Juan Lozano (ALN).- La recuperación metódica y sistemática de territorios en poder de la guerrilla por Álvaro Uribe y las negociaciones de paz de Juan Manuel Santos, generaron condiciones favorables para convertir los parques naturales colombianos en un destino turístico atractivo. La presencia tenebrosa de grupos terroristas, sangrientos carteles del narcotráfico y guerrillas despiadadas en extensas zonas del territorio colombiano por más de 50 años, se había convertido en un contundente disuasor para millones de extranjeros que querían visitar el país más biodiverso del mundo por kilómetro cuadrado y gozar de la galería de paraísos terrenales que alberga.
La violencia persistente, las historias recurrentes sobre nacionales y extranjeros, secuestrados o asesinados por grupos armados, y la espectacularidad criminal ampliamente divulgada por los medios internacionales de asesinos siniestros como Pablo Escobar y algunos comandantes guerrilleros espantaban visitantes, turistas e inversionistas.
Así, por la fuerza de los miedos y la contundencia de las amenazas, quedaban reservados solo para los colombianos y para unos pocos aventureros valientes, esos tesoros de diversidad biológica de flora, fauna y paisajes que son los parques naturales colombianos.
En total son 59 parques nacionales que ocupan algo más de 14,2 millones de hectáreas
En total son 59 parques nacionales que ocupan algo más de 14,2 millones de hectáreas en todos los climas y en todas las regiones. Desde la exuberancia amazónica, hasta la desértica Guajira, en el Atlántico, en el gran Caribe y hasta el Pacífico. Ríos y mares, páramos y valles. En la zona andina, en la Orinoquia y en el eje cafetero.
Una de cada diez especies de fauna y flora del mundo se encuentra en Colombia. En 1960 la Cueva de los Guácharos se convirtió en el primer parque nacional natural. Desde entonces, uno tras otro se han ido sumando a esta colección de santuarios de ecosistemas y especies que lograron una protección especial en la Constitución pero que, deplorablemente, han albergado también un compendio de nuestras tragedias.
Malas hierbas
Los cultivos ilícitos que se iniciaron en la Sierra Nevada de Santa Marta con la marihuana, la colorida amapola, tan luminosa como venenosa que florece en las zonas andinas, la maldita coca, motor de todas nuestras violencias recientes, extendida por los llanos y las selvas, en el Pacífico y en el Yari, en el Catatumbo, en las fronteras y en nuestras entrañas, también han afectado nuestros parques.
La directora de Parques, Julia Miranda, ha estado al frente de la institución durante 13 años / Flickr: Ministerio del Ambiente de Colombia
Adicionalmente, a lo largo de los años, sofisticadas organizaciones de tráfico de especies exóticas y de explotaciones madereras criminales han dejado lamentables cicatrices en nuestros parques. Para hacer crecer esos emporios del delito, operadores y agentes de estas mafias han ocupado también algunas porciones del territorio de los parques, incluso de aquellos como el parque de los Katios que es patrimonio universal protegido por la Unesco, junto con el sorprendente Malpelo, sueño de todo buzo de aguas profundas en el mundo.
Algo mágico, sin embargo, ha ocurrido con los parques en un país de polarizaciones frecuentes, pulsos cotidianos y controversias interminables: su protección se ha convertido en uno de los pocos aglutinantes eficaces de la nacionalidad colombiana.
Uribistas y santistas, derechistas e izquierdistas, independientes y sin partido, dirigentes políticos y empresarios, activistas y estudiantes, todos en un pacto tácito han apoyado en los últimos lustros las medidas necesarias para proteger, preservar, restaurar, recuperar y reivindicar los parques nacionales naturales de Colombia.
Quizás por eso, en medio de burocracias ariscas e inestabilidades en los altos cargos, la actual directora de Parques, Julia Miranda, ha logrado un verdadero record en el Estado colombiano al frente de una institución durante 13 años, a lo largo de cuatro periodos presidenciales, durante los cuales le ha tocado lidiar con dos presidentes enfrentados entre sí y diez ministros de Medio Ambiente.
Adiós a las armas
La recuperación metódica y sistemática de territorios en poder de la guerrilla durante los gobiernos de Álvaro Uribe y las negociaciones de paz durante los gobiernos de Juan Manuel Santos que condujeron a la firma de acuerdos cuya implementación ha implicado la desmovilización de miembros de las FARC, generaron condiciones favorables para convertir los parques en un destino atractivo.
Según Parques Naturales, el número de visitantes se elevó de 969.792 en 2015 a 1.446.716 en 2016, un 57,2% de incremento. ProColombia estima, según informe preparado por Portafolio, que un turista tradicional puede gastar 80 dólares diarios, mientras que un turista de naturaleza puede disponer de más de 400 dólares. A partir de estas cifras se proyecta que este segmento turístico, que hoy representa casi el 10% del turismo global, podría llegar a generar cerca de 2.500 millones de dólares en ingresos anuales directos.
En 1960 la Cueva de los Guácharos se convirtió en el primer parque nacional natural
Pero los desafíos son inmensos. El Estado debe asegurar que los territorios que dejen las FARC no los ocupen otros grupos ilegales. Debe garantizar, también, que las zonas de frontera no se conviertan por descuido de los propios o por tolerancia de gobiernos vecinos, en refugio de criminales financiados por el narcotráfico destructor de la naturaleza. Debe enfrentar con contundencia las mafias de todo pelambre, incluidas las de la minería ilegal que arrasan con todo lo que encuentran por delante, incluidos los parques.
Paradoja grande la de Colombia. Doblemente premiada con su fantástica biodiversidad y un subsuelo riquísimo en minerales e hidrocarburos, debe encontrar la ruta para evitar que la codicia por los metales, como el oro, y por los hidrocarburos, destruyan sus riquezas naturales. En el terreno formal del papel y las leyes va ganando la protección ambiental. En el terreno real de los yacimientos y minas el verde está amenazado. No obstante, como expresión de esa unidad nacional por el medio ambiente, ya se ha generado una vigorosa conciencia colectiva que prioriza sin vacilación, como misión de todos los colombianos, la protección de los parques.
Se ha entendido, finalmente, que ahí está nuestro verdadero tesoro colombiano, capaz de reportar beneficios económicos cuantiosos mediante servicios ecoturísticos y hoteleros respetuosos de estos santuarios; pródigo en oportunidades para el gozo medioambiental y, sobre todo, garante de equilibrios climáticos y ecológicos indispensables para las Américas y para el mundo entero.