Ysrrael Camero (ALN).- En Madrid, con una masiva participación, la contundente victoria de Isabel Díaz Ayuso, liderando al Partido Popular, contrasta con el retroceso del PSOE y el extraordinario crecimiento de Más Madrid, lo que implica la ratificación de Ayuso en la presidencia de la Comunidad, el ascenso de Mónica García a líder de la oposición, la desaparición de Ciudadanos y el retiro de Pablo Iglesias de la política partidista. Un terremoto político que empezó en Murcia y se proyecta a las elecciones generales de 2023.
En esta ocasión las encuestas no fallaron. La victoria del Partido Popular (PP) estaba prevista, pero las dimensiones del descalabro de las izquierdas supero las expectativas. Finalmente, la estrategia definida por Isabel Díaz Ayuso, proyectando un escenario polarizado contra Moncloa, y convirtiendo a Madrid en un enclave de resistencia contra las políticas del gobierno de Pedro Sánchez, resultó exitosa.
Con esta elección el Partido Popular recupera un espacio de hegemonía en Madrid similar al que tuvo en los tiempos del dominio de Esperanza Aguirre. Con más de 1.600.000 votos, y 65 diputados en la Asamblea de Madrid, el Partido Popular se encuentra apenas a cuatro escaños de la mayoría absoluta.
Paradójicamente, con su política de confrontación y polarización, Díaz Ayuso consiguió agrupar a su alrededor un amplio espectro de apoyo. Primero, logró parar el crecimiento de Vox, recuperando espacios en los votantes de extrema derecha; segundo, movilizó a los ciudadanos conservadores, que tradicionalmente votan por el PP, pero que habían sido críticos con los escándalos de corrupción; tercero, absorbió el electorado moderado y centrista que había votado en 2019 por Ciudadanos; y cuarto, rasguñó una parte del electorado socialista tradicional, temeroso por los vínculos entre el PSOE y Unidas Podemos.
Detrás del slogan de “Libertad” había un discurso que movilizaba a partir del miedo a una izquierda que proyectaban como especialmente radical. Una parte importante del electorado compró el discurso, y salió a votar.
El Partido Popular acabó con Ciudadanos, que había sido un incómodo socio de gobierno a lo largo de estos dos años, y limitó el daño que estaba causando Vox sobre sus electores más conservadores y tradicionalistas.
El sorpasso en las izquierdas
La victoria de las derechas se contrapone al retroceso en las izquierdas madrileñas. El PSOE había sido la fuerza más votada en 2019, cuando superó los 800.000 votos, lo que le había significado 37 diputados en la Asamblea. En la jornada electoral del 4 de mayo perdió más de 274.000 votos, retrocediendo a 24 escaños en la Cámara. Es el peor resultado del PSOE en Madrid durante la democracia.
La estrategia de la campaña de Ángel Gabilondo lució descolocada y errática a lo largo de la campaña. Desde Moncloa el gobierno nacional mordió el anzuelo tendido por los populares y contribuyó a nacionalizar el debate, sacando de foco la moderación proyectada por Gabilondo. El PSOE de Madrid terminó siendo el gran afectado en este movimiento. En las últimas semanas Pedro Sánchez intentó desmarcarse del debate madrileño pero el daño ya estaba hecho.
Sin embargo, el retroceso en la votación de los socialistas contrasta con el otro fenómeno político de las elecciones autonómicas madrileñas: el crecimiento de Más Madrid y la proyección de Mónica García a la cabeza de la oposición.
Más Madrid superó la votación del PSOE, alcanzando los 614.000 votos, sumando más de 100.000 respecto a sus resultados de 2019. Tendrá una bancada de idénticas dimensiones a la socialista, con 24 diputados, cuatro más que en las autonómicas de hace dos años.
El ascenso vertiginoso de Más Madrid se vincula con varios elementos. Primero, sigue vivo aún el legado de Manuela Carmena en la ciudad, tanto en la mente de los madrileños como en su organización. Segundo, la decisión inteligente de Íñigo Errejón de no incorporarse al debate, evitando quitarle protagonismo a Mónica García, y manteniendo a su candidatura fuera de la polarización que alimentaban Ayuso y Pablo Iglesias. Tercero, la campaña de Mónica García estuvo centrada en los problemas de la gente, especialmente en la salud y los cuidados, criticando la gestión de los populares con argumentos que el ciudadano podía contrastar. Cuarto, la personalidad proyectada por Mónica García se correspondía con la campaña, mostrándose firme pero cercana.
El fin de Pablo Iglesias
La otra gran noticia de la noche, y una de las consecuencias más trascendentes de las elecciones, fue la derrota de Unidas Podemos, que se queda con 10 escaños en la Asamblea de Madrid, y el retiro de Pablo Iglesias de la vida política nacional.
Pablo Iglesias emergió a la vida política española en las elecciones europeas de 2014. Marcada su aparición por los coletazos de la crisis de 2009 y por el movimiento del 15M intentó proyectar una imagen de ruptura con la política “tradicional”.
En el momento de su aparición gobernaba un PP marcado por los escándalos de corrupción, y liderado por Mariano Rajoy. Los malos resultados que tuvo el PSOE en esas elecciones significaron la salida de Alfredo Pérez Rubalcaba y el inicio de un proceso de renovación interna.
El reclamo de renovación generacional de la política española tuvo cauce en todas las organizaciones a partir de ese momento. El PSOE eligió a Pedro Sánchez, posteriormente el Partido Popular sustituía a Rajoy con un joven Pablo Casado. Incluso la figura de Albert Rivera ha sido sustituida por Inés Arrimadas. Pablo Iglesias se convierte entonces en la figura más “envejecida” de la política española, siendo el líder que genera mayor rechazo entre los ciudadanos. Su coqueteo y su alianza con los gobiernos autoritarios de Venezuela y Nicaragua, entre otros, encendían las alarmas en los electores más centrados. El quinto lugar en estas elecciones madrileñas parece marcar el cierre de una breve carrera política.
Iglesias llegó prometiendo renovación pero trajo la escalada de la polarización política y la crispación. Su figura, así como la de Albert Rivera en Ciudadanos, podría llegar a expresar con claridad los límites de una experiencia fallida, un intento de regenerar la política que terminó de mala manera.
El camino de Madrid a La Moncloa
Estas elecciones autonómicas tienen una proyección nacional, pero esta no es lineal sino sinuosa. Los discursos de Pablo Casado y de Isabel Díaz Ayuso durante la celebración de la victoria apuntaban directamente contra Moncloa y contra Pedro Sánchez. Sin embargo, es un imperativo llenar los dos años que faltan con estrategias y tácticas efectivas, y allí tiene el Partido Popular varios dilemas que resolver.
El reto de Díaz Ayuso, en clave nacional, a Pedro Sánchez, es también un reto al mismo Pablo Casado, quien confronta, aunque no lo quiera, el estilo, estrategia y liderazgo de la renovada presidenta de la Comunidad. Esto quizás recuerda a las tensiones existentes entre Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre dentro del Partido Popular.
No necesariamente la estrategia que le permitió a los populares ganar Madrid, donde tienen una hegemonía de dos décadas, es igualmente efectiva para triunfar en el resto de España. Madrid está en el centro de la política española, pero España es mucho más diversa y compleja, y no sólo por el tema, no resuelto por el PP, de los nacionalismos periféricos del País Vasco y de Cataluña.
La victoria de Díaz Ayuso se realizó a contravía de la estrategia que Casado ha establecido para el Partido Popular a nivel nacional para ganar en 2023. Los populares se mueven entre dos modelos de liderazgo para enrumbarse a una victoria electoral. En Galicia, Alberto Núñez Feijóo proyecta moderación y amplitud, ubicándose con firmeza en el centro del espectro político. En Madrid, Díaz Ayuso proyecta radicalidad, acercándose más a Vox que cualquier otro líder del PP.
A pesar de sus 65 escaños el destino de los próximos dos años del gobierno de Isabel Díaz Ayuso estará atado a la ultraderecha de Vox, necesitando sus votos para aprobar presupuestos y otras iniciativas legislativas. Esto implicará presiones de la agenda tradicionalista, sobre todo en lo que se refiere a la educación y las batallas culturales, que tan importantes son para la ultraderecha. Esta presión será respondida por una sociedad madrileña que es más abierta, progresista y diversa que la foto que vimos en estas elecciones. Serán dos años interesantes.