Pedro Benítez (ALN).- Donald Trump sube todavía más la apuesta y no sanciona esta vez a PDVSA sino a la petrolera rusa Rosneft. Esto es la consecuencia de una serie de torpezas que Nicolás Maduro ha cometido, manteniendo el tema Venezuela en el centro del escenario mundial. Puede que Vladímir Putin no varíe su posición, pero apoyar a Maduro le saldrá muy caro. Además, Maduro también le creó problemas al gobierno socialista de España y ahora se pelea sin ningún motivo con otro gobierno de izquierda, el de Portugal.
Por lo visto muchos han subestimado el problema Venezuela. Hace un año por estas fechas tanto en la administración de Donald Trump como en el Grupo de Lima daban por inminente la caída de Nicolás Maduro. Ahora en el otro lado de la cancha ocurre exactamente lo contrario, es el presidente ruso Vladímir Putin quien ha subestimado el costo que le implicaría seguir apoyando a Maduro.
La diferencia es que Estados Unidos, con una economía que es más de 10 veces la de Rusia, siempre tiene bastante margen de maniobra.
Dando por buenas las informaciones que recibió, Trump calculó una victoria fácil y rápida en Venezuela respaldando a Juan Guaidó en enero de 2019. Las cosas no han resultado como esperaba. Pero no por eso va a desistir. Todavía le queda mucho pulmón.
Putin también pensó que le resultaría rentable respaldar a Maduro: le mantenía un foco de perturbación a Estados Unidos en esta parte del mundo, aumentaba su influencia global, ganaba ventajas comercializando el petróleo venezolano y de paso se aseguraba cobrar las deudas contraídas por el régimen chavista. Un negocio redondo que Washington le acaba de desbaratar.
Aunque viéndolo bien han sido los errores de sus aliados en Venezuela los que a su vez llevaron al Departamento del Tesoro de los Estados Unidos a precipitar esta sanción contra Rosneft Trading S.A., el ala de negociación y transporte internacional de la petrolera rusa.
Del 5 de enero a esta parte el régimen de Maduro ha incurrido en una sucesión de errores que lo único que han hecho es poner el tema Venezuela en el centro del escenario mundial. La ocupación militar de la sede de la Asamblea Nacional (AN) alejó a los gobiernos de México y Argentina, escandalizó a Europa y fue el trampolín de la gira de Juan Guaidó, que a su vez impulsó esta nueva ola de presión estadounidense.
En el camino el madurismo le creó problemas al gobierno socialista de España y ahora se pelea sin ningún motivo con otro gobierno de izquierda, el de Portugal. Este es el record que lleva en seis semanas.
Recordemos, por cierto, que fue una declaración del viceministro de Finanzas ruso, Serguéi Storchak, la que llevó a Maduro a incrementar la presión sobre la AN a fin de sacar del camino a Guaidó. El 31 de diciembre pasado Storchak mostró las cartas de su gobierno: “Rusia brindará apoyo económico a Maduro siempre y cuando Juan Guaidó no sea reelecto presidente de la Asamblea Nacional el próximo 5 de enero”.
Ese era el plan. Maduro actuó confiando en el mismo, pero, típico de él y su grupo, lo hizo con toda la torpeza nacida de la soberbia de quien tiene mucho tiempo ejerciendo el poder impunemente.
Ese era el plan. Maduro actuó confiando en el mismo, pero, típico de él y su grupo, lo hizo con toda la torpeza nacida de la soberbia de quien tiene mucho tiempo ejerciendo el poder impunemente.
El resultado ha sido crearle un problema a Putin que no tenía hace unos días. Porque la economía rusa no sólo es la décima parte de la de Estados Unidos, con un PIB inferior al de Brasil y Corea del Sur, es que además es la misma en términos per cápita de hace una década. Rusia es un país con problemas económicos donde no faltan voces, incluso dentro del propio gobierno, que se preguntan qué ganan apoyando a un régimen como el de Maduro. El recuerdo de cómo la antigua URSS se fue por el basurero de la historia por despilfarrar dinero en aventuras imperiales es muy reciente. Justamente allí es a donde apunta la Casa Blanca. Al flaco débil ruso. El dinero.
Para comprender lo que Donald Trump pretende hacerle a Vladímir Putin para cobrarle (entre otras facturas) su apoyo a Nicolás Maduro, hay que leer (o releer) El Padrino de Mario Puzzo. El presidente estadounidense básicamente va a exprimir al ruso. ¿Por qué lo hará? Sencillamente porque puede. Es una cuestión de poder.
Estados Unidos está en su mejor momento económico, con el desempleo más bajo en décadas y con una de las expansiones productivas más largas desde que se llevan registros. De paso, ha vuelto a ser un exportador neto de petróleo. Ya no funciona contra esa potencia el chantaje energético de otras épocas.
De modo que Trump tiene hoy todas las cartas fuertes. Y pese a eso ha intentado ser razonable. Sus funcionarios insisten en darle a los rusos la posibilidad de un buen arreglo. Que le ayuden a salir de Maduro y a cambio aseguren sus inversiones en Venezuela. Ente sumas y restas es un buen trato tomando en cuenta las opciones.
La otra vía es la de seguir perdiendo dinero por insistir en apoyar a Maduro con un compromiso que ni China con muchos más recursos ha intentado.
Ese es el cuadro político internacional hoy sobre Venezuela. La gran pregunta es qué prefiere Putin que haga Maduro: ¿Resistir o negociar?