Daniel Gómez (ALN).- La CAF, la Fundación Paraguaya y la Universidad de Oxford presentaron ‘Las dimensiones faltantes en la medición de la pobreza’, libro que propone seis indicadores para medir la pobreza y que van más allá de lo económico. Mireya Vargas, directora del Centro Lyra, los puso en marcha. Ahí detectó que, por ejemplo, en la Venezuela de 2015, un 73% de los venezolanos consideraba que un vecino no le devolvería la cartera si la encontrara. Y como este ejemplo, otros tantos.
Gabriel García Márquez dijo que lo que no se comunica no existe. Ana Mercedes Botero dice que no existe lo que no se mide. La directora de innovación social de la Corporación Andina de Fomento (CAF- Banco de Desarrollo de América Latina) parafrasea al escritor colombiano para explicar por qué se escribió el libro que la CAF, la Fundación Paraguaya y la Universidad de Oxford presentaron este martes en la Casa de América de Madrid.
Las dimensiones faltantes en la medición de la pobreza propone seis indicadores para calcular la pobreza. Indicadores que van más allá de la condición económica. Estos son: calidad de empleo, habilidad de ir por la vida sin sentir vergüenza, seguridad física, no poder ser uno mismo, contar con pocas relaciones sociales y sentirse insatisfecho.
Mireya Vargas, directora del Foco Sustentable y el Centro Lyra, probó estos indicadores. Los resultados de su investigación, a los que pudo acceder ALnavío, muestran cómo por ejemplo, en la Venezuela de 2015, cuando la crisis (económica, humanitaria, política y migratoria) no era tan pronunciada como ahora, el 66% de las personas no tenía a quien contarle un asunto íntimo.
El 73% de los venezolanos considera que un vecino no le devolvería la cartera con dinero si la encontrara
“El venezolano está solo, incluso en niveles familiares”, señaló Vargas en la presentación del libro. La situación llega a límites que traspasan lo racional: el 73% de los encuestados en Venezuela piensa que un vecino no le devolvería la cartera con dinero si la encontrara. ¿A qué se debe? A las instituciones. Vargas muestra que un 70% de los venezolanos no confía en ellas.
La investigadora también estuvo en Bolivia. En el barrio de Obrajes encuestó a una comunidad de mujeres. El 66% se sienten avergonzadas por ser pobres, el 49% lamenta la falta de libertad y el 45% considera que la gente se ríe de ellas y que las humillan.
Hay más casos. Para dimensionar la seguridad física Vargas se centró en América Latina y el Caribe. Cerca de 33% de los homicidios del planeta ocurren en la región, o sea, un 8% de la población mundial. La tasa de homicidios muestra que 14 de los 20 países más peligrosos del mundo están allí. Y es que una de cada cinco personas asesinadas en el mundo fueron brasileños, colombianos o venezolanos, según los estudios de Vargas.
La pobreza causa más daño que el cambio climático
Los indicadores desnudan una realidad que preocupa. La pobreza es el primer objetivo de la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (ONU). Aquí los datos que ofrece el organismo: causa más perjuicio económico que el cambio climático, 836 millones de personas aún viven en la pobreza extrema y cerca del 20% de los individuos en áreas en desarrollo cuenta con menos de un euro (1,25 dólares) diarios.
Asia meridional y África subsahariana lideran el ranking de zonas más pobres del planeta. Pero Latinoamérica no se libra. Señala Guillermo Fernández de Soto, presidente de la CAF, que, a pesar de los avances en el desarrollo de la clase media, la región continúa siendo la más desigual del mundo. “Latinoamérica necesita una transformación productiva, desarrollar cadenas de valor y planes de empleo. Para llevar a cabo lo anterior, hay que entender con exactitud la dimensión de la pobreza”, matiza el presidente en el acto de presentación del libro.
Como solución, Martín Burt, director general de la Fundación Paraguaya, insiste en la colaboración de organismos públicos y privados. Pero antes pide un cambio de planteamiento: La pobreza no hay que reducirla ni aliviarla, “hay que eliminarla”. Su propuesta es dar consciencia a los pobres de que lo son y de que también pueden salir de ahí. Logrado este punto, es cuando los programas de alivio estatales, las inversiones de las empresas, junto al convencimiento de la gente de que puede salir de su situación, servirían para acabar con la pobreza. Así es como la Fundación Paraguaya ha conseguido, en Paraguay y México, trabajar con 60 empresas, con el Estado, así como con los propios afectados, para eliminar este grave problema.