Pedro Benítez (ALN).- El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), ha exigido que España pida perdón por la Conquista de hace 500 años, pero no le pide lo mismo a su colega Donald Trump por los insultos racistas que profirió contra los mexicanos hasta hace apenas un par de años. Su decisión de no dar la usual felicitación de cortesía al virtual ganador de las elecciones presidenciales estadounidenses Joe Biden ha sorprendido a propios y extraños. AMLO se suma al exclusivo grupo de gobernantes del mundo que han decidido cuestionar de esa manera el sistema democrático de Estados Unidos.
Una de las pocas cosas en las que en México se suponía que todo el mundo estaba de acuerdo, de izquierda a derecha, gobierno y oposición, empresarios, intelectuales, políticos y público en general era apostar a que Joe Biden derrotara a Donald Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses del pasado martes 3 de noviembre.
Desde 2016 Trump se transformó en la encarnación del “gringo malo”. Ese año arrancó su carrera en pos de la nominación del Partido Republicano acusando a México de enviar a Estados Unidos drogas y “personas con problemas”. Delincuentes y violadores. Su tono xenófobo alarmó a la élite política estadounidense, indignó a todo México y llamó la atención de la prensa mundial. Trump se puso en el centro de la polémica que no abandonó semana tras semana, hasta pasar de ser un aspirante excéntrico a candidato de uno de los dos grandes partidos, y finalmente el presidente de la nación más poderosa del mundo.
El magnate presidente jamás se retractó de sus ataques a los mexicanos, una de las comunidades más numerosas en Estados Unidos y cuyo país de origen es su segundo socio comercial. De nada importaron las estadísticas que demostraban que los mexicanos en particular, y los hispanos en general, estaban por debajo de la media de los delitos cometidos en el país. Tampoco que desde 2010 la tendencia migratoria entre las dos naciones se ha revertido, y que son más los ciudadanos estadounidenses que se van a vivir a México, que mexicanos a Estados Unidos. En realidad, México había pasado de ser emisor de migrantes a lugar de tránsito para centroamericanos y cubanos.
Tampoco importó que México era (y sigue siendo) el primer cliente de 28 estados de EEUU, y su territorio parte fundamental de la cadena de valor de industrias estadounidenses tan importantes como la automotriz o la aeroespacial (entre otras). Contrario a lo afirmado por Trump durante la campaña de 2016 el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que entró en vigor en 1994, creó más puestos de trabajos en Estados Unidos de los que perdió.
Pero estos datos verificables no tuvieron la menor importancia. Trump prometió construir un muro a lo largo de la frontera entre los dos países y revisar el Tratado de Libre Comercio.
Su presencia durante al menos cuatro años en la Casa Blanca prometía poner de moda aquella frase del expresidente mexicano Porfirio Díaz: “Pobrecito México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”.
En opinión de varios analistas mexicanos los ataques de Trump contribuyeron a la victoria electoral del izquierdista Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en 2018.
De modo que un populista de izquierda coincidiría con otro de derecha a los dos lados de la frontera. Para sorpresa de todo el mundo la actitud de López Obrador ha sido extremadamente pragmática con su vecino. Ha evitado confrontaciones, aceptó firmar un nuevo Tratado de Libre Comercio (que él también había criticado) y además accedió a las exigencias de Trump en materia migratoria.
AMLO utilizó la policía mexicana para detener a los inmigrantes centroamericanos, pero no en su frontera norte, sino con Guatemala. Algo que ningún otro presidente mexicano había aceptado y que, si hubiera sido el caso, la opinión pública mexicana y mundial no se lo hubiese perdonado. Pero por su filiación ideológica a López Obrador no se lo cuestiona por eso.
El pasado mes de julio AMLO visitó a Trump en la Casa Blanca, justo cuando la campaña electoral norteamericana tomaba calor. En México no faltó quien viera eso como un innecesario gesto favorable a Trump cuando las encuestas no lo favorecían.
Pero López Obrador no se ha parado allí. Contrariando la tradición entre los dos países ha optado por no felicitar a Joe Biden: “Vamos a esperar a que las autoridades decidan sobre el ganador”. Estas palabras han causado desconcierto en México. Uno más de la cadena ya mencionada.
La hora de cobrar un agravio
¿Por qué AMLO se suma al exclusivo grupo de gobernantes, entre los que figuran Vladimir Putin, Xi Jinping y Recep Tayyip Erdogan, que no se han pronunciado sobre la elección estadounidense?
Casi con toda seguridad porque es una manera de contribuir a cuestionar el sistema político de la tan execrada democracia estadounidense.
López Obrador tiene razones personales que en su declaración a los medios este fin de semana recordó: “Cuando nos robaron una de las veces la presidencia, todavía no se terminaban de contar los votos y algunos gobiernos extranjeros estaban reconociendo a los que se declararon ganadores”.
En 2006 y 2012 AMLO no reconoció el resultado de las elecciones presidenciales mexicanas, mientras que su vecino del norte (entre otros gobiernos del mundo) lo hacía. En la primera ocasión se proclamó “presidente legítimo de México”. Así pues, le llegó la hora de cobrarse ese agravio. Una pequeña satisfacción personal ver a su todopoderoso vecino envuelto en una disputa propia de los países al sur del río Grande.
Por otra parte, como se podrá apreciar, López Obrador tiene más coincidencias con Trump de lo que parecía en un inicio. Los dos tienen varios años cuestionando las instituciones electorales de sus respectivos países. Trump viene diciendo desde 2016 que si no gana es porque lo robaron. AMLO anda en lo mismo desde que fue candidato a gobernador de Tabasco en 1994.
Varios de los más furibundos acólitos de Trump, entre los que se encuentran dos dirigentes del Tea Party y una presentadora de Fox News, no han desaprovechado esta ocasión para congratularse con la posición del presidente mexicano como muestra del masivo fraude que según ellos ha ocurrido en las elecciones de su país.
Mientras tanto, desde la otra acera partidista, la representante demócrata al Congreso del distrito de El Paso, al sur de Texas, Verónica Escobar, ha recordado la colaboración de AMLO con Trump en la violación de los derechos de los migrantes y de los solicitantes de asilo.
El populismo hace estos extraños compañeros de cama.