Sergio Dahbar (ALN).- El FBI tiene un departamento que se encarga de las estafas a personas de la tercera edad. Crece en el mundo un tipo de delincuente que usa fraudes milenarios para desvalijar ancianos.
En julio pasado un periodista newyorkino, David Owen, hombre que por cierto en 2011 fue nombrado uno de los 50 escritores estadounidenses más divertidos, recibió una llamada del asesor financiero de la firma de corretaje que maneja los activos de su madre, Charles Schwab. Esto quedó grabado en su mensaje telefónico. «Hemos tenido algunas solicitudes de grandes retiros de efectivo de la cuenta de su madre», dijo. Le pidió que le devolviera la llamada.
David Owen escribe en una de las revistas más legendarias de la inteligentzia de Estados Unidos, The New Yorker, donde ingresó en su staff de colaboradores en 1991. Antes había trabajado en publicaciones de prestigio desde los años 80: The Atlantic Monthly, Harper’s, Golf Digest and Popular Mechanics.
Ha publicado una docena de libros, entre los que se destaca Where the Water Goes: Life and Death Along the Colorado River, que surgió de un artículo publicado en 2015. Y escribió un artículo en una sección llamada “Historia personal’’, donde celebridades comunican en primera persona una experiencia que marca sus vidas.
David Owen decidió compartir con los lectores la forma en que su madre fue estafada por profesionales. Y la curiosa manera cómo ella confió más en los delincuentes que en sus familiares.
David Owen escribe en una de las revistas más legendarias de la inteligentzia de Estados Unidos, The New Yorker, donde ingresó en su staff de colaboradores en 1991. Antes había trabajado en publicaciones de prestigio desde los años 80: The Atlantic Monthly, Harper’s, Golf Digest and Popular Mechanics.
El asesor financiero volvió a llamar y fue aún más elocuente su mensaje. «Ella tomó 200.000 dólares de un fideicomiso que heredó de su propia madre. Ahora ha solicitado más dinero. Y, nuevamente, solo queremos asegurarnos de que esto sea legítimo en cuanto a lo que está sucediendo».
David Owen llamó al banco y pidió que detuvieran la entrega de dinero. También llamó a su madre, que tiene más de 80 años y vive sola, en Kansas City, en una comunidad de jubilados cerca de una zona comercial llamada Country Club Plaza. Ella se molestó con su hijo. Defendió el hecho de que había ganado suficiente dinero para mantener a su familia de por vida, y que, si él interfería, lo arruinaría todo.
En la noche la madre de David Owen recibió la visita de su otra hija, Anne, que es psicóloga y vive cerca de su casa. Ahí descubrieron que la madre creía que había ganado 3,7 millones de dólares en Publishing Clearing House, empresa de mercadeo que vende suscripciones de revistas y ofrece sorteos.
La hija discutió con su madre, mientras copiaba correos electrónicos y recuperaba papeles rotos de la basura. Le arrancó uno de los documentos de la mano. Y se llevó los talonarios y las tarjetas de crédito.
El estafador era un tipo listo. Había convencido a la madre de David y Anne de que recibiría sus millones tan pronto pagara algunos impuestos y tarifas federales, no directamente al Tesoro de los Estados Unidos, sino a un par de personas cuyo trabajo es manejar ese tipo de cosas. La persona con la que habló por teléfono dijo llamarse Sam.
Los correos electrónicos que él y otros estafadores le enviaron a la madre de David y Anne fueron descuidados, como los que reciben muchas personas de Nigeria. En algunos su propio nombre estaba mal escrito. Pero ella creyó todo. Compró el buzón. Y siguió las instrucciones de Sam. Envió 4 cheques de 50 mil dólares a una dirección en California.
Los timadores depositaron tres de los cuatro cheques en una cuenta en Golden 1 Credit Union. En el reverso de los cheques aparecían las iniciales HC y una dirección en Rancho Cordova, California. Incluso había un número de teléfono, pero nadie marcó por temor. Sí buscaron la dirección en Google Earth y en Street View. Descubrieron un garaje desordenado: una máquina para cortar el césped; una lavadora y una secadora. Había una camioneta estacionada en el camino de entrada, frente a un aro de baloncesto portátil. El camión parecía querer huir.
Sus hijos se preguntaron: “¿Cómo podría una viuda mayor haber creído algo tan obviamente falso?’’ Pero lo creyó. Y los delincuentes contaron con su incredulidad, y con la guardia baja de los empleados de Charles Schwab. La página de fraudes para la tercera edad del FBI dice: «Las personas que crecieron en las décadas de 1930, 1940 y 1950 fueron educadas para ser confiadas».
El único oficial que llamó a David Owen fue un detective de la sección de delitos económicos del Departamento de Policía de Kansas City. “Quienes reciben el dinero en casos como éste son usualmente participantes seminconscientes, que pasan el dinero a otra persona, quien lo envía fuera del país’’. Aseguró que los cheques nunca estaban involucrados, porque los estafadores prefieren transferencias.
Cuando Anne se llevó chequeras y tarjetas de crédito, su madre llamó a Sam, el estafador. Al día siguiente, siguiendo instrucciones, se dirigió a un banco diferente del que usaba y persuadió a alguien para que enviara el dinero por fax.
Sam le había dicho que estaba en la cárcel y necesitaba el dinero para salir. El banquero que tomó su orden de transferencia le preguntó para qué era el dinero y ella respondió, como Sam le había dicho, que debía pagarle a un contratista que había hecho un trabajo para una familia (todo mentira).
El banquero hizo su trabajo: “preguntó por qué el contratista no tenía un nombre comercial, por qué ella le estaba enviando el dinero a un individuo, no a una compañía’’. La madre de David dijo que este contratista era demasiado pequeño para eso. El banquero sospechó lo suficiente como para remitir la solicitud, después de que la madre se fue del banco, a un gerente. El gerente llamó a la señora y ella confirmó que quería enviar el dinero y, más tarde ese día, la transferencia fue enviada.
Sus hijos se preguntaron: “¿Cómo podría una viuda mayor haber creído algo tan obviamente falso?’’ Pero lo creyó. Y los delincuentes contaron con su incredulidad, y con la guardia baja de los empleados de Charles Schwab. La página de fraudes para la tercera edad del FBI dice: «Las personas que crecieron en las décadas de 1930, 1940 y 1950 fueron educadas para ser confiadas».
David Owen confiesa en su nota que guarda fotos del pasado de sus padres y sus amigos, en fiestas en la playa. Juegan póker, partidos de fútbol, cócteles, picnics, hay un viaje de esquí. De las personas que aparecen en esas fotografías, su madre es la única que sigue con vida.
Ella tuvo un novio en su edificio durante cinco o seis años. Cenaban juntos e iban a conciertos, y un año la llevó al Festival de Música de Aspen. Murió en 2015. Durante un tiempo, una de las actividades sociales habituales de ella era ir a los funerales de sus amigos.
Esto es puro David Owen, destilado por la melancolía: “A medida que las personas envejecen, las noticias empeoran. Los amigos mueren, sus rodillas duelen más, sus oídos dejan de funcionar, los hijos se vuelven impacientes. Entonces, de la nada, aparece una persona que tiene todo el tiempo del mundo. Habla despacio. Quiere tener un gesto generoso con tus hijos y nietos y bisnietos. Y asegura que le gustaría visitarte en Kansas City’’. De ahí al timo elegante y sin huellas hay apenas un paso.
La razón principal por la que la madre de David confiaba en Sam, le confesó más tarde, era sencilla: la llamaba varias veces en la semana. Estaba pendiente. Era gentil. Se acordaba que ella existía. ¿Por qué alguien estaría dispuesta a pasar tanto tiempo con ella, algo que ni siquiera sus hijos hacían?
Lo que es cierto es que por este testimonio desolador David Owen no obtendrá ningún reconocimiento como un escritor divertido. Todo lo contrario.