Sergio Dahbar (ALN).- Nada menos que el rey Midas de la comedia humorística y autorreferencial contemporánea puede terminar sus días como un enfermo al que nadie debe acercarse. Una biografía reciente revisa la vida y obra del célebre comediante, actor, director, escritor y músico de jazz. Otra, descubre todas las debilidades de un ser humano que ha invertido mucho tiempo en resguardar su intimidad, para alejarla de los grandes titulares de los medios sensacionalistas.
En la vida de un artista la notoriedad y el éxito resultan indispensables para brillar en el mundo del espectáculo. Pero no se recomienda cruzar la raya del escándalo. Todo puede ocurrir a partir de allí. El estrellato puede ser una ciénaga de la que no hay retorno.
Analicemos esta frase. “Mi padre está casado con mi hermana, lo que me convierte en su cuñado. Me parece una trasgresión moral y ya no los puedo ver”. Eso confesó el único hijo biológico de Woody Allen y Mia Farrow, Ronan Farrow, muchacho superdotado, escogido por la Fundación Rhodes -por su inteligencia superior-, y asesor de Hillary Clinton.
Ronan nunca más ha vuelto a hablar con su padre y lanza llamas contra su vida privada. No es el único. Un amigo de infancia, Eliott Mills, respondió así: “Cuando la gente me pregunta qué pienso de cada nueva pareja de Woody Allen, invariablemente respondo: ‘Ahí tienen el resultado exitoso de décadas de psicoanálisis. Si te has estado psicoanalizando el tiempo suficiente, llegas al punto en que puedes justificar cualquier cosa’”. Nada mal para un escritor que se burla de Sigmund Freud cada vez que puede en sus películas.
Evanier: “Desde muy joven pudo comprobar que la emoción y la rabia descontroladas eran señales de debilidad e impotencia”
Lo grave ocurre cuando la vida privada de una persona célebre cae en la boca de otros periodistas afilados: “Pocos placeres más grandes en la vida que tener a tu exnovia de suegra”, aportó David Letterman.
Woody Allen ha sido acusado de abusar sexualmente de uno de sus hijos, amén de haber desarrollado una relación afectiva con una de las hijas adoptivas de Mia Farrow, Soon-Yi, quien hoy es su pareja. Este infierno comenzó el 13 de enero de 1993, el momento crítico en el que Mia Farrow advierte el infierno en unas fotografías tomadas por el que era su marido, Woody Allen.
Hay que reconocer que uno de los comediante más exitosos y duraderos del Hollywood contemporáneo -el hombre que se labró un camino difícil en el stand up comedy, y que además construyó una obra cinematográfica poderosa, desigual cómo no, pero con obras maestras irreductibles-, Woody Allen, no ha sido condenado, ni encontrado culpable, por los hechos señalados por Mia Farrow. Pero su leyenda corre el peligro de ingresar en ese terreno en el que ya se han ahogado O.J. Simpson, Heidi Fliss, Bill Cosby y Michael Jackson.
Dos biografías
No podía ser de otra manera. Un personaje polémico y exitoso atrae a escritores de biografías, ese gran género anglosajón, suerte de tag revelador de las contradicciones e intimidades de un hombre carismático, que desde niño no ha hecho otra cosa que hacer reír a sus amigos con ocurrencias infatigables.
La biografía más completa hasta la fecha salió en diciembre pasado, publicada por Turner. Woody, de David Evanier, el exeditor de The Paris Review, revisa la vida y obra del comediante, actor, director, escritor y músico de jazz. Evanier resulta pulcro y meticuloso a la hora de hablar con un número grande de testigos que conocieron al artista desde niños, y más tarde en su vida profesional.
Se aleja de la complicidad que establece el crítico condicional de Woody Allen, Eric Lax, autor de una biografía demasiado oficial y complaciente. Lax evita poner de mal humor al personaje en cuestión, alguien que por cierto ha perdido la sonrisa con el tiempo a la hora de pensar sobre sí mismo, o de acomodar la realidad para quedar bien.
Evanier no evita los temas incómodos (la apariencia física de niño que tantos disgustos le hizo sentir, la relación compleja con las mujeres, la tendencia a hacer reír a sus amigos quizás para distanciarse de la amarga relación de sus padres), pero tampoco dispara a matar como lo hicieron muchos periodistas durante el escándalo de Soon-Yi.
Evanier hace observaciones atinadas e inteligentes sobre la percepción que tenía Woody Allen de su madre: “Desde muy joven pudo comprobar, gracias al ejemplo que ella le dio, que la emoción y la rabia descontroladas eran señales de debilidad e impotencia”.
Como bien anota este biógrafo, Allen entendió -como Mia Farrow en La rosa púrpura de El Cairo– que la ficción era más amable que la realidad, cuando de niño vio por primera vez Blancanieves y corrió a la pantalla a tocarla.
La otra biografía llamativa es la de Marion Meade, editada en 2000 y reeditada en 2014: La vida ingobernable de Woody Allen. Es el tipo de trabajo que odia este artista, porque descubre todas las debilidades de un ser humano que no es perfecto y que ha invertido mucho tiempo en resguardar su intimidad, para alejarla de los grandes titulares de los medios de comunicación más sensacionalistas.
Meade pareciera haber sentado a Allen en el diván: hace un examen profundo de las carencias de su vida y lo que descubre lo proyecta contra las imágenes de la obra “alleniana”
Cuidado: la obra de Meade es un trabajo serio, acucioso, casi psicoanalítico, que revela la complejidad de las creaciones de Woody Allen (el entramado de vida y obra que se convierte en una extraña pulsión por elaborar la existencia a través del arte). Los críticos han corroborado al leer a Meade que Allen no es tan buena persona como muchos de sus seguidores quisieran.
Meade pareciera haber sentado a Allen en el diván: hace un examen profundo de las carencias de su vida y lo que descubre lo proyecta contra las imágenes de la obra “alleniana”. El mismo director lo ha dicho: Todos mis defectos, fobias, neurosis y perversiones pueden ser al fin y al cabo un bien chiste”. A confesión de parte, relevo de pruebas.
Pero Meade hace su trabajo. Annie Hall es su elaboración de perder a Diane Keaton; Manhattan recompone la relación con una joven llamada Stancey Nelkin, menor de edad y muy inteligente. Hannah y sus hermanos, una forma de distanciarse de lo que él llama “las redes” del clan Farrow. Y en Los secretos de Harry ajusta cuentas con un enemigo elusivo y nunca despreciable, Philip Roth, a quien algunos acusan de haber “revisado” las memorias de Mia Farrow.
La biografía de Meade guarda perlas para coleccionistas de intimidades. Que si se hace implantes de pelo. Que si es capaz de asegurar que tiene una enfermedad para no hacer el amor. Pero lo relevante es el análisis de la mutación de Woody Allen, ese muchacho que quería agradar a toda costa y que se convirtió en este extraño ser que se ha perdido los Oscar por haber buscado una excusa de la que no puede escapar: la cita en un bar para tocar el clarinete.