Pedro Benítez (ALN).- En 1973 Manuel Caballero publicó una columna con fines exclusivamente político/partidistas que intituló: El mundo no se acaba en diciembre. Consistía en una reflexión dirigida a sus compañeros del Movimiento al Socialismo (MAS), que por aquellos días incursionaban como organización en su primera competencia electoral, en la que les advertía del error de plantearse la cita comicial de ese diciembre como un evento definitivo. El todo o el nada. Ganar o morir. Razonaba el historiador que en política nunca hay victorias permanentes, ni derrotas definitivas y siempre hay mañana.
Además, vislumbraba que esa elección se definiría entre el candidato del gobierno, Lorenzo Fernández, y el aspirante del principal partido opositor, Carlos Andrés Pérez. Al MAS le esperaba una larga travesía por el desierto.
Pero ese análisis que era (y es) correcto para una democracia, caracterizada por elecciones libres, una competencia pacifica por el poder y la alternancia en el ejercicio del gobierno, no aplica en los mismos términos cuando lo que se enfrenta es un proyecto de vocación autoritaria como lo ha sido el chavismo. Es un razonamiento admite, al menos, alguna matización.
El chavismo
Desde que el actual grupo en el ejercicio del poder político se instaló en la oficina presidencial de Miraflores en enero de 1999 su intención no fue otra que la aplastar a la sociedad civil, como operación ineludible que facilitara la perpetuación en el poder. Muchos ingenuos e ingenuas que acompañaron la campaña chavista de 1998 se percataron muy tarde de las verdaderas intenciones del ex militar golpista devenido en outsider de la política nacional. Aunque, todo hay que decirlo, no había que ser quiromante para saberlo.
Reducir a su mínima expresión al empresariado privado criollo (nacionalizaciones, expropiaciones, luego vendría la guerra económica) y promover deliberadamente la emigración masiva de la clase media profesional (lista Tascón), núcleo social de la resistencia a su proyecto de poder, fue la principal lección que el ex presidente Hugo Chávez sacó, con la asesoría de Fidel Castro, de la crisis de abril de 2002.
Quedarse con los pobres a los que repartir un pedazo de la renta petrolera como clientela incondicional. La cuenta que esos delirantes nunca sacaron es que son esos profesionales de la despreciada clase media y esos empresarios, los que hacen funcionar medianamente bien a una sociedad.
Ahí tenemos los restos de la industria petrolera venezolana como monumento a la obra del chavismo.
Esa deriva autoritaria, como no podía ser de otra manera, condicionó al liderazgo opositor venezolano llevándolo a incurrir en varios errores garrafales. Pero quien ha decidido hacer de la política su forma de vida sabe que siempre hay un día después, una carta extra que jugar. Por desesperada que sea su situación, así se encuentre en el exilio forzado o aislado en una cárcel.
De modo que, intentemos no perder de vista el contexto, si queremos analizar con un mínimo de honestidad a la Venezuela de lo que va de siglo XXI.
Resignarse o irse
Para millones de venezolanos cada coyuntura política, cada posibilidad frustrada de cambio, ha implicado decisiones de vida. Resignarse o irse. Por esa razón, del 2006 a esta parte, a cada proceso electoral ha seguido una ola migratoria. Primero se fueron los que tenían posibilidades de instalarse cómodamente, con casa, negocio y familia en Madrid o Miami; luego los que disponían de visa, pasaporte, se podían pagar un pasaje en avión, o tenían un título profesional apostillado; después les tocó el turno a todos aquellos a los que la “revolución bolivariana” prometió redimir; millones de cuales se encuentran asentados en esos “infiernos del neoliberalismo” que son las áreas metropolitanas de Lima y Santiago de Chile, o que por centenares de miles se dirigen a través del Darién a Estados Unidos, la tierra prometida de todos los desamparados latinoamericanos.
Con Nicolás Maduro como presidente se ha llegado a una situación límite. Lo que inicialmente fue un hilo, se transformó en un torrente humano. Nunca antes, en tan poco, ha habido en el continente americano tal movimiento migratorio. De eso se trata el 28 de julio para millones de venezolanos; la esperanza de quedarse en el país y reconstruir sus vidas desde las cenizas. Eso, o resignarse o irse.
Para muchos de los que se encuentran afuera es la posibilidad de retornar o llevarse a sus hijos y padres que se quedaron atrás. Esa es la Venezuela que viene si Maduro sigue en el poder.
Maduro en el poder
En las últimas horas ha circulado un informe atribuido a la Dirección Nacional de Inteligencia estadounidense según el cual, Maduro “mantendrá un sólido control del poder”. Los manipuladores de ofició no han tardado en darle una traducción interesada y a partir de allí difundir su interpretación, pasado por alto el contenido que más interesa en Washington por estos días del citado pronóstico: el tema migratorio. No hay que ser analista de la CIA para predecir que el flujo de venezolano continuará de darse ese escenario.
Para los ingenuos e ingenuas que creen que con Maduro en el poder mejoraran las cosas significativamente, no ven (o no quieren ver) lo que por eso días es evidente; la puerta giratoria de la represión se acelera a medida que se acerca el día de la cita comicial y no se va a detenerse después. ¿Por qué? Porque así es la dinámica en este tipo de regímenes.
Todos saben, empezando por el interesado, que si Maduro continúa en el poder de enero del 2025 en adelante, bien sea porque la oposición se dividió, porque a la Plataforma Unitaria (PU) se le impidió postular, les inhabilitaron a todos sus aspirantes, o sencillamente porque él se alzó con el santo y la limosna (referéndum sobre el Esequibo), será en contra de la voluntad de la mayoría de los electores venezolanos. En ausencia de legitimidad, abunda la paranoia y la persecución. Para todos, propios y extraños.
Lo que se juega la oposición
La oposición (léase, los partidos políticos) no se juegan el todo o el nada, pero sí se juegan muchísimo. Miran hacia las elecciones parlamentarias, regionales y municipales de 2025. Hacen cálculos, y está bien que lo hagan. Es lo correcto. Pero también saben cómo será aquello. Basta con mirar la actual Asamblea2020 donde al único diputado disidente lo despojaron del control de su organización; Oscar Figuera, secretario general del PCV. O, ver cómo el chavismo es implacable con los alcaldes y gobernadores opositores a los que les niega hasta el agua.
Así, Venezuela no puede tener relaciones normales con el resto del mundo. Si mañana el Departamento del Tesoro decidiera unilateralmente y sin condiciones levantar todas las sanciones comerciales y financieras (es muy probable que eso ocurra), quedará en evidencia para el resto del mundo, lo que para los habitantes de este aporreado territorio es obvio, esas medidas no son la causa de interminable crisis venezolana. Por el contrario, todos los tenedores de bonos de deuda en dólares caerían como langostas sobre los cargamentos de crudo que salgan del país y sobre los activos todavía que se encuentran en el exterior. Pero eso es materia para otro día. Y mejor no hablemos de la generalizada corrupción que es lo que, a fin de cuentas, hace “funcionar” al sistema; en Historia y Ciencias Políticas hay amplia bibliografía al respecto.
La inmensa mayoría de los venezolanos no es plenamente consciente de esto y sus detalles; pero lo intuye, porque lo padece.
Maduro ha acorralado a la oposición
Maduro ha acorralado a la oposición porque ha acorralado a la sociedad. Las tiene en una situación en la cual no hay más remedio que derrotarle el venidero 28 julio. Es paradójico, porque evidentemente esa no es su intención. Pero es la consecuencia lógica de sus acciones. Él y su (des) gobierno trabajan todos los días sin descanso para perder las elecciones. Mientras usted tiene la amabilidad de leer esta columna, la mitad de los estados del país se encuentran en medio de cortes de energía eléctrica. El abuso y la arbitrariedad no están provocando desesperanza sino indignación. Eso explica varias cosas.
Nunca en 25 años de hegemonía chavista la oposición había encarado un proceso electoral con tal ventaja sobre el aparato oficial. No fue así en 2015 y tampoco en 2018. Difícilmente se puede repetir una oportunidad tan clara como esta.
Por cierto, hay que admitir que la primaria, así como el proceso que llevó a ella, fueron determinantes en activar electoralmente a la población. El voto como origen de la legitimidad en el ejercicio del poder sigue siendo el elemento central de la cultura política venezolana (un aporte de la AD histórica, que no tiene nada ver con la actual).
La unidad opositora
La otra paradoja consiste en la unidad opositora que, pese a la propaganda oficial y las intrigas diarias, el madurismo, por las razones antes expuestas, está propiciando al poner en evidencia una frase que se ha repetido en algunas ocasiones: aquí nadie puede solo.
No cabe duda alguna del extraordinario liderazgo que María Corina Machado ha desarrollado en la Venezuela profunda, la más desasistida y depauperada; pero a estas alturas ella sabe, porque como confesó en alguna entrevista reciente, no es bruta, que necesita a los partidos para transformar ese sentimiento en poder político real. Sin la primaria que organizaron esos mismos partidos, ella no estaría donde se encuentra en estos momentos.
Recordemos, que, según los estudios de opinión de más credibilidad, el segundo candidato en preferencia en Venezuela, luego de ella, es “él sea, con tal de salir de Maduro”.
Por tanto, la Plataforma Unitaria (PU) y María Corina Machado parecen condenados a entenderse y a resolver el tema de la candidatura en el previsible escenario de que a ella se le impida. Se necesitan mutuamente. Además, si usted no está dispuesto a hablar con Manuel Rosales, ¿cómo espera que Maduro, Vladimir Padrino, o quién sea que se encuentre al otro lado, tome en serio que desea una transición pacífica y ordenada? Lo contrario es el suicidio colectivo. Esta es la apuesta en Miraflores.
Tiene todo el sentido del mundo que ella intente retrasar todo lo que pueda esa definición a fin de ser la gran electora. Sí finalmente da ese paso, ese mismo día empieza otro capítulo en esta lucha, donde habrá tener la mirada puesta en el día después.