(EFE).- La retórica y decisiones del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, están en todas partes, impregnan la política de todo el mundo y han permeado la gran mayoría de las elecciones que se han celebrado desde su regreso al poder. Su figura, sin embargo, ha cosechado –por ahora– más rechazo que apoyo.
Las amenazas del mandatario estadounidense y su guerra comercial de alto voltaje y resultado incierto han servido, según los expertos, para que electores en todo el mundo, desde Canadá hasta Australia, hayan virado su decisión en las urnas en los últimos momentos en favor de la estabilidad y aquellos líderes con más intención de plantar cara a Trump.
Canadá y Australia, dos caminos paralelos
En este inicio de 2025, dos de los países que han vivido elecciones generales han sido, precisamente, territorios con una gran historia y relación con Washington: Canadá y Australia.
En ambos países, el resultado ha sido muy parecido: un centro-izquierda en el poder en horas bajas y en claro declive que se preparaban para una derrota en las urnas, hasta que el poder de Trump y su manera de hacer política les empujó a recuperar el terreno perdido y salir victoriosos en sus respectivas elecciones.
«De la noche a la mañana, la soberanía canadiense se convirtió en el tema principal (de las elecciones»), explicaba Sam Routley, politólogo de la Western University, en un texto publicado en The Conversation, algo que no estaba sobre la mesa hasta la aparición del republicano estadounidense.
Las contantes amenazas de Trump a Canadá –jugando incluso con la idea de convertirlo en un estado de EE.UU.– y la política arancelaria estadounidense, transformaron el sentido del voto canadiense: ya no era una elección sobre política doméstica, era sobre liderazgo y unidad nacional, añadía.
Ese cambio supuso un varapalo para el partido conservador canadiense, que perdió una ventaja de casi 25 puntos en intención de voto por culpa, según los expertos y analistas, de Trump y su retórica amenazante.
Algo parecido pasó este fin de semana en Australia: el actual primer ministro, el laborista Anthony Albanese, se anotó un triunfo inesperado hace unos meses, con un mensaje de firmeza ante EE. UU. y de caricaturizar a su rival conservador como un «Trump de marca blanca».
Anti-trumpismo y estabilidad
Además de una clara apuesta por bloques de centro-izquierda, los casos de Canadá y Australia muestran, según los expertos, que el anti-trumpismo –al menos en estos países– ha tenido una fuerza mayor que la crítica y el castigo a mandatarios en el poder y su gestión en los últimos años.
Un anti-trumpismo que también se vio en las elecciones en Groenlandia, territorio que Trump quiere anexionarse y que, a mediados de marzo, apostó por los independentistas moderados y su mensaje de «unión, en especial con lo que ocurre en el extranjero»; o, lo que es lo mismo, la «falta de respeto» del republicano hacia su territorio.
La búsqueda de estabilidad en contraposición al trumpismo también se vio el pasado fin de semana en Singapur, si bien en este caso dando apoyo a un gobierno de carácter conservador –y no de centro-izquierda como en Canadá o Australia– que monopoliza el poder del país asiático desde hace más de medio siglo.
No había dudas del resultado; sin embargo, expertos en política singapurense como Cherian George aseguran que se trata de otro caso de «el efecto Trump»: «La sensación de profunda preocupación por las guerras comerciales de Trump está llevando a un número decisivo de votantes a mostrar un fuerte apoyo al mandatario en el cargo», aseguró el analista, en declaraciones recogidas por The New York Times.
Ecuador y Rumanía: el triunfo de acercarse a Trump
En el espectro opuesto están los casos de Ecuador o Rumanía, donde los líderes que han salido victoriosos de sus comicios han buscado la cercanía con el estadounidense o, directamente como en el caso del rumano Simion, han intentado imitarles en sus lemas o incluso en su vestimenta.
El caso más sutil es del ecuatoriano Daniel Noboa. El político conservador fue uno de los pocos líderes regionales que asistió a la toma de posesión de Trump y se reunió con el presidente estadounidense en Mar-a-Lago dos semanas antes de las elecciones de mediados de abril.
En parte, basó su campaña electoral en un discurso de mano dura contra el crimen y cercanía a los EE. UU. del mandatario republicano, en clara contraposición de la correísta Luisa González.
El caso rumano va más allá: George Simion, candidato de la ultraderecha, venció sin problema la primera vuelta de las presidenciales de su país con un discurso abiertamente trumpista, hasta el punto de utilizar lemas inspirados en el presidente republicano, como «Rumanía primero», y en ocasiones hasta vistió una gorra de béisbol con el lema «Trump».
La segunda vuelta –el 18 de mayo– será un referéndum para el país europeo: o mirar a Europa o aislacionismo al más puro estilo Trump.
En esa misma línea se encuentra el buen resultado electoral de Reform UK del populista Nigel Farage en las municipales del Reino Unido de la semana pasada, un líder muy cercano a Trump a quien ve como una «inspiración».
También la segunda posición lograda por la ultraderechista AfD, apoyada por la administración Trump levantando críticas y denuncias de injerencia por parte del resto de políticos, en vísperas de las elecciones federales.
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