Pedro Benítez (ALN).- En un momento en el cual la inflación vuelve a ser un problema para la economía mundial y el dólar estadounidense se está revaluando en casi todas partes (como la caída del Euro) hay un grupo de países donde ocurre todo lo contrario. Uno de ellos es, sorprendentemente, el Perú.
Este jueves 4 de agosto la moneda peruana, el Sol, se cotizó en 3.913 por dólar, un retroceso del 0.30% de la divisa estadounidense en el mercado financiero de ese país.
Cuando Pedro Castillo juró como Presidente hace un año (julio de 2021) esa cotización se ubicaba en 4,017. Un nivel máximo para el precio del dólar en el Perú en medio del nerviosismo e incertidumbre con que el mercado cambiario local recibió la llegada de un Gabinete Ministerial encabezado por izquierdista radical Guido Bellido.
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Sin embargo, según los datos del Banco Central de Reserva del Perú (BCR) en lo que va del 2022 el tipo de cambio es 1.95% más bajo de lo que se registraba en el cierre del año anterior. Un desempeño que países como Chile, Argentina y varios europeos hoy desearían tener.
Cinco gabinetes en seis meses
Aunque con 8.7% la inflación en ese país es la más alta de los últimos 10 años, el 1 % en julio acumula 5,6 % en lo que va de 2022 rebasando las metas del BCR, hay señales, como la evolución del tipo de cambio, que indican una tendencia hacia la moderación en el Índice de Precios al Consumidor y más revelador resulta constatar es que es inferior al de Estados Unidos y Europa.
No obstante, ese desempeño ocurre en medio de un contexto político crítico. En la abundante lista de malos gobiernos que ha tenido América Latina, Pedro Castillo se las ha arreglado para estar en los primeros lugares en menos de un año. El suyo ha sido una seguidilla de traspiés, errores, crisis, renuncias, escándalos de corrupción e intentos de destitución por parte del Parlamento. Desde que tomó posesión como Presidente ha cambiado 57 veces de ministros y ha tenido al frente del Gabinete a cuatro presidentes del Consejo de Ministros. El último, Aníbal Torres, le acaba de renunciar, eso luego de sobrevivir a una declaración que dio en marzo pasado donde usó como ejemplo de gobernante eficaz a Adolf Hitler.
En lo que va del 2022 ha tenido cinco gabinetes ministeriales en seis meses, el tercero de los cuales sólo duró solo tres días. En estos momentos su Gobierno atraviesa una nueva crisis al revelarse un nuevo escándalo de corrupción por parte de su entorno.
Cinco investigaciones contra Castillo
La imagen del ingenuo, nada capacitado pero al menos honesto maestro de escuela rural ha sido destruida por él mismo a una velocidad asombrosa. La Fiscalía le ha abierto cinco investigaciones: por supuesta colusión agravada en un proyecto de obra pública, plagio en su tesis universitaria, tráfico de influencias en un contrato estatal de adquisición de combustible y la más reciente iniciada por la denuncia de su propio exministro del Interior Mariano González, a quien despedido tras sólo 15 días en el cargo, y éste que su vez lo acusó de intentar obstruir la captura de su exsecretario, a quien se le encontraron 20 mil dólares en efectivo en el baño de su oficina en el Palacio de Gobierno. Todo parece indicar que sólo un milagro puede impedir que Castillo pase de la Presidencia a un tribunal.
El partido de izquierda marxista que lo postuló como candidato presidencial el año pasado, Perú Libre, le retiró el apoyo y previamente 16 de sus congresistas votaron en contra de uno de sus gabinetes. El descrédito personal y el rechazo a su gestión (desaprobación de 74 %) no deja de subir según registran todos los estudios de opinión pública. Lo único que ha salvado a Castillo ha sido que el Congreso es tan o más impopular que él.
Pero la abrumadora mayoría de la clase política y de la opinión cree que Pedro Castillo se tiene que ir. Lo no se tiene claro es el cómo. En cualquier caso, todo indica que la sustitución de presidentes que empezó con la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski en marzo de 2018 va a continuar.
Estabilidad económica y desastre político
De modo que desde afuera resalta la doble cara de la realidad peruana: estabilidad económica y desastre político. La economía por un lado y la política por el otro.
¿Cómo se explica esta paradoja?
Para entender esto hay que fijarse en una decisión clave que Castillo tomó en los primeros meses de su mandato: no tocar al presidente del Banco Central de la Reserva (BCR), el economista Julio Velarde Flores. A solicitud suya el Congreso confirmó a Velarde en su cargo por cinco años más.
Al parecer en Perú hay una regla no escrita según la cual éste es un funcionario intocable cuyas decisiones en materia monetaria no son interferidas ni cuestionadas. Designado en 2006 por el ex presidente Alan García, todos los presidentes peruanos lo han ratificado en su cargo. De modo que el presidente del Banco Central ha sobrevivido a siete presidentes de la República y puede que ese récord siga subiendo en los próximos años.
De 70 años de edad, Velarde es un discreto doctor en economía, guardián de la ortodoxia monetaria y financiera, que ha estado al frente de una inédita pero larga etapa de crecimiento económico y baja inflación en Perú. No importa cuán grave sea la inestabilidad institucional los inversores privados tienen en él la garantía de que por lo menos con la moneda no se va a jugar. Dentro del manicomio hay alguien cuerdo.
Estabilidad económica e independencia monetaria
Este es un ejemplo que nos puede indicar que no todo en América Latina está perdido. Los políticos peruanos no son ni peores ni mejores que el promedio de sus colegas en el resto de la región. Seguramente tampoco sean más o menos corruptos. Pero al menos en el aspecto señalado hay una demostración concreta de que ciertos acuerdos institucionales se respetan independientemente de los gobiernos de turno. En Perú, como por ejemplo también ocurre en Bolivia y Brasil, hay una sumisión casi sagrada por parte de los políticos a la autonomía e independencia de la autoridad monetaria sin necesidad de estar dolarizados. La Constitución y las leyes impiden que el BCR financie al sector público o que su Directorio pueda ser reemplazado por motivos políticos. Un evidente reflejo del trauma dejado en esas sociedades por las hiperinflaciones que atravesaron en un pasado no tan lejano.
Sin embargo, no todos los países que pasaron por situaciones similares han llegado a los mismos arreglos institucionales, para muestra un botón: Argentina. Pero como nos enseña el caso citado nada impide que se puedan hacer y que los mismos amortigüen a gobiernos tan desastrosos como los de Pedro Castillo. A fin de cuentas para eso son las instituciones. Para negarle a cualquier mesías salvador de la patria hacer del Banco Central su caja chica e impedir que le den “un millardito” de dólares.