Pedro Benítez (ALN).- Ya no se puede comparar al régimen de Maduro con la dictadura castrista. Después de todo ha llevado al país a un nivel más bajo: al del Haití de los Duvalier.
Probablemente el régimen más catastrófico que ha padecido Latinoamérica fue el de la familia Duvalier en Haití, hasta que el ascenso del chavismo al poder en Venezuela lo superó.
Cuando el medico François Duvalier accedió a la Presidencia de Haití en 1957, este era un país pobre pero no miserable. De hecho, la década que le precedió fue de una modesta prosperidad para los haitianos gracias a la llegada de inversiones extranjeras, al turismo internacional y a cierto desarrollo de sus infraestructuras.
Duvalier (o Papa Doc como también se le conocía) era un reconocido especialista en epidemiología antes de iniciar su carrera política y fue elegido democráticamente presidente en 1957. Pero una vez en el ejercicio del poder comenzó a aplicar tácticas típicamente populistas con la intención de más nunca abandonarlo.
Pese a los abusos, el gobierno de Papa Doc gozó por varios años de respaldo popular gracias a su hábil explotación política de los resentimientos sociales y a sus gestos populistas. Pero en noviembre de 1985, luego de años de corrupción generalizada, pillaje y colapso del Estado, el pueblo haitiano se sublevó
Así, por ejemplo, comenzó a promover la confrontación de la mayoría negra contra la élite mulata del país. Renovó la religión vudú para afianzar su influencia sobre la población. Depuró al Ejército, y creó una milicia de voluntarios conocidos como los Tonton-Macoutes. Estos eran sus brigadas de choque, que usó primero en contra de la oposición política y posteriormente de manera generalizada contra el resto de la población cuando su gobierno se hizo más brutal y represivo.
Los Tonton-Macoutes llegaron a tener 40.000 hombres armados frente a los 7.500 efectivos del Ejército; y para pagar su lealtad se les permitió financiarse mediante el contrabando, la extorsión y otras actividades criminales.
Paralelamente a todo esto François Duvalier hizo aprobar una nueva Constitución, introdujo en la misma (no podía ser de otra manera) la reelección presidencial indefinida y concentró todos los poderes en su persona. Sin embargo, no conforme con esto se proclamó presidente vitalicio con derecho a designar a su sucesor, que cuando falleció en 1971 terminó siendo su hijo Jean Claude Duvalier.
Este gobernaría al frente del Estado criminal y de terror que impuso su padre hasta 1986. En total 28 años y cinco meses de poder absoluto en los cuales la familia Duvalier (y sus socios) monopolizaron todos los sectores de la economía en provecho propio, llevando a cabo un sistemático saqueo de Haití hasta dejarlo en la más absoluta ruina.
Pese a los abusos, el gobierno de Papa Doc gozó por varios años de respaldo popular gracias a su hábil explotación política de los resentimientos sociales y a sus gestos populistas. Pero en noviembre de 1985, luego de años de corrupción generalizada, pillaje y colapso del Estado, el pueblo haitiano se sublevó.
Ese mes comenzó una revuelta popular antiduvalierista que barrió el país y llevó al entonces secretario adjunto de Estado para asuntos interamericanos Elliott Abrams a anunciar, el 14 de enero de 1986, el recorte de la ayuda económica de Estados Unidos a Haití.
En la madrugada del siguiente 7 de febrero Jean Claude Duvalier y su cleptómana esposa Michelle Benett abandonaron el país. Una junta cívico-militar encabezada por el jefe del estado mayor del Ejército, general Henry Namphy, y constituida con representantes de la Iglesia y la Liga de Derechos Humanos tomó el poder. Atrás quedaban 30.000 asesinados por la represión y un país colapsado que dependía de la ayuda humanitaria internacional para subsistir.
Similitudes dramáticas
En muchos aspectos la Venezuela de 2019 guarda similitudes dramáticas con el paso de la familia Duvalier por el poder.
El desplome del PIB venezolano a la mitad de lo que era en 2012 y de su producción petrolera a un tercio de la que tenía en 1998, así como una inflación que es desde hace varios años la más alta del mundo y desembocó en hiperinflación, son consecuencias del estilo de gobernar que impuso el expresidente Hugo Chávez y que su sucesor Nicolás Maduro ha profundizado.
El desplome del PIB venezolano a la mitad de lo que era en 2012 y de su producción petrolera a un tercio de la que tenía en 1998, así como una inflación que es desde hace varios años la más alta del mundo y desembocó en hiperinflación, son consecuencias del estilo de gobernar que impuso el expresidente Hugo Chávez y que su sucesor Nicolás Maduro ha profundizado
Todos los días fallecen niños en los hospitales públicos por enfermedades prevenibles o por desnutrición. La pobreza se ha incrementado hasta el 90% y más del 65% de la población pasa hambre regularmente.
Desde el pasado 7 de marzo ese colapso se ha profundizado repentinamente con la caída del suministro eléctrico. Centros urbanos completos se quedaron sin energía eléctrica por cinco, nueve o más días, y por consiguiente sin bombeo de agua potable por casi todo ese mes.
Las imágenes de miles de personas recorriendo las calles de las principales ciudades de Venezuela en busca de agua han sido desoladoras. La falta de agua es mucho grave que la de electricidad.
Pese a la versión dada por los voceros del régimen de Maduro atribuyendo estas dificultades a “sabotajes electromagnéticos originados en Estados Unidos”, lo cierto es que esta crisis de energía eléctrica dura ya una década completa y los ingenieros venezolanos en el área habían advertido insistentemente que se agravaría por la desprofesionalización del sector, la corrupción aguda, la falta de mantenimiento y el bajo respaldo termoeléctrico.
Esas críticas no han sido atendidas nunca por el chavismo, que es prisionero de sus prejuicios ideológicos y de su corrupción. En ese sector el chavismo ha malbaratado o robado casi 100.000 millones de dólares. La consecuencia es que en muchos aspectos Venezuela retrocedió literalmente un siglo.
El impacto de ese acontecimiento sobre la vida cotidiana del país ha sido mucho más dramático e inmediato que las sanciones impuestas por el Gobierno de Estados Unidos a lo que queda de la industria petrolera venezolana.
Cuando observadores se preguntan cómo un régimen que ha llevado a un país a tal estado de postración tiene tanta capacidad para sostener su dominación, la respuesta la podemos encontrar repasando casos como el Haití de los Duvalier.
Esta es la historia del colapso eléctrico que comenzó con Chávez y reventó con Maduro
Grupos muy armados y muy violentos que subsisten precisamente de la rapiña y la extorsión sostienen a Maduro como sostuvieron a los Duvalier. En aquel Haití eran los Tonton-Macoutes. En esta Venezuela son los colectivos y la milicia, paralelos al Ejército venezolano. Detrás, toda una estructura de saqueo de los recursos del país en favor de la élite chavista.
Un ejemplo de esto se puede apreciar en estos momentos en el estado Zulia, el más poblado del país, cuya capital, Maracaibo, es la segunda ciudad de Venezuela. Desde el primer corte de suministro eléctrico nacional estos colectivos al servicio del gobernador chavista de esa entidad, Omar Prieto, se han dado al saqueo y al pillaje, sembrando el terror entre la población.
Mientras que desde hace unos días el fluido eléctrico se le ha restituido en buena medida a Caracas, al resto del país sólo se le suministran tres o cuatro horas promedio por día. Entre ellos al Zulia, destruyendo así toda forma moderna de vida.
¿Cómo se mantiene a raya la lógica protesta social? Mediante la represión de los colectivos. Exactamente la misma lógica de los Duvalier. El precio de esa dominación es la destrucción. Esta es una de las razones que explican, por cierto, las altísimas tasas de homicidios en Venezuela.
La Cruz Roja Internacional sienta en el banquillo a Nicolás Maduro
Por supuesto, la caída de Venezuela en estos años es mucho más dramática que la de Haití. Después de todo, el país cuenta con la tercera central hidroeléctrica del mundo, gigantescas reservas de petróleo y gas, y abundante agua dulce. Era casi tan difícil arruinar a un país así, como hacerlo prosperar. El socialismo bolivariano optó por lo primero.
Al admitir el ingreso de la ayuda humanitaria, Maduro reconoce que Venezuela es hoy un Estado fallido que necesita de la caridad mundial para paliar en algo las dramáticas necesidades básicas de su población. Chávez y Maduro transformaron al primer exportador de petróleo del hemisferio occidental en el indigente de la región.
Pero hay otra diferencia fundamental entre los dos casos: la oposición venezolana al régimen de Maduro sigue siendo vigorosa dentro del país, e insiste en estar en las calles. Ella es, desde su mayoría en la Asamblea Nacional, la única posibilidad que tiene Venezuela de reinstitucionalizarse. Algo que no tenía Haití en 1986.