Antonio José Chinchetru (ALN).- Carles Puigdemont está condenado a aceptar la Presidencia simbólica de Cataluña si quiere seguir presentándose como ‘presidente en el exilio’. Cual Sancho Panza en la Ínsula Barataria, el suyo será un mando fantasioso sin capacidad ejecutiva real alguna. Aun así, continúa maniobrando para imponerse a sus aliados y rivales de ERC, e incluso del PDeCAT, y mantener el poder en última instancia.
La visión casi patrimonialista que tiene Carles Puigdemont sobre la jefatura del Gobierno de Cataluña se ha convertido en el gran obstáculo del independentismo para recuperar el Poder Ejecutivo autonómico. Fracasada la vía de la investidura telemática, el separatismo negocia una ‘doble Presidencia’. Puigdemont sería ensalzado como un ‘presidente en el exilio’ y supuestamente ‘legítimo’, mientras que otra persona ocuparía el cargo legalmente en Barcelona, con el objetivo de desactivar el artículo 155 de la Constitución española.
Puigdemont ha logrado llevar al separatismo al borde de la fractura más absoluta. Las relaciones de sus fieles y de Junts per Catalunya (la marca electoral con la que concurrió a los comicios) con Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) son muy tensas. Pero no sólo eso. Junts Per Catalunya fue considerado por gran parte del Partido Demócrata Europeo Catalán (PDeCAT), en el que supuestamente se sostiene dicha lista electoral, como un proyecto personalista que priorizaba los intereses y la promoción de Puigdemont sobre los de la formación. Las tensiones no han hecho más que crecer tras los comicios.
La única vía que parece encontrar el separatismo para superar las tensiones y evitar la fractura definitiva es la doble Presidencia. Sería un modo de contentar a un Carles Puigdemont que se resiste a no ser reconocido como presidente legítimo por parte del independentismo. Sin embargo, incluso aquí existen tensiones.
Puigdemont busca que el Parlamento regional cambie la norma para crear un Consejo de la República
El plan de ERC es que la ‘Presidencia en el exilio’ sea tan sólo simbólica, mientras que las funciones reales del Gobierno recaigan en la persona que sea elegida para ello según dictan las normas legales. El segundo mayor partido separatista quiere evitar nuevos problemas ante los tribunales. El encargado de proclamar la Presidencia simbólica de Puigdemont sería, según ha publicado El Mundo, la denominada Asamblea de Electos. Se trata de un organismo sin ninguna función legal, constituido por concejales y alcaldes separatistas, que pretende fungir, a modo de soviet, como Parlamento paralelo.
Nueva maniobra de Puigdemont
Aunque colmara las aspiraciones de Puigdemont desde un punto de vista del simbolismo, esta vía terminaría restando importancia a su figura. Sería presidente de Cataluña como Sancho Panza fue gobernador de la Ínsula Barataria en El Quijote: más cerca de la fantasía que de la realidad y sin poder efectivo alguno.
Pero el fugado en Bélgica tiene su propio plan, según ha informado La Vanguardia. Pretende cambiar el orden de los factores mediante una modificación de la Ley de la Presidencia de la Generalitat y del Gobierno.
Puigdemont busca que el Parlamento regional, donde tienen mayoría los separatistas, cambie la norma para crear un Consejo de la República que tenga preeminencia sobre el Gobierno autonómico. El objetivo es que le proclame a él presidente de esa nueva institución, que sería la que tomaría las decisiones.
Mientras, al Ejecutivo autonómico elegido por el Parlamento de Cataluña le correspondería el papel de mero gestor de lo decidido por Puigdemont. Esta vía también podría estar condenada al fracaso ante los tribunales, puesto que el Gobierno de Mariano Rajoy la llevaría con toda seguridad ante el Tribunal Constitucional, que muy probablemente la considere contraria a la Carta Magna española.