Nerea Parada (ALN).- José Ignacio Goirigolzarri será recordado como el salvador de Bankia y de miles de clientes. Todos aquellos que acostumbran a demonizar la figura de los banqueros se sorprenderían con este vasco afable, al que no le gusta que le llamen presidente.
José Ignacio Goirigolzarri es bilbaíno, licenciado en Ciencias Económicas y, por encima de todo, incondicional del Athletic Club. Tiene un alto grado de compromiso con la sociedad y con la labor como banquero. Tanto es así que el 25 de mayo de 2012 está marcado a fuego en su calendario. Hizo lo que nunca creyó poder hacer salvo que se produjese una catástrofe mundial: se perdió la final de la Copa del Rey que disputaron el Fútbol Club Barcelona y el Athletic de Bilbao.
En una entrevista con el periódico El Mundo, declaró que visto con perspectiva se ahorró mucho sufrimiento, ya que el Barça ganó 3-0 al equipo vasco. En lugar de disfrutar del encuentro en un bar o con amigos, Goiri, tal como se le conoce en el mundo financiero, estaba forzando la dimisión del Consejo en la etapa de Rodrigo Rato, ahora imputado por numerosos cargos, entre ellos las tarjetas black. El banquero dijo en varias ocasiones que si se quieren cambiar las cosas había que empezar con una nueva dirección. Hay que hacer muchas modificaciones, empezando por arriba, dando ejemplo.
Nacido en 1954, inició su carrera profesional en el Banco de Bilbao en 1977, donde fue director general del BBV y miembro del Comité de Dirección. Además, fue consejero delegado de BBVA y cuando parecía que podía aspirar a la presidencia, fue cesado como número dos de la entidad. Abandonó así, a los 55, el banco al que había dedicado más de 30 años de vida.
Tras casi tres años de parón laboral, regresó a la banca para sustituir a Rato al frente de Bankia. Volvió a “la primera línea de batalla” en un momento marcado por una profunda crisis económica y reestructuración del sector. Goiri es considerado un experto y en ese momento era el único desempleado de primer nivel capacitado para reflotar un barco prácticamente hundido. Fue el propio Rato el que lo propuso para el cargo.
El desafío era inconmensurable. En este nuevo proyecto profesional puso alma y corazón. El banquero se sentía capaz de hacer resurgir al Ave Fénix de las cenizas. Fue su profundo sentido de Estado, y no el dinero, lo que le empujó a aceptar el reto. Tras el despido de BBVA, en 2009, recibió una indemnización y pensión vitalicia que asciende a 68,7 millones de euros brutos (aproximadamente 73,6 millones de dólares).
Tal como comentó en una entrevista concedida al diario El Mundo, cuando le planteó la situación a su mujer, la empresaria Isabel Artaza Bilbao, ésta no supo si reír o llorar, si apoyarle o huir despavorida. Finalmente le ayudó a tomar la decisión.
José Ignacio Goirigolzarri se sentía capaz de hacer resurgir al Ave Fénix de las cenizas
La única condición para que Goirigolzarri aceptase el puesto de director ejecutivo era tener cierta independencia. Quería asegurarse de que no iba a haber injerencias políticas, debía realizarse una gestión profesional con un mandato claro, crear valor para los accionistas.
Sólo una semana después de aceptar el cargo y de abandonar su tranquila vida en el País Vasco para sumergirse en la caótica Madrid, hizo las primeras declaraciones en televisión. El objetivo era tranquilizar a los 10 millones de clientes de la entidad que temían perderlo todo.
Un día más tarde anunció en rueda de prensa que necesitaba 19.000 millones de euros (20.300 millones de dólares) para salvar Bankia. Han pasado cinco años desde aquel anuncio y la entidad volvió a dar beneficios en 2016: 804 millones de euros (861 millones de dólares). También creció el número de clientes, así como los depósitos. Además, la entidad repartió dividendos, aunque el valor en Bolsa todavía está lejos de compensar los millones que Goiri pidió para el rescate.
“Han pagado justos por pecadores”
El banquero afirma tener un compromiso social con los trabajadores de Bankia. Las personas que coinciden con él destacan un carácter cercano, para nada reñido con su meticulosidad profesional. Con 30 años de experiencia, las ganas de aprender de Goirigolzarri siguen creciendo. Está estudiando Filosofía en la Escuela de Filosofía de Madrid.
Considera que los desahucios fueron un problema serio y que la situación de quiebra del banco, un sumatorio de malas decisiones. “Han pagado justos por pecadores. No todos los banqueros son culpables de la crisis, no todas las personas son iguales”, dijo en El País.
Por ejemplo, los 15,5 millones de euros (16,6 millones de dólares) de las tarjetas black fueron descubiertos en una auditoría encargada por el propio Goirigolzarri. Tuvo muy claro que este tema iba a tener un impacto negativo en la imagen de Bankia, pero no quiso cambiar el nombre de la entidad a fin de que la gente no se sintiese engañada. Lo habitual en estos casos es que la sociedad piense que son la misma clase de personas, pero con cara nueva y nombre nuevo.
Mucho camino por recorrer
Como doctor de urgencias, José Ignacio Goirigolzarri supo mantener al paciente con vida a pesar de las complicaciones en el proceso de curación y rehabilitación. Aunque todavía quede mucho por recorrer, la entidad parece haber elegido el camino correcto. Prueba de ello es la fusión con Banco Mare Nostrum (BMN). Tras recibir el sí de los accionistas, conslidará Bankia como el cuarto banco de España, con un aumento del 25% de la clientela y un crecimiento de la rentabilidad que supondrá elevar el beneficio por acción un 16% en tres años.
Las decisiones del equipo directivo responden con crecimiento económico, así como con la mejora de la imagen del banco. Pero Goirigolzarri no es hombre de un solo frente. Preside Bankia, BFA Tenedora de acciones, la Fundación Garum y el Consejo Asesor del Instituto Americano de Investigación Benjamin Franklin; es vicepresidente del Deusto Business School; patrono de Everis, Orkestra, Confederación Española de Directivos y Ejecutivos (CEDE) y patrono de honor de la Fundación Consejo España-USA.
El presidente de Bankia es un hombre normal que prefiere pasear por la Sierra de Madrid y el Retiro antes que disfrutar las vacaciones en un yate privado. Un hombre comprometido con la sociedad y los trabajadores. Amable, amante del arte luchador nato y especialmente reservado. De su vida no se sabe más. Nunca quiso ser reconocido como personaje público y es experto en camuflarse. Sus hijos Juan y Josebe Goirigolzarri no siguieron la estela. Juan es abogado y Josebe cardióloga residente en el Hospital Puerta de Hierro de Madrid. En definitiva, Goiri tiene la vida perfectamente organizada. Es el capitán perfecto de un barco que en 2012 tocó fondo y en la actualidad está empezando a salir a flote.