Pedro Benítez (ALN).- La más antigua guerrilla de Latinoamérica conserva su acrónimo de cara a la primera vuelta de las elecciones presidenciales previstas en Colombia para el próximo 27 de mayo, pero se presenta con un discurso muy moderado. Sin embargo, el recuerdo de la violencia y de su abierta y entusiasta identificación con el régimen chavista parece ser una carga demasiado pesada que ha llevado al candidato presidencial a renegar de las políticas sociales de su aliado.
A cuatro meses de la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Colombia nada parece claro, excepto una cosa: Con apenas el 1% en intención de voto las FARC no tienen posibilidad alguna de ser un factor electoral importante en ese país, al menos en los próximos años. No hablemos de una opción de poder. Ni siquiera una fuerza política de cierta relevancia como en su momento lo fueron otros movimientos con similar trayectoria en Latinoamérica, como el M-19 por ejemplo.
El pasado sábado 27 de enero la ahora autodenominada Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC) escogió Ciudad Bolívar, localidad populosa y humilde ubicada en el sur de Bogotá, para el lanzamiento de la candidatura presidencial de Rodrigo Londoño Echeverri, mejor conocido como Timochenko, último comandante en jefe de la estructura militar de las extintas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EP), en fórmula vicepresidencial con Imelda Daza, exdirigente de la extinta Unión Patriótica.
Con apenas el 1% en intención de voto las FARC no tienen posibilidad alguna de ser un factor electoral importante en ese país, al menos en los próximos años
Fue un acto deslucido por la escasa asistencia, no más de 400 personas según los reportes (otros testigos indican que apenas superó las 200) en medio de la indiferencia de los habitantes de una de las tres localidades de la capital colombiana donde la opción del No se impuso por 82.046 votos en contra de los 68.917 votos a favor del Sí en el plebiscito sobre los acuerdos de paz en octubre de 2016.
Timochenko quiso arrancar la campaña presidencial en un sector humilde para hacer contraste con los formales eventos políticos que se realizan en los elegantes hoteles de Bogotá.
Pero el efecto ha sido contraproducente y refuerza la percepción recogida en los estudios de opinión pública hasta ahora sobre el escaso entusiasmo, cuando no indiferencia, que ha concitado el estreno político-electoral de este movimiento.
Soledad política es la calificación que varios medios colombianos le han dado a la incursión política de la organización formada por exguerrilleros, que ni siquiera han logrado armar una alianza con otro grupos de izquierda de ese país, pese a ser ese uno de sus propósitos para integrarse definitivamente a la vía legal. Por lo visto, sus posibles aliados los ven más como una pesada rémora que como una oportunidad de sumar voluntades.
Todo parece indicar que a las FARC les espera un duro y largo camino para que la cada vez más urbanizada sociedad colombiana las asimile como un grupo político electoralmente competitivo. Las perspectivas iniciales indican que su primera prueba en las urnas de votación estaría incluso muy por debajo de lo que logró el M-19 con Antonio Navarro Wolf en 1990, quien con más de 700.000 sufragios ese año, logró brevemente ser la tercera fuerza electoral del país.
De ser así, su mayor amenaza no es que se repita la dramática historia de la Unión Patriótica en los años 80, cuando más de 3.500 integrantes de aquella formación, nacida de las negociaciones de paz entre el grupo guerrillero y el entonces presidente Belisario Betancur, fueron asesinados, incluyendo dos de sus candidatos presidenciales; sino que el electorado colombiano, incluso el más inclinado a la izquierda, no le vote y se diluya con el pasar del tiempo tal como ocurrió con el M-19.
Todo parece indicar que a las FARC les espera un duro y largo camino para que la sociedad colombiana las asimile como un grupo político electoralmente competitivo
Han pasado 30 años en los cuales Colombia ha cambiado. El crimen sigue siendo un problema serio, así como la pobreza y el atraso de las zonas rurales, pero el país se ha urbanizado, modernizado y es mucho más seguro que en aquella época en la que parecía destinado a ser un Estado fallido.
De modo que es lógico que a un grupo político que durante décadas pasó su vida en “el monte” le lleve un tiempo asimilar una realidad de la que estuvo aislado por décadas. Eso es lo que ocurre con Timochenko y sus camaradas, quienes irán descubriendo que en esos sectores social y económicamente desfavorecidos a los que pretenden reivindicar concita mucho apoyo el expresidente y senador Álvaro Uribe Vélez, enemigo jurado del movimiento.
Por otro lado, las FARC incursionan en un momento en cual la tendencia electoral latinoamericana parece haberse invertido en contra de las banderas de izquierda. Incluso los pobres votan por empresarios. “Los explotadores” en la terminología tradicional marxista. ¿Una nueva y pasajera moda electoral? ¿O signo de una tendencia política más profunda y consecuencia del ascenso de las clases medias en la región?
Los estrategas electorales de las FARC aspiran superar los 500.000 sufragios en la primera vuelta presidencial prevista para el próximo mes de mayo; no obstante, sus críticos creen que difícilmente superarán los 150.000.
A su favor tienen los repetidos fallos mundiales de las encuestas preelectorales. En contra, una imagen muy negativa asociada a los más brutales hechos de violencia que protagonizaron hasta hace pocos años y la sombra del régimen chavista en Venezuela.
Qué dice Timochenko sobre la crisis en Venezuela
La crisis en Venezuela será un tema obligado de la campaña electoral colombiana al que los sectores conservadores y del uribismo recurrirán. Y de hecho, de allí se derivan las inevitables preguntas a los candidatos de la izquierda colombiana. ¿Qué opinan del régimen chavista que sin ningún disimulo los apoyó?
Esa fue una de las cuestiones que en una entrevista la prestigiosa revista Semana de Colombia le hizo a Timochenko y la respuesta de este es reveladora:
– Timochenko: “…nadie quiere que se repita la crisis que se está viviendo en ese país. Yo creo que con los aciertos y errores de esa experiencia hemos aprendido todos”.
– Semana: “¿Qué han aprendido?”
– Timochenko: “Que las políticas sociales no pueden ir en contra de la responsabilidad fiscal”.
“Las políticas sociales tienen que tener como base el desarrollo económico y no depender exclusivamente de los subsidios”.
“Lo que yo nunca haría es dar casas gratis, por ejemplo. Todo beneficio debe tener un costo social”.
Las FARC incursionan en un momento en el cual la tendencia electoral latinoamericana parece haberse invertido en contra de las banderas de izquierda. Incluso los pobres votan por empresarios
Una frase tras otra, el candidato presidencial de las FARC cuestiona el corazón de las políticas sociales que el chavismo ha aplicado en Venezuela con tanto éxito electoral pero con resultados económicos y humanos catastróficos, como por ejemplo la Gran Misión Vivienda Venezuela (GMVV), bandera principal en la reelección del expresidente Hugo Chávez en 2012.
Sin embargo, el abierto y entusiasta apoyo que Chávez, y su canciller y sucesor Nicolás Maduro, le dieron a la guerrilla más antigua de Latinoamérica es demasiado reciente para ser borrado de la memoria de la opinión pública colombiana. Así como tampoco, la para nada disimulada identificación que la izquierda a los dos lados del océano Atlántico manifestó por el régimen chavista y las mismas FARC.
Desde ese punto de vista, asegurarle a esa organización cinco curules al Senado y cinco a la Cámara de Representantes en la próxima elección parlamentaria, independientemente de sus resultados electorales, fue una decisión premonitoria por parte del presidente Juan Manuel Santos.