Daniel Gómez (ALN).- La economía de Nicaragua entrará en recesión en 2018. Todo el tejido productivo del país, desde el turismo hasta la construcción, se ha visto dañado por la violencia desencadenada por el régimen de Daniel Ortega. Con todo, el FMI pronostica una contracción del PIB de 4%, pero también se muestra optimista de cara al futuro.
La economía de Nicaragua acumulaba ocho años creciendo a ritmo de 5% hasta que la violencia estalló. El 18 de abril, el pueblo se echó a las calles contra el presidente Daniel Ortega por una polémica reforma y el régimen respondió con las armas. Paramilitares y afines al Gobierno han reprimido las protestas con dureza, dejando hasta ahora 512 muertos y 1.500 heridos, según datos de la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos.
Ahora el drama humano también es un drama económico. Y eso es lo último que necesitaba la economía más pobre de América Latina. Las últimas previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI) advierten sobre una recesión de 4% en 2018. Números rojos que nadie imaginó a principios de año, cuando se estimó un crecimiento de 4,8%.
Para hacer un análisis más detallado, el FMI envió un equipo técnico a Managua entre el 24 y el 30 de octubre. La misión, encabezada por el economista Roberto García-Saltos, mantuvo encuentros con altos funcionarios del Gobierno y representantes del sector privado. Reuniones que el organismo catalogó como “fructíferas”.
El diagnóstico de la misión, dado a conocer este jueves, es que “varios choques están afectando a la economía”. Por un lado, está la inestabilidad política, que “desde abril afectó la confianza de consumidores e inversionistas”.
La violencia en Nicaragua terminó con 417.000 puestos de trabajo
Según García-Saltos, los sectores más afectados son el turismo y la construcción “debido a la reducción de la demanda”. Otros como el transporte, el comercio y los servicios también notaron el efecto de la crisis, pero no tendrán efectos “tan duraderos” como los anteriores.
La Cámara Nicaragüense de Restaurantes y Similares reportó que tres de cada 10 restaurantes han cerrado desde abril. Esto equivale a 700 establecimientos cerrados, y 16.000 puestos de trabajo perdidos. Pero son más quienes se han quedado sin empleo. Según la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides), hasta 417.000 personas perdieron el trabajo por la crisis.
Luego están los niveles de inversión. El Banco Central reportó que en la primera mitad de 2018 Nicaragua dejó de recibir 376,8 millones de dólares respecto al mismo periodo de 2017, cuando el país ingresó 411 millones. Esto deja la inversión extranjera directa en apenas 17 millones hasta junio. El peor dato de la última década.
El turismo también acusa la violencia. Los ingresos del sector disminuyeron drásticamente a partir del estallido de la crisis. Entre abril y junio, el turismo aportó a la economía 111,6 millones de dólares, menos de la mitad que en los tres primeros meses del año, cuando ingresaron 256 millones de dólares.
Además, como informa La Prensa, antes de la crisis de abril, el Gobierno soñaba con facturar 1.000 millones de dólares en 2018 gracias al turismo. Todo iba viento en popa hasta que llegó la violencia. Y es que recuerdan: Nicaragua se vendía como el país más seguro de Centroamérica. Así lo avalaba incluso Naciones Unidas.
Con todo, el economista García-Saltos concluye: “La caída en el empleo del sector formal, la reducción en la inversión extranjera directa, y la disminución en el crédito al sector privado podrían contribuir a exacerbar los efectos de estos choques”. Para 2019, el FMI también anticipa un escenario rojo para Nicaragua. Con otra contracción de la economía, en esta ocasión de 1%.
El optimismo del FMI
Pese a todo, el organismo que dirige Christine Lagarde advierte “algunos signos positivos”. Estos son: “Los esfuerzos de las autoridades para apoyar el mantenimiento de la liquidez en los bancos comerciales son encomiables. Las medidas para contener la expansión del gasto público para compensar parcialmente el déficit de ingresos fiscales debido a la contracción económica también son positivas”.
Hasta el estallido de la crisis, Ortega había camuflado su imagen de guerrillero de izquierdas con medidas económicas más propias de un líder liberal. Quien fue su compañero sandinista y exvicepresidente del país, el escritor Sergio Ramírez, llegó a advertir que Ortega cada vez se parecía más a su némesis, Anastasio Somoza. El dictador al que la revolución sandinista derrocó.
En el último mandato de Ortega, el presidente se había ganado el favor de los empresarios. Les daba libertad para hacer negocios a cambio de que no le inquietaran en el poder. Esa fue la fórmula de Somoza. Una fórmula que el mandatario sandinista replicó, y al menos en lo económico, le fue bien.
La economía acumuló ocho años de fuerte crecimiento, lo cual despertó el elogio del FMI en numerosas ocasiones. Y es que desde 2007, el organismo que dirige Lagarde ha apoyado el desarrollo económico de Nicaragua a la hora de definir políticas macroeconómicas.
Pese a la crisis, el FMI no quiere perder esta oportunidad y ya emite recomendaciones para sacar al país del abismo en el que Ortega lo metió. “El principal desafío para 2019 y los años siguientes es preservar la estabilidad macroeconómica y financiera”, puntualiza García-Saltos, quien enumera esta serie de retos para el futuro:
– Abordar los desafíos fiscales a mediano plazo y emprender reformas estructurales -que son inevitables para salvaguardar la sostenibilidad fiscal- requiere obtener un amplio apoyo.
– Las políticas para restablecer la confianza del sector privado y evitar la creación de ciclos de retroalimentación negativos resultantes de una menor actividad y empleo, el deterioro en la calidad de los activos, la contracción del crédito y las salidas de depósitos son esenciales para promover la recuperación económica y compensar los efectos sobre la pobreza.
– Se espera que las autoridades adopten medidas para mitigar los riesgos identificados para la economía.