Reinaldo Iturbe (ALN).- Lo pide Estados Unidos. También la Unión Europea. Otros países como República Dominicana apuntan en la misma dirección: elecciones justas, libres y verificables en Venezuela. Pero un sector de la oposición sigue entretenido con un interinato que jamás existió, y que ahora se ha transformado en una pesada carga que a pocos convoca.
La Comisión Delegada de la legislatura controlada por la oposición cuyo período venció en enero de este año ha anunciado una “gira nacional” para exigir “elecciones libres en Venezuela”, dijo el miércoles Juan Pablo Guanipa, primer vicepresidente de ese cuerpo político y dirigente del partido centroderechista Primero Justicia, que ha exigido públicamente a Juan Guaidó rendición de cuentas del manejo de fondos de su administración interina y rectificación de los errores cometidos desde la jura en 2019, que apostó por una ruta cortoplacista de fuerza.
Con las tarjetas de Acción Democrática y Voluntad Popular (socialdemócratas) secuestradas por militantes expulsados y complotados con el chavismo gobernante sin disimulo, el camino que queda por delante -explicó un alto dirigente opositor a ALnavío– es el de la negociación para recuperar tarjetas y alcanzar condiciones mínimas de participación en futuros procesos electorales, pues Nicolás Maduro ha logrado su objetivo de sostenerse en el poder pese a las presiones de Washington con la Administración Trump.
Pasado el capítulo de Donald Trump y descartada la posibilidad de un alzamiento cívico-militar (la calle se enfrió y la Fuerza Armada nunca pudo ser persuadida de desconocer a Maduro), la oposición ha entrado en un capítulo peligroso de anomia que podría eventualmente profundizar el divorcio con la sociedad venezolana, indiferente ante cualquier llamado a la protesta y ocupada en sobrevivir a una profunda crisis de siete años de recesión del Producto Interno Bruto y cuatro años de hiperinflación, con una dolarización transaccional que ha marginado a los sectores más vulnerables.
De allí que la alineación de la comunidad internacional se endurezca a favor de la presión favorable a la negociación efectiva. Algunos analistas en Washington han advertido discretamente sobre la posibilidad de que la oposición deje de percibir respaldo exterior mientras permanezca dividida, un escenario que enfría cualquier posibilidad de recomposición interna.
Los conflictos de intereses entre Primero Justicia y Voluntad Popular y la petición abierta de Acción Democrática de pensar “con cabeza fría” la participación en futuros comicios, son materia de análisis obligada en las charlas de sobremesa entre altos dirigentes de las fuerzas democráticas, cuyo poder de convocatoria se ha diluido luego de los evidentes fracasos de caminatas que derivaron en violencia, un terreno en el que por razones evidentes, el gobierno tiene más fuerza.
En cambio, Nicolás Maduro no ha logrado incrementar la votación del chavismo desde su ascenso al poder en 2013, lo que deja un amplio margen a la oposición para maniobrar en condiciones de unidad y garantías mínimas para la participación en procesos electorales “justos y verificables”, según la Unión Europea y Estados Unidos.
El problema no es el qué, sino el cómo, pues mientras el tiempo pasa, el gobierno incrementa su poder de maniobra al tiempo que busca estabilizar los índices macroeconómicos, uno de sus flancos débiles.