Leticia Núñez (ALN).- ¿Premio al buen gobierno o estímulo a los personalismos? Cada vez son más los presidentes de Latinoamérica que deciden enmendar la Constitución para optar a otro mandato. El último en intentarlo ha sido Horacio Cartes en Paraguay. Los ciudadanos salieron a las calles a rechazarlo. “El Presidente de la República y el Vicepresidente durarán cinco años improrrogables en el ejercicio de sus funciones. No podrán ser reelectos en ningún caso”. Es el artículo 229 de la Constitución Nacional de Paraguay aprobada en 1992 tras finalizar la dictadura de Alfredo Stroessner, el militar que gobernó con el Partido Colorado desde 1954 hasta 1989. Un enunciado que, sin embargo, no ha frenado la tentación reeleccionista del actual presidente, Horacio Cartes. Su intento de reformar la ley a finales de marzo para poder continuar en el cargo después de 2018 llevó a los paraguayos a protestar en las calles contra los planes del líder conservador. Un deseo, por cierto, que también comparte su antecesor, Fernando Lugo, el exobispo de izquierdas que fue destituido en 2012 mediante un juicio político.
Bajo el lema “no a la reelección”, los manifestantes se aglutinaron frente al Congreso para mostrar su indignación por lo que consideraban una manipulación política de las reglas de juego por parte de la clase dirigente (aprovecharon un pleno extraordinario casi secreto para aprobar un proyecto de enmienda constitucional). Hubo más de 200 detenidos y un muerto. Este martes, dos semanas después de los disturbios, Cartes ha asegurado que no se presentará “en ningún caso” a las elecciones de 2018. Sin embargo, parece que habrá crisis política para rato. La senadora Lilian Samaniego, perteneciente al partido de Cartes, subrayó que sigue en pie la enmienda constitucional para modificar la limitación de mandatos. Y es que el de la reelección presidencial es un asunto que reaparece periódicamente en el debate político en los países de América Latina.
“La historia de la región está marcada por la modificación del artículo que tiene que ver con la reelección y la duración del mandato, que es el que más han cambiado la mayoría de los países. Es un tema que siempre ha estado en el debate de la formación de las repúblicas de América Latina”, explica al diario ALnavío Ilka Treminio, directora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) en Costa Rica. En este sentido, añade que se trata de “un mal que ha estado siempre” y que esa tentación de mantenerse en el poder “no surge con Hugo Chávez”.
En el caso de Venezuela y Nicaragua existe la posibilidad de la reelección indefinida
El asunto no solo ha vuelto a la palestra en Paraguay. También ha aflorado en Chile, donde elegirán mandatario en noviembre. Ricardo Lagos, Sebastián Piñera, Michelle Bachelet… el orden de los factores no altera el producto. ¿O sí? Los tres fueron presidentes chilenos. Mientras Bachelet despedirá próximamente su segundo mandato en el Palacio de la Moneda tras una primera legislatura entre 2006 y 2010, Piñera, de 67 años, lucha por ser elegido de nuevo. De hecho, el expresidente de derechas (2010-2014) lidera las encuestas. Según el último sondeo de Cadem, recogido este lunes por el periódico El País, Piñera obtendría el 26% de los votos a pesar de que en los últimos meses se enfrentó a dos querellas por el supuesto uso de información privilegiada y negociación incompatible mientras era jefe de Estado.
Finalmente, Lagos quiso, pero no pudo. El pasado 10 de abril renunció a postularse después de que el Partido Socialista eligiera como candidato presidencial al senador independiente y periodista Alejandro Guillier. Pese al reconocimiento internacional del que goza (fue el primer mandatario que llegó a La Moneda tras el regreso de la democracia en 1990), y haber recorrido casi todo Chile a los 79 años, Lagos no despegó en las encuestas: apenas alcanzó un 3% frente al 23% de Guillier.
Chile ha experimentado diversos cambios en esta materia desde la vuelta de la democracia en 1980. Del mandato inicial de ocho años sin posibilidad de reelección, en 1994 pasó a ser de seis años e igualmente sin reelección inmediata. La última reforma, llevada a cabo en 2005, fijó el mandato presidencial en cuatro años y estableció la posibilidad de una única reelección, pero dejando al menos un mandato entre medias.
Freno al personalismo
Cada vez son más los países en América Latina que enmiendan la Constitución para permitir la reelección presidencial. En la región hay una larga tradición de “prohibir la reelección como mecanismo para garantizar la alternancia en el poder, evitar su acumulación y frenar el personalismo. Aunque con el paso del tiempo se han ido relajando los temores en contra de la reelección, la prohibición de la misma sigue siendo fundamental en países como México”, tal como recogen los profesores Francisco Sánchez y Mercedes García Montero en un artículo titulado “Reforma institucional en tiempos hiperpresidenciales en América Latina”.
Hasta agosto de 2016, solo cuatro la tenían prohibida de forma absoluta: los ya citados Paraguay y México, y Guatemala y Honduras. Sin embargo, esta última enterró tal prohibición en el verano del año pasado después de que la Corte Suprema de Justicia ratificara un fallo de su Sala de lo Constitucional que en 2015 tumbó ese obstáculo. A pesar de que el expresidente Manuel Zelaya fue derrocado en 2009 con un golpe de Estado por intentar enmendar la Constitución para permitir la reelección, el actual mandatario, Juan Orlando Hernández, ya anunció en noviembre que buscará un nuevo mandato en los comicios de 2018.
Bolivia dijo ‘no’ a permitir que Evo Morales se presente a un cuarto mandato / Flickr: Cancillería del Ecuador
En el resto de los países, la reelección está contemplada de distintas maneras. En el caso de Colombia, el Congreso aprobó su eliminación en 2015 y en Brasil también se dio un primer paso en esta línea. Según el citado artículo, “puede sostenerse que la renovación indefinida no ha sido un tema relevante en la última década en la agenda de los presidentes de El Salvador, Perú y Uruguay”. En febrero de 2016, Bolivia dijo ‘no’ en un referendo para permitir que el presidente Evo Morales se presente a un cuarto mandato. Fue su primera derrota electoral en 10 años.
En el caso de Venezuela y Nicaragua, existe la posibilidad de la reelección indefinida. En el primer país se aprobó en febrero de 2009 con Hugo Chávez, mientras que en Nicaragua fue ratificada en enero de 2014, lo que permitiría a su actual presidente, Daniel Ortega, continuar de por vida en el cargo. Además, se contempla la posibilidad de que el presidente sea elegido en primera vuelta con mayoría simple de votos. ¿Premio al buen gobierno o estímulo a los personalismos?
“Es una lección que aprendió Latinoamérica”
“Es difícil afirmar que hay una relación entre el buen desempeño y la reelección en el caso de América Latina. En la década de los 90, hubo tres reformas constitucionales en Perú, Argentina y Brasil para reelegir a los presidentes y no eran precisamente líderes con un buen desempeño”, asegura Treminio, añadiendo que, en cambio, “los presidentes que perduran en el poder tienen un mayor control sobre las instituciones y esto les permite asegurarse las reformas”.
¿Por qué no puedo ser premiado con una reelección si lo he hecho bien como presidente?”, plantea Sánchez
Como Treminio, el politólogo Javier Corrales, del Amherst College de Massachussetts (EEUU), también defiende que la democracia necesita alternancia en el poder. “Es muy fácil para un presidente acumular poder institucional con el tiempo. Esto es una lección que aprendió Latinoamérica en el siglo XIX. Mientras más tiempo se mantiene un mandatario en el poder, baja su popularidad, pero aumenta su capacidad de control de las instituciones, lo que impide que sea derrotado”, manifestó en declaraciones a la cadena alemana Deutsche Welle.
“No abundan los buenos presidentes”
Algo muy distinto opina Francisco Sánchez, subdirector del Instituto de Iberoamérica y profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Salamanca. “Es un premio al buen gobierno. Y también existe en los sistemas parlamentarios, no es exclusivo del caudillismo”, asegura al diario ALnavío. No obstante, plantea: “¿Qué es mejor: correr el riesgo de un mal candidato o no? Tengamos en cuenta que los buenos presidentes no abundan”.
Sánchez está de acuerdo con el politólogo Nikolaus Werz, quien aseguró que en la ciencia política hay críticas a la no reelección “porque no incentiva un gobierno responsable”. “Hay que verlo como un premio al gobierno anterior. ¿Por qué no puedo ser premiado con una reelección si lo he hecho bien como presidente?”, cuestiona, tras descartar que sea un asunto vinculado a personalismos como el que encarnó Chávez. “En el fondo lo que hay que hacer es fomentar una ciudadanía fuerte y comprometida políticamente que combata el caudillismo”, señala.
Sin embargo, la directora de Flacso Costa Rica asegura que “muchos autores han refutado esa premisa. Si realmente funcionara el voto como premio o castigo, los presidentes con una mala función no seguirían en el cargo”.
En América Latina tenemos un problema de salud democrática por esa ambición”, asegura Treminio
En opinión de Sánchez, “no cabe duda de que la prohibición de la reelección altera los mecanismos democráticos al no permitir que los gobernantes se sometan a los procesos de ‘accountability’ electoral, pues el elector no tiene mecanismos para premiar con un nuevo periodo al buen gobernante o castigar al mal gobernante”. Eso sí, es algo que funciona siempre y cuando exista una oposición, dice, “con capacidad de negociación e influencia política”. Y esto no siempre existe, ya sea por “su propia incapacidad de construir una alternativa política viable o porque pierda peso político al ser saboteada desde el gobierno, o bien porque se junten los dos factores”.
¿Límite de edad?
Nuevamente, disparidad de opiniones. El profesor de Ciencias Políticas no ve necesario establecer un límite de edad: “¿Cuál debería ser? ¿Qué formación? ¿Cuántos mandatos? No lo sé. Lo importante es que tenga capacidad de liderazgo, un proyecto que ilusione, que sea capaz de dejarse aconsejar y que tenga relación con la realidad”. Para Treminio, sin embargo, sí sería algo interesante. “Hay personas que salen del gobierno a edades muy elevadas”, recuerda, en referencia, por ejemplo, al intento de Óscar Arias de ir a la tercera reelección en Costa Rica con 76 años.
“Nicaragua es un caso nocivo”
Preguntados por cómo beneficia la reelección presidencial en los casos concretos de Venezuela y Nicaragua, Sánchez matiza que “depende de los condicionantes internos”. “Si el sistema político funciona bien, adelante. En el caso de estos países está el problema de que no son democracias plenas”, zanja al respecto.
Según Treminio, el de Nicaragua “es un caso muy nocivo porque es el equivalente al fenómeno del continuismo”. Como Sánchez, recuerda que son fundamentales los controles de otras instituciones y el propio sistema de partidos. “Ya podemos observar que las instituciones no están funcionando. Hay un tránsito de la democracia a un sistema autocrático”, manifiesta.
Sobre Venezuela, destaca que se han celebrado elecciones y que, a diferencia de Daniel Ortega en Nicaragua, “el oficialismo ha perdido escaños y no siempre ha estado en posición de ventaja”. No obstante, concluye: “Una vez que se va endureciendo el presidente en el cargo, es muchísimo más difícil que respete la vida institucional”. La directora de Flacso pone como ejemplo el último intento por parte del Tribunal Supremo de Justicia de cancelar las competencias de la Asamblea Nacional, controlada por la oposición.
Sea como fuere, Treminio lo tiene claro: “En América Latina tenemos un problema de salud democrática por esa ambición”. Problema del que, en su opinión, tampoco escapa el resto del mundo. “Otros continentes también padecen estos problemas”. Se despide con un ejemplo: Angela Merkel en Alemania. Es canciller desde 2005 y este año opta a la reelección. Tras señalar que los casos son distintos puesto que en Latinoamérica “los presidentes se aseguran la supervivencia controlando las instituciones”, remata: “En Europa no se ve como una tentación autoritaria”.