Juan Lozano (ALN).- Los habitantes del Pacífico parecen haber decidido no seguir callados mientras se está discutiendo una nueva reforma a la representación política, un ajuste al sistema de trasferencias del Estado central y unas nuevas reglas de juego en las relaciones con los municipios y los territorios alejados de Bogotá.
Una oleada de paros sacude Colombia. En la última semana hubo paro de maestros, de la guardia penitenciaria, incluso paro en el propio Ministerio del Trabajo. A los cuatro vientos, Julio Roberto Gómez, presidente de la Central Sindical CGT, ha venido diciendo que “a Juan Manuel Santos hay que hacerle un paro para que firme y cinco paros para que cumpla”. Amplias marchas y movilizaciones promovidas por diferentes sindicatos han recorrido las principales ciudades del país.
Como si fuera poco, el Gobierno no ha podido decretar a estas alturas el incremento de salarios para 2017 de los trabajadores oficiales, incluidos todos los policías y soldados, quienes esperan desde enero su aumento. Y para rematar, anunció que objetará una ley aprobada por el Congreso, que daba cumplimiento a una promesa de campaña de Santos, en el sentido de reducir en 8% los aportes de los pensionados para su sistema de salud, lo que ha provocado las más airadas reacciones de los colectivos de pensionados en las distintas regiones.
En Buenaventura no hay agua potable para toda la población
Esta catarata de protestas, de gran alcance, ha pasado, sin embargo, a segundo plano ante una serie de paros regionales con profundo contenido étnico. Explotaron hace ya varios días en la región del Pacífico colombiano y han tenido bloqueado el más importante puerto nacional sobre el Pacífico, el puerto de Buenaventura.
Más allá de una solución puntual para los pobladores de Buenaventura, lo que quedó en evidencia fueron expresiones de una rebelión en ascenso del litoral Pacífico contra el Gobierno centralista. Las evidencias están a la vista. Simultáneamente con las movilizaciones en Buenaventura, en el departamento del Chocó, en su capital Quibdó y otros municipios en los que predomina la población afrocolombiana, las protestas han paralizado la vida local, el comercio, el sistema educativo e incluso las pequeñas estructuras productivas. No son hechos aislados.
Ray Charrupí, presidente de la organización Chao Racismo, consultado directamente por ALnavío a propósito de esta turbulencia social, resalta el abandono histórico, el desdén y la exclusión sistemática entre los factores detonantes de esta situación.
“Llegué ayer de Buenaventura y encontré que ellos, los bonaverenses, no van a tramitar solos sus peticiones. Están en comunicación con los líderes de la protesta en Chocó y están dispuestos a que se unifiquen los clamores. Ellos saben que si el puerto de Buenaventura se paraliza, todo el sector productivo colombiano sufre, de manera que Buenaventura no va a dejar solo al resto del Pacífico”, dijo Charrupí.
Qué reclama Buenaventura
Y lo que reclama Buenaventura, que ya ronda los 500.000 habitantes -quienes padecen un recrudecimiento de la narcoviolencia en un entorno de 66% de pobreza multidimensional cuando el consolidado nacional es inferior al 50%-, no es de poca monta. La tasa de desempleo es superior al 60% y el empleo informal supera el 90%. En Buenaventura no hay un hospital de segundo nivel ni de tercer nivel.
“Cuando alguien se enferma de gravedad toca subirlo en una ambulancia para que se vaya detrás de una tractomula de carga y no se muera. Es que la carga parece más importante que la gente. Para la carga sí hay vía”, precisó Charrupí.
En Buenaventura no hay agua potable para toda la población. El exministro Luis Felipe Henao ha explicado el alcance de las nuevas inversiones en saneamiento básico en Buenaventura, que están a la vista. Sin embargo, según cifras oficiales del Departamento Nacional de Planeación recogidas por la revista Semana, Buenaventura tiene un 60% de cobertura de alcantarillado, lo que se traduce en un 76% de cobertura de acueducto urbano, con una continuidad de 9,8 horas cada dos días.
Se abre un nuevo capítulo en la lucha por las reivindicaciones de los afrocolombianos
El abogado Yezid Arteta la llama “La revolución negra”. En medios de comunicación se ha hablado del “Alarido del Pacífico”. Lo cierto es que no solo por la agitación nacional sino por la actitud de los convocantes de las movilizaciones, parece estarse abriendo un nuevo capítulo en la lucha por las reivindicaciones de los afrocolombianos.
El presidente de la República se vio obligado después de más de 10 días de paro a conformar unas comisiones especiales, multisectoriales, para dialogar con la comunidad y resolver la situación.
Pero es un pliego sui generis. Es la voz de toda una región que parece haber decidido no seguir callada, cuando se está discutiendo una nueva reforma a la representación política, un ajuste al sistema de trasferencias del Estado central y unas nuevas reglas de juego en las relaciones con los municipios y los territorios alejados de Bogotá, en función del posconflicto, del acuerdo de paz con las FARC y de la campaña electoral que se avecina.
Quizás la cita del pastor Marco Fidel Cruz, cuya tarea se desarrolla en Buenaventura, resume mejor lo que buscan sus habitantes, que no quieren limitarse a lo político y lo económico:
“No conocieron camino de paz, ni hay justicia en sus caminos; sus veredas son torcidas; cualquiera que por ellas fuere, no conocerá paz. Por esto se alejó de nosotros la justicia, y no nos alcanzó la rectitud. Esperamos luz”.