Reinaldo Iturbe (ALN).- Aunque los pronósticos a cierre de 2021 para Venezuela son datos malos en cuanto al Producto Interno Bruto y la hiperinflación (esta última en franco descenso comparado con 2017, 2018 y 2019), Nicolás Maduro se aferra a una de las pocas fichas que le quedan en el tablero para mejorar su cash flow o flujo de caja: castigar las importaciones con más aranceles.
El cuadro de Venezuela sigue siendo crítico, pero con bemoles. Casi todas las firmas apuntan a que al cierre de 2021, la economía venezolana volverá a encogerse. Sería el 2021 el octavo año consecutivo de recesión y el quinto de hiperinflación. El Fondo Monetario Internacional, por citar un caso, aseguró el martes en su actualización de proyecciones para la economía global, que el Producto Interno Bruto de Venezuela se desplomará 10 puntos y que la hiperinflación será de al menos 5.500 puntos.
Las cifras tienen sus números pequeños. Venezuela ha tenido contracciones superiores a 35 puntos (2019) e índices de hiperinflación anuales por encima de 65.374% (2018), por lo que estas proyecciones del PIB y los precios sobre Venezuela dejan claro que tanto el encogimiento del PIB como la variación de precios viene desacelerándose.
La crisis tocó un máximo en 2018 y 2019, y tras la política parcial de liberación de controles y apertura también parcial al dólar, además de una política monetaria severamente contractiva por la vía del encaje legal (85 puntos de coeficiente), el crecimiento de los precios se ha desacelerado a cambio de más recesión, una tradicional disyuntiva en las economías que presentan contracción e hiperinflación al mismo tiempo.
En estos casos, reza cualquier libro de teoría económica, los gobiernos están obligados a escoger entre más inflación o más recesión. Nicolás Maduro prefirió más recesión y procurar mantener a raya el tipo de cambio del bolívar frente al dólar, justamente a expensas de la liberación de controles y la autorización de circulación libre de divisas en el país.
Pero al cuadro hay que sumar la pandemia. Que no hay vacunas suficientes. Que las que hay, apenas alcanzan para inmunizar a 375.000 personas, dando por ciertas las cifras oficiales de ingresos de vacunas que deben aplicarse en dos dosis.
También hay que sumar al balance las sanciones de la Oficina de Control de Activos Extranjeros de Estados Unidos (OFAC). Washington ha sido implacable en su política de castigar individuos y empresas relacionadas con el chavismo, incluyendo Petróleos de Venezuela, la otrora poderosa estatal que suministraba el 96% de las divisas al Tesoro.
Aranceles a los productos importados
Ahora las cosas han cambiado. Y urge tomar medidas. De allí que Maduro, en una comparecencia de prensa, anunciara un nuevo paquete de estímulos que este miércoles fueron detallados por su vicepresidenta Ejecutiva, Delcy Rodríguez, en parte artífice de ciertas medidas de liberación de controles.
Dijo Rodríguez que serán cobrados más aranceles a los productos importados. Y que los dólares recibidos serán reinvertidos en el área social. Aunque la funcionaria no dio detalles sobre los aranceles a cobrar, la política es más que clara: con las reservas internacionales en mínimos históricos y más del 90% de ellas en lingotes de oro que no pueden ser monetizados con facilidad, urge recoger divisas para alimentar el sistema. O lo que es lo mismo: aumentar el cash flow.
La primera medida comenzó cuando Maduro anunció el mes pasado la apertura de cuentas bancarias en divisas. Se supone que las divisas depositadas serían liquidadas por los bancos al Banco Central de Venezuela. Luego el ente emisor pondría a circular estas divisas en el mercado cambiario oficial. El plan también es evidente: alimentar un mercado controlado por el gobierno para hacerle frente al mercado paralelo. Los cuentahabientes no recibirán dólares, pero sí bolívares a cambio de los dólares depositados. Esta medida fue saludada por economistas asociados con la oposición, como Luis Oliveros, quien dijo que la medida facilitaría las transacciones a particulares, en medio también de una severa escasez de billetes en dólares de baja denominación.
El paquete sería complementado con lo expresado por Rodríguez, quien además anunció estipendios a cuatro millones de trabajadores no dependientes, algunas rebajas en el pago de servicios públicos (25% en las facturas de abril y mayo), el impedimento de que los bancos califiquen la situación crediticia de los clientes mientras persista la coyuntura de la pandemia, y estímulos para que las empresas creadas en 2021 no paguen los impuestos de reglamento.
En esencia, el grueso del plan son las divisas que podrán adquirirse con los productos importados. En Venezuela el 90% de la población se encuentra en situación de pobreza de ingreso, pero los llamados “bodegones” con productos importados se han multiplicado por la capital, un dato que advirtió la BBC en un reportaje reciente sobre el manejo de la pandemia por parte del chavismo y la situación económica.
De hecho, algunos productos importados son más económicos que los producidos en Venezuela. Cuestión de ventajas absolutas y comparativas, pero también de estímulos al sector agrícola, que tiene tierras improductivas y que de reactivarse, junto a la capacidad ociosa instalada del sector manufactura e industrial, sacarían a Venezuela del ciclo recesivo.
Pero eso último todavía está lejos. Falta el flujo de caja. Y el gobierno chavista apela a los últimos instrumentos que le quedan en el tablero para maniobrar y sostenerse en el poder, con una oposición sumamente desarticulada y sin hoja de ruta a la vista camino de las próximas megaelecciones.