Pedro Benítez (ALN).- La mayor economía de Latinoamérica y el principal exportador de petróleo de la región están sumidos en profundas crisis de gobernabilidad. Aunque de naturaleza distinta, el conflicto político y las dificultades económicas de cada uno amenazan a sus vecinos.
La repentina agudización de la crisis política en Brasil, por el escándalo de corrupción que envuelve al presidente Michel Temer, ha sido un alivio esperanzador para el gobierno de Nicolás Maduro. Luego de la destitución de la presidenta Dilma Rousseff por el Congreso brasileño, el mandatario venezolano perdió a su más importante aliado en la región, por lo que la posible salida de Temer y el eventual retorno del Partido de los Trabajadores (PT) al poder por la vía electoral validarían la estrategia de Maduro de resistir a todo evento esperando que las condiciones internacionales cambien a su favor.
Por otro lado, los partidarios del chavismo en América y en Europa, que suelen ser los mismos del PT brasileño, denuncian la actitud de los organismos internacionales ante la situación venezolana, colocándola por encima de la grave crisis política que se desarrolla en el más poblado y extenso de los países latinoamericanos.
Si bien es cierto que por sus dimensiones continentales los problemas de gobernabilidad y la prolongada recesión de Brasil son muy preocupantes, su crisis guarda más diferencias que similitudes con Venezuela.
Las instituciones brasileñas están funcionando
El sucesivo destape de tramas de corrupción en el gigante suramericano ha expuesto crudamente lo que en ese país se venía sospechando por años: el profundo estado de descomposición de casi toda su clase política y empresarial. Las conexiones deshonestas entre la política y los negocios han lastrado la democracia en Brasil desde su restauración en 1985. Como ha dicho el corresponsal argentino Bruno Bimbi: “Argentina también tiene corrupción y una clase política horrible. Pero no hay comparación. Al lado de Brasil, somos Noruega”.
Este destape de la corrupción brasileña es consecuencia de las acciones de sus fiscales y de sus tribunales
Por otra parte, este destape de la corrupción brasileña es consecuencia de las acciones de sus fiscales y de sus tribunales. Por primera vez en la historia de Brasil su Poder Judicial está actuando con absoluta independencia de los poderes políticos, económicos y mediáticos. Y esta es una buena noticia.
En ese sentido, la situación de Brasil hoy se parece más a la de Italia en los años 90 del siglo pasado, cuando una serie de investigaciones judiciales contra los grupos mafiosos enquistados en las altas esferas del poder se llevó por delante a toda la clase política tradicional, haciendo desaparecer incluso a los partidos políticos históricos.
No sería descabellado que los principales partidos políticos brasileños de hoy, como el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) de Michel Temer, el Partido de los Trabajadores (PT) de los expresidentes Lula y Dilma Rousseff, o el Partido Socialdemócrata (PSDB) del expresidente Fernando Henrique Cardoso, sean desplazados en las preferencias de los electores por otras organizaciones o se refunden en otras nuevas.
La crisis venezolana luce potencialmente más peligrosa para la región
Por su parte, la crisis en Venezuela es de una naturaleza totalmente distinta. Se ha agravado en los últimos meses precisamente porque el régimen de Maduro ha bloqueado el funcionamiento de la Asamblea Nacional, de la Fiscalía General de la República e incluso de los tribunales de justicia cuyos dictámenes hoy son por lo general desconocidos por las fuerzas de seguridad del Estado. Así, por ejemplo, una jueza que dictó medidas de libertad a favor de manifestantes detenidos se encuentra sometida a prisión por esa decisión.
Mientras que en Brasil el conflicto político se va a dirimir en los tribunales de justicia, en los pasillos del Congreso y finalmente en las urnas, en Venezuela la agudización de la violencia política es consecuencia directa del bloqueo institucional del país por parte de Maduro y su entorno más cercano.
La exacerbación de la crisis económica y de la violencia en Venezuela a quien va a afectar directamente es a Colombia, el vecino con el que tiene mayor flujo de relaciones humanas y precisamente el país con el más largo ciclo de violencia política del subcontinente.
Se estima que hoy en Venezuela viven alrededor de tres millones de colombianos que según las leyes de ese país pueden pedir la ciudadanía en Colombia y cruzar legalmente la frontera. Aunque las condiciones económicas y de vida han mejorado, lo cierto es que Colombia sigue siendo un país de ingresos medios que no tiene la capacidad de recibir de golpe un flujo de 300.000 o 500.000 refugiados en su frontera oriental.
Además, los 2.219 km de frontera colombo-venezolana son un coctel explosivo de narcotráfico, contrabando, guerrilla, paramilitarismo y delincuencia común. El deterioro del orden público en cualquiera de los dos lados afectará al otro, y en este caso en concreto pone en riesgo el complicado proceso hacia la paz en Colombia. Por todas estas razones una escalada del conflicto interno en Venezuela va a arrastrar fatalmente a Colombia. Adicionalmente, ha habido desplazamientos de venezolanos hacia el propio Brasil.
La crisis política en Brasil y el lastre para su economía, cuando parecía que levantaba vuelo, a quien más está afectando y preocupando es a Argentina, su principal socio comercial en la región. Sin embargo, y por muy negativa que sea esa situación para el país austral, nada de lo que ocurra en Brasil tendrá un efecto comparable a lo que la crisis venezolana puede provocar en Colombia y el norte de Suramérica.
El papel de los militares
Finalmente, el otro elemento que distingue las crisis de Brasil y Venezuela es el papel de los militares. El Ejército brasileño, que fue un actor protagónico en la vida política de ese país desde 1945 hasta 1985, hoy brilla por su ausencia.
Una escalada del conflicto interno en Venezuela va a arrastrar fatalmente a Colombia
Por el contrario, en Venezuela el Ejército, componente fundamental de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), es hoy el árbitro de la situación. Algo que en la región se daba como superado.
Nadie en América considera en riesgo la democracia en Brasil. Un golpe de Estado militar como el de 1964 es muy poco probable, por no decir imposible. No es el caso de Venezuela, donde la mayoría de los gobiernos de la región consideran ha ocurrido un quiebre del sistema democrático.
Así, mientras que en la preocupante crisis política de Brasil hay elementos que indican que tendrá una resolución institucional, la situación en Venezuela se aleja cada vez más de esa posibilidad.