Pedro Benítez (ALN).- Parece el libreto de una serie de televisión, pero en realidad es mejor porque es verídico. La trama de corrupción, financiamiento ilegal de campañas electorales, encubrimiento de un acto terrorista, sospechas de homicidio contra un fiscal y mentiras que persigue a la expresidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner se comenzó a tejer hace una década en Caracas, en una reunión entre Mahmud Ahmadinejad y Hugo Chávez.
Un trabajo de la revista brasileña Veja del 14 marzo de 2015, firmado por Leonardo Coutinho, aseguraba que tres ex altos funcionarios del gobierno de Hugo Chávez le habrían confirmado que fue el presidente venezolano quien en 2007 intercedió por Irán ante el presidente Néstor Kirchner para que a cambio de dinero para la campaña presidencial de su esposa Cristina Fernández de Kirchner, Argentina aceptara compartir su tecnología nuclear con los iraníesy no solicitara ante Interpol la captura de ciudadanos de ese país sospechosos de estar detrás del atentado terrorista contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) ocurrido en Buenos Aires el 18 de julio de 1994.
Lo que algunos que habían seguido esa historia desde Venezuela sospechaban se comenzaba a confirmar.
El día previo a la cuestionada elección de Nicolás Maduro como presidente de Venezuela en abril de 2013, una nota del diario Clarín de Buenos Aires firmada por Nicolás Wiñazki indicaba que el gobierno de Caracas habría usado el denominado Fondo Conjunto Chino-Venezolano para financiar proyectos de la República Argentina y la República Islámica de Irán a fin de construir fábricas en territorio venezolano.
Para Néstor y Cristina Kirchner ser parte de ese círculo de amigos de Hugo Chávez era muy importante
Esos proyectos se enmarcaban en el denominado “Plan 200 fábricas socialistas” bajo la responsabilidad directa del ministro del Poder Popular para la Ciencia, Tecnología e Industrias Intermedias, Ricardo Menéndez. Según la investigación periodística argentina, en junio de 2010 Meléndez habría solicitado y recibido autorización del entonces presidente Hugo Chávez para usar 14 millones de dólares de ese Fondo a fin de proseguir esos proyectos.
Un año después miembros del Congreso de los Estados Unidos habrían manifestado sospechas de que por solicitud de Mahmud Ahmadineyad, Chávez venía desde 2007 intercediendo ante su homólogo Néstor Kirchner a fin de cambiar la política de Argentina hacia Irán marcada por el atentado terrorista contra la AMIA.
Ese fue el mayor ataque sufrido por la comunidad judía desde la Segunda Guerra Mundial. En 2006 la justicia argentina acusó al gobierno iraní de planificar el atentado y a Hezbollah de ejecutarlo y en noviembre de 2007 la Interpol expidió orden de captura contra de seis ciudadanos iraníes acusados por su participación en el atentado terrorista. La respuesta de Irán consistió en pedir la captura del juez y del fiscal argentino del caso.
Esta situación llevó a una crisis diplomática entre los dos países. El expresidente Kirchner denunció a Irán ante la Asamblea General de las Naciones Unidas ese mismo año. Es en ese contexto cuando Ahmadineyad viaja a Caracas a pedirle ayuda a Chávez.
Se sabe que Néstor Kirchner se negó en principio a la solicitud de su par venezolano, y ese no fue el único desencuentro entre los dos. Pero el presidente argentino tenía una deuda de gratitud muy grande con Chávez. Con recursos venezolanos se venían comprando títulos de deuda argentina desde 2003 (a finales de 2008 Venezuela estaba en posesión de 6.000 millones de dólares en papeles de la deuda soberana de la nación austral) y luego sufragó parte de la campaña que llevó a Cristina Fernández de Kirchner a la Presidencia en 2007, y muy probablemente la de 2011.
Recordemos que la Venezuela de entonces no era el país quebrado y empobrecido de hoy en día, sino la potencia petrolera latinoamericana con el precio del barril en 100 dólares. Además, voceros de la izquierda mundial (como Juan Carlos Monedero y Pablo Iglesias) colocaron sus esperanzas en el denominado Socialismo del Siglo XXI.
Pero además, por esos años ser amigo del mandatario venezolano implicaba entrar automáticamente al club de los “gobiernos progresistas latinoamericanos” que tenían de presidente honorario nada más y nada menos que a Fidel Castro.
Ser parte de ese grupo daba ciertas ventajas políticas. Por ejemplo, si dentro de sus respectivos países, o en el exterior, se les cuestionaba por corrupción, mala gestión o abusos de los derechos humanos, sus miembros siempre podían afirmar que toda esa crítica era parte de una “gran conspiración del imperialismo norteamericano y sus lacayos nacionales”. Después de todo eran amigos de Chávez y Fidel.
Un sindicato internacional de la corrupción
Así fue como se montó una auténtica internacional de la corrupción latinoamericana; un sindicato de presidentes interesados más que nada en mantener su estabilidad laboral y sus negocios a buen resguardo con una buena coartada. El acuerdo incluía a Telesur, un canal de televisión con señal internacional con sede en Caracas.
Por cuestiones de política interna, para Néstor y Cristina Kirchner ser parte de ese círculo era muy importante, dadas sus escasas credenciales como opositores izquierdistas a la última dictadura militar argentina.
De aquella relación especial entre Chávez y Lula a la internacional de la corrupción https://t.co/b2EWosKM5e pic.twitter.com/cNyHoTncH3
— Pedro Benítez (@PedroBenitezF) 18 de marzo de 2016
Pero al mismo tiempo el expresidente Chávez tenía otro grupo de amigos entre los que destacaban los presidentes Aleksandr Lukashenko de Bielorrusia; Robert Mugabe de Zimbabue; Muamar el Gadafi de Libia; y Mahmud Ahmadineyad de Irán. Chávez, que era un mandatario inclinado a las “relaciones peligrosas”, fue el único gobernante que desafió las sanciones de la ONU cruzando el desierto para visitar a Saddam Hussein en su palacio en Bagdad antes de la invasión angloamericana de 2003.
De todos los anteriores, parece que con quien tuvo mejor química fue con el iraní. Durante el mandato de Ahmadineyad, Irán estuvo al borde la guerra con Estados Unidos e Israel por el asunto de su programa atómico. Eso, así como sus provocadoras declaraciones antisemitas al relativizar el Holocausto y su para nada disimulado apoyo a Hezbollah en el Líbano, lo fueron aislando internacionalmente.
Así, su situación no era fácil. Pero muy en su estilo el expresidente Chávez no sólo expresó su apoyo público al programa nuclear iraní, además (y probablemente fue lo más importante) abrió las relaciones de Irán con América Latina sacándolo del aislamiento. Irán firmó numerosos acuerdos económicos con Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua y hasta con Brasil. El agente promotor fue el expresidente venezolano.
Chávez viajó nueve veces a Irán y Ahmadineyad cinco veces a Venezuela. En 2009 los dos tuvieron un encuentro muy publicitado en Londres.
Irán firmó numerosos acuerdos económicos con Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua y hasta con Brasil. El agente promotor fue el expresidente venezolano
Ahmadineyad llegó a decir: “Siento que he encontrado un hermano y un compañero de trinchera luego de haberme encontrado con Chávez”. Cuando este falleció, el presidente iraní causó un escándalo en su país al besar el féretro de su amigo y abrazar a su madre. Y remató afirmando que Chávez regresaría con algunos de los profetas del Islam. Así fue como Chávez acercó a su amigo Ahmadineyad con sus amigos Kirchner.
El 27 de enero de 2013 (Néstor Kirchner falleció en octubre de 2010), el gobierno argentino anunció la firma con el gobierno de Mahmud Ahmadineyad del Memorándum de Entendimiento argentino-iraní que incluía la creación de una Comisión de la Verdad sobre el atentado de la AMIA que debería ser refrendado por los Parlamentos de ambas naciones.
El acuerdo generó una intensa polémica en Argentina, la comunidad judía de ese país exigió su derogación y recurrió a los tribunales.
En mayo de ese mismo año el fiscal Alberto Nisman acusó formalmente al gobierno de Irán de organizar, fomentar y patrocinar grupos terroristas en Suramérica. Dos años después, el 14 de enero de 2015, denunció a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y al canciller Héctor Timerman por “decidir, negociar y organizar la impunidad de los prófugos iraníes en la causa AMIA con el propósito de fabricar la inocencia de Irán”.
Cinco días después apareció muerto de un tiro calibre 22. En esta trama el punto de encuentro entre Argentina e Irán no fue otro que Hugo Chávez.
Aunque la expresidenta Fernández de Kirchner no sea desaforada por el Senado de su país, con lo cual ni siquiera la causa en su contra avance (por ahora), cada día queda más claro la extensa trama de relaciones peligrosas y corruptas que el grupo de presidentes progresistas construyeron en los últimos 15 años, actuando en realidad como un sindicato internacional de la corrupción.