con ventaja a la hora de levantar la bandera de la “vendetta” contra el masismo. No sólo por sus constantes referencias religiosas (su entrada en el Palacio Presidencial con la Biblia o frases como “Créanme que siempre decido con la fe en Dios”) sino por la purga de cargos ligados a Morales que ha desatado. La última: la exjefa de gabinete y apoderada del expresidente, Patricia Hermosa, fue aprehendida como parte de las investigaciones que realiza la Fiscalía en contra de Morales por los delitos de sedición, terrorismo y financiamiento al terrorismo.
Además, el pacto con Doria le otorga más consistencia a su candidatura en el terreno económico: “De manera indirecta o sutil quiso decirme ‘tú no vas a poder resolver eso’. (…) Evidentemente uno no puede saberlo todo, no puede ser experto en todo en el manejo de una nación. Pero en el tema económico estaremos tranquilos, porque si yo no sé manejarlo, Samuel sí lo sabe. Podemos dormir tranquilos, la economía de nuestro país estará en buenas manos”.
Ese voto antimasista duro también lo trata de captar el expresidente Jorge Quiroga de la alianza Libre 21 integrada por el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) y el Movimiento Por la Soberanía (MPS).
Si el voto antimasista se divide entre un sector centrista (Mesa) y numerosas fuerzas más radicales (Áñez, Camacho y Quiroga), el voto de la izquierda se reúne casi todo en torno al MAS-IPSP que lleva el binomio Luis Arce-David Choquehuanca. El respaldo a la izquierda va a verse aún más concentrado en los herederos de Morales tras la retirada de Félix Patzi. El líder del Movimiento Tercer Sistema declinó su candidatura a la Presidencia y confirmó que su partido tampoco será parte de estos comicios.
Además, la sombra de Evo ha sido, es y será permanente. Desde Argentina, el expresidente fue el encargado de oficializar ante el Tribunal Supremo Electoral (TSE) el binomio Luis Arce-David Choquehuanca: “Qué mejor alianza que la ideológica y programática, hermanas y hermanos, para garantizar el triunfo en las elecciones del 3 mayo con nuestro binomio Lucho y David”. Y tras esta decisión Morales va a seguir sobrevolando los comicios ya que el Movimiento al Socialismo le presenta a senador por Cochabamba.