Pedro Benítez (ALN).- Bien informado de la realidad de Venezuela, conocedor de los mecanismos que mueven la política exterior de Estados Unidos y también de la particular psicología latinoamericana con el vecino del norte, el secretario general de la OEA ha demostrado, ante el Senado de EEUU, que es un formidable adversario para el régimen venezolano.
Aunque no se ahorra críticas, no denigra. Con una serenidad absoluta hace un juicio sumamente severo, pero preciso, sin faltar nunca a la verdad, sin caer en exageraciones o estridencias. Tiene un criterio formado, firme. Expresa una clara ruta a seguir con plena seguridad. Cada declaración suya demuestra un manejo de los detalles, de la información, de los tiempos y los personajes claves de Venezuela que supera incluso a muchos venezolanos bien informados.
Ayer, en su comparecencia ante el Subcomité para el Hemisferio Occidental del Senado de Estados Unidos, el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, demostró que es el funcionario internacional que mejor conoce la situación de Venezuela y de paso ratificó, una vez más, que es el más formidable adversario del régimen que encabeza Nicolás Maduro.
Cualquiera que haya visto su intervención en ese subcomité o lea su declaración escrita concluirá que Almagro no fue a justificarse ante los senadores norteamericanos ni a rendirles cuentas. Por el contrario, les dijo cuál es la política que se debe seguir.
Esa estrategia de David contra Goliat que tan efectiva le ha sido al régimen de los Castro por cinco décadas en Cuba, es lo que Almagro se ha propuesto evitar en Venezuela
Este diplomático uruguayo ha demostrado criterio para asumir la crisis venezolana. Como ratificó ayer ante el Senado norteamericano, se opone a la tendencia natural de los políticos y de la Administración en Washington de hacer uso de las sanciones económicas contra Venezuela. Conocedor de la historia, sabe que este tipo de medidas nunca ha conseguido su propósito, sino que por el contrario, ha fortalecido la capacidad opresiva de las dictaduras. Ejemplos abundan: la España de Francisco Franco luego de la Segunda Guerra Mundial, la Cuba castrista desde 1960, hasta el Irak de Saddam Hussein. En todos estos casos los bloqueos o embargos comerciales empobrecieron aún más a estos pueblos, permitiendo a los gobiernos opresores reforzarse en su control social.
Este es precisamente el temor de Almagro en el caso venezolano y lo ha manifestado abiertamente: “Posibles sanciones deben ser contra el régimen de #Venezuela y no para el pueblo que ya sufre la peor crisis de la historia”.
Pero además es un hombre que viene de servir como canciller a un gobierno de izquierda, liderado por el Frente Amplio de Uruguay. Conoce la psicología latinoamericana de amor-odio con la potencia del norte, y por tanto sabe que el ala más radical de los gobernantes venezolanos juega con la idea de repetir una crisis como la de Cuba contra Estados Unidos en 1960-1961, que termine por consolidarlos definitivamente en el poder.
Esa estrategia de David contra Goliat que tan efectiva le ha sido al régimen de los Castro por cinco décadas en Cuba, es lo que Almagro se ha propuesto evitar en Venezuela, denunciando en primer lugar la naturaleza del gobierno de Maduro y advirtiendo los riesgos de una presión externa mal concebida.
Por lo tanto, él ha sido uno de los impulsores de una operación política internacional en la cual Estados Unidos no aparece como el imperio otra vez atropellando a un débil vecino al sur de su frontera, sino una acción de todas las democracias del continente, a la cual se suma EEUU. Este modo de actuar es precisamente la naturaleza originaria de la OEA, desvirtuada posteriormente por la Guerra Fría.
Ningún acuerdo internacional será posible sin Almagro
Si en las próximas semanas o meses se tiene éxito en recuperar el proceso democrático en Venezuela la historia de la OEA será totalmente distinta.
Almagro se ha convertido así en un actor principal de la mayor crisis que ha enfrentado el hemisferio en los últimos años. Su opinión es de consulta obligada para la mediación internacional que en estos momentos está impulsando una negociación. Es más, ningún acuerdo internacional sobre la crisis venezolana es posible sin su asentimiento.
Ha dejado de ser el típico secretario general de un organismo de esa naturaleza, condicionado por los que al final del día toman las decisiones, los gobiernos miembros, para ser un actor central por derecho propio y con autoridad.
No cabe duda de que la OEA, tan despreciada hasta hace poco, no volverá a ser la misma luego de Luis Almagro.