Redacción (ALN).- ¿Por qué Brasil vota por Jair Bolsonaro? Este fin de semana, el gigante de Suramérica va a elecciones, y ya se da por descontado el triunfo del ultraderechista Bolsonaro frente a Fernando Haddad, candidato del expresidente Lula Da Silva y el PT. Las encuestas, todas, cantan la derrota de la izquierda. Y ello se explica. Al menos lo explica el experto Frederico de Almeida, quien apunta en la revista ‘Nueva Sociedad’ tres tipos de votantes, tres universos de votantes, decisivos en la victoria del candidato de la ultraderecha.
Jair Bolsonaro salió ganador de la primera vuelta en Brasil con el 49% de los votos frente al 29% de Fernando Haddad, candidato del expresidente Lula Da Silva y el PT. Para esta segunda vuelta, los sondeos ubican al capitán y diputado con 59% de intención de voto.
Frederico de Almeida, profesor del Departamento de Ciencias Políticas y del Programa de Posgrado en Ciencias Políticas del Instituto de Filosofía y Ciencias Humanas de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp), apunta en la revista Nueva Sociedad cuáles son los tres tipos de votantes de Bolsonaro.
Almeida señala que el “bolsonarismo” logró articular “diferentes elementos históricamente presentes en la sociedad brasileña”. Y en ello estriba el éxito. Los tres universos de votantes serían:
Almeida señala que el “bolsonarismo” logró articular “diferentes elementos históricamente presentes en la sociedad brasileña”. Y en ello estriba el éxito
“El primero es un voto ideológicamente negativo y antipartidario, más específicamente antipetista, fuertemente concentrado en los sectores de ingresos y escolaridad más altos”. Apunta el especialista que se trata de un “voto ideológicamente negativo y antipartidario, más específicamente antipetista, fuertemente concentrado en los sectores de ingresos y escolaridad más altos. Tal disposición a votar por Bolsonaro se nutriría del rechazo de esos sectores a las políticas redistributivas y de reconocimiento puestas en práctica por el PT, y se conformaría, en términos ideológicos, como una oposición con un claro sentido de clase, contraria a los beneficiarios de aquellas políticas (a los pobres, especialmente). Tal voto estaría asimismo basado en una ideología meritocrática de clase media y en la condena moral de la corrupción que los gobiernos petistas pusieron en práctica”.
El segundo universo, apunta, es el de un “voto claramente ideológico, basado en una combinación de autoritarismo político, conservadurismo social y reclamos sociales por mayor seguridad. Pese a su interclasismo, este voto tiene particular pregnancia en las clases populares”. En tal sentido explica que es un voto “basado en una combinación de autoritarismo político, conservadurismo social y reclamos sociales en favor de que haya más seguridad, relativamente bien distribuido en los distintos sectores sociales aunque con particular pregnancia en las clases populares. Actuarían en la base de ese voto el miedo a la violencia y la sensación de inseguridad urbana; la atracción por las propuestas que hacen eje en la seguridad con un fuerte sesgo autoritario (y en el que las eventuales víctimas de ese autoritarismo pueden recaer incluso entre quienes lo reclaman y apoyan); y las concepciones conservadoras respecto del género y la sexualidad, la familia y el orden social, en buena medida reforzadas ahí donde se da la adhesión al neopentecostalismo, aunque sin ser exclusivamente tributarias de esa doctrina religiosa. La ligazón de la trayectoria política de Bolsonaro con el tema de la seguridad desde una perspectiva autoritaria, así como su adhesión a los discursos morales de fuerte contenido religioso, habría permitido esa identificación de los electores con su figura”.
Y hay un tercer universo, que “es un voto de protesta impulsado por la deslegitimación social del sistema político representativo a partir de los escándalos de corrupción”. En ese sentido “sería un voto negativamente ideológico y antisistema, un voto de protesta impulsado por la deslegitimación social del sistema político representativo que viene dándose por lo menos desde 2013, incrementada por la ofensiva judicial anticorrupción desatada con la Operación Lava Jato. En este sentido, Bolsonaro aparecería como un outsider –pese a ser un político profesional, con 25 años de actividad parlamentaria– ungido de cierto aura de honestidad, seriedad y disciplina que el sentido común le confiere al mundo militar, y potenciado por un discurso hostil a ‘los políticos’ en general, un discurso ‘contra todo eso que tenemos’ y, en particular, contra la corrupción vista como algo generalizado”.
Dicho esto, Almeida apunta que “haría falta investigar mejor el modo en que cada uno de estos determinantes ideológicos del voto se articula con los movimientos y los perfiles de los votos verificados en las encuestas previas y en los resultados finales en las urnas”.
Con todo, asegura que “el éxito del bolsonarismo, en suma, parece ser el de una articulación política, electoral y discursiva que se mostró capaz de integrar diferentes elementos históricamente presentes en la sociedad brasileña. Independientemente del resultado al que se arribe en segunda vuelta, el bolsonarismo parece ser una empresa política victoriosa, ya sea por la constitución de nuevos polos de fuerza en la sociedad o por la representatividad obtenida en primera vuelta con la nueva bancada en el Congreso Nacional y en el Poder Legislativo de distintos estados”.
Sin embargo, Almeida advierte un aspecto ya explorado por ALnavío, de que el futuro del gobierno de Bolsonaro depende en buena parte de su capacidad de negociación y suma de factores tanto en el propio Brasil como en la región latinoamericana.
Bolsonaro sólo sobrevivirá si sabe sumar y negociar en Brasil y América Latina
Por ello, Almeida apunta que los “límites, pese a todo, residen justamente en la dificultad para preservar esa articulación, teniendo en cuenta las divisiones de clase sobre las que se monta y el gerenciamiento de los distintos intereses, expectativas y reacciones sociales sobre la base de medidas más o menos distributivas de una economía con intervención estatal o, por el contrario, sobre la base de medidas de coerción, castigo y violencia sobre algunas de esas reacciones y expectativas”.