Rafael Alba (ALN).- J. Balvin y Bad Bunny figuran entre las principales atracciones del Festival de Coachella, en el que también hay sitio para Mon Laferte, Rosalía, Tomasa del Real, Javiera Mena y Las Robertas. Despacito ha estado 52 semanas como número uno de la lista canciones latinas más vendidas de la revista Billboard.
Pronto dejará de ser noticia, pero hoy por hoy, todavía sorprende. Sólo dos años después de que el éxito inesperado y global de Despacito –el tema superventas de Luis Fonsi y Daddy Yankee, que contaron con la inestimable ayuda de Justin Bieber- supusiera el comienzo de este imparable tsunami, el aumento del consumo de la música latina en EEUU continúa y un día sí y otro también los principales artistas del género baten récords y consiguen hitos en el país norteamericano que no hace tanto parecían inalcanzables para ellos. Y si las dos últimas temporadas han sido excepcionales, todo parece indicar que en este 2019 que acaba de comenzar se mantendrá la buena racha. Por mucho que finalmente se apaguen los ecos triunfales de un Despacito que el pasado año aún mantuvo la fortaleza suficiente en los hit-parades para conseguir otro récord histórico, aunque en este caso de menor rango que los anteriores. El tema completó en el mes de agosto un periodo ininterrumpido de 52 semanas como número uno de la lista de canciones latinas más vendidas de la revista Billboard. Un número difícil de mejorar a corto plazo.
Sólo dos años después de que el éxito inesperado y global de Despacito -el tema superventas de Luis Fonsi y Daddy Yankee, que contaron con la inestimable ayuda de Justin Bieber- supusiera el comienzo de este imparable tsunami, el aumento del consumo de la música latina en EEUU continúa
Sin embargo, quizá la verdadera novedad a la que tengamos que enfrentarnos este año sea el aplauso unánime que los álbumes más recientes de algunos artistas latinos han recibido de la crítica anglosajona. Algo que nunca había sucedido hasta ahora. Cierto que la música brasileña de la edad dorada -los tropicalistas o la bossa nova- sí se había ganado el respeto de los entendidos, lo mismo que algunas manifestaciones del jazz latino, el son y la música cubana tradicional, o la salsa neoyorquina de los 70 que popularizó el sello Fania. Pero estos géneros solían quedar restringidos al consumo de minorías exquisitas, aficionadas a los sonidos de las llamadas músicas del mundo. Y nunca había pasado de ahí, de esa suerte de ghetto reservado a los productos de calidad que no satisfacen a todos los paladares. O casi. Existen algunas excepciones notables que considerar. como aquella Garota de Ipanema de Vinicious de Moraes y Tom Jobim que llegó a interpretar incluso el mismísimo Frank Sinatra y que hizo fortuna en las pistas de baile de medio mundo en la década de los 60 del pasado siglo.
Ya en el siglo XXI, el consumo creciente de las canciones de las nuevas estrellas del pop latino, muy populares en la generación más joven, y el éxito en EEUU de las producciones de artistas cercanos al reggaetón como Pitbull nunca superaron los controles de calidad de los gurús de las tendencias. Sólo algún geniecillo raro como Arca, sobrenombre del productor venezolano Alejandro Ghersi, conseguía ser bendecido por la crítica, aunque más por su participación en los discos de Björk, Kanye West, Kelela o FKA Twigs, que por sus propios méritos. Y también recibieron algo de atención la baladista electrónica mexicana Carla Morrison y el dj vanguardista chileno Nicola Cruz. Pero, en general, la única opción que tenían para ser tomados en serio en aquel mercado era cantar en inglés y hacer algún dueto con una estrella anglosajona que se prestase a participar en la operación de blanqueo. Como hizo Willie Nelson con Julio Iglesias en el lejano 1984. Ahora sucede justo lo contrario. Superventas como Drake, Beyonce o el ya mencionado Justin Bieber, se muestran más que dispuestos a mezclarse con los artistas que cantan en castellano y hasta balbucean alguna que otra palabra en el idioma de Cervantes si lo exige el guion.
La generalización del streaming
En el último trimestre de 2018, en lo que puede ser un anticipo de lo que vendrá en los próximos 365 días, tres artistas latinos han acumulado elogios de los entendidos y conseguido, en paralelo, un éxito comercial nada desdeñable. Se trata del colombiano J. Balvin con su álbum Vibras, el puertorriqueño Bad Bunny, en cuyo nuevo disco titulado X100PRE se incluye Mia, un tema en el que ha colaborado Drake, y la española Rosalía, que con su disco El mal querer se ha colado en todas las listas de lo mejor del año de las publicaciones especializadas. Y parece que este trío de ases puede ser sólo la primera avanzadilla. La confirmación de su poderío se ha producido esta misma semana cuando el prestigioso Festival de Coachella, que se celebra en Indio (California) y es quizá el principal certamen estadounidense de su categoría, ha hecho público el listado de los artistas que participarán en la edición de este año que tendrá lugar el próximo mes de abril.
En el último trimestre de 2018, en lo que puede ser un anticipo de lo que vendrá en los próximos 365 días, tres artistas latinos han acumulado elogios de los entendidos y han conseguido, en paralelo, un éxito comercial nada desdeñable. Se trata del colombiano J. Balvin, el puertorriqueño Bad Bunny y la española Rosalía
Allí estarán los tres. Y no precisamente como simples comparsas. En un evento que ha seleccionado como cabezas de cartel a Childish Gambino, Tame Impala y Ariana Grande, tanto J. Balvin como Bad Bunny aparecen en la segunda línea de los pasquines y en posiciones similares a las que ocupan Solange –la hermana de Beyonce-, Janelle Monáe, The 1975 o Chvrches. Incluso se sitúan por encima de ídolos locales como Kacey Musgraves o Anderson Paak. De momento, la tercera en discordia, Rosalía, debe conformarse con un lugar en la cuarta línea, donde comparte protagonismo latino con la chilena Mon Laferte. Mucho más abajo, podemos encontrar a otras tres artistas del mismo palo: las también chilenas Javiera Mena y Tomasa del Real y el trío costarricense Las Robertas. Una representación nutrida y variada de las nuevas propuestas del pop latino, que sirve como prueba palpable de este inusitado interés por la música en castellano que se ha instalado en los circuitos del más puro mainstream de la industria musical estadounidense.
Y no son los únicos nombres a tener en cuenta. Hay otros muchos, como los de la rapera dominicana Cardi B o la cantante cubana Camila Cabello, inequívocamente latinas, aunque hayan optado por cantar en inglés, que también se han abierto paso en las listas de éxitos en el último año. Una tendencia que tiene mucho que ver con la generalización del streaming como fórmula favorita de consumo musical de las nuevas generaciones. La creciente población latina, que está a punto de convertirse en la primera minoría de EEUU muestra una pirámide de edad en la que aún tienen un gran peso las nuevas generaciones, lo que puede explicar también que, como ya hemos contado en este espacio, en las listas anuales publicadas por YouTube, ocho de las 10 canciones que más clicks acumularon en 2018 estuvieran cantadas en castellano. Aunque el poder adquisitivo de los jóvenes latinos todavía no parece estar en consonancia con su creciente importancia en la estructura social estadounidense. Y quizá por eso, en las plataformas de streaming de pago como Spotify, Tidal o Apple Music, aún se mantiene el dominio de los artistas anglosajones.
Más música latina que country o electrónica
Aunque tal vez no sea por mucho tiempo. De momento, el pasado año, la música latina fue el quinto género más consumido, en las categorías de álbumes y canciones individuales, por delante del country rock, la música que suele relacionarse con los colectivos wasp (ya saben, blancos, anglosajones y protestantes). O eso se desprende de los datos del informe sobre el consumo de música en 2018 que acaba de publicar la consultora especializada Buzz Angle. Según estas cifras, el pasado año el pop latino obtuvo un 9,4% del total de las escuchas de álbumes en EEUU, mientras que el country se conformaba con un 8,7%. Y esta sería la primera vez que esto ocurre, aunque el año pasado, los artistas latinos, con 7,5% de las audiciones totales, ya pisaban los talones a los músicos de country que consiguieron un 8,1%. Ahora la música en castellano aspira a situarse en la cuarta posición de la tabla que ocupa otro estilo engendrado inicialmente por una minoría: el r&b con un 10,6%.
La confirmación de su poderío se ha producido cuando el prestigioso Festival de Coachella, que se celebra en Indio (California) y es quizá el principal certamen estadounidense de su categoría, ha hecho público el listado de los artistas que participarán en la edición de este año
Mas lejos, por ahora, están los estilos situados en las tres primeras posiciones de la tabla que son, en orden inverso, el rock (14%), el pop (20,1%) y el hip hop o rap (21,7%). Un género, este último, que se confirma un año más como el preferido de los estadounidenses y en el que en 2018, el artista más laureado fue el canadiense Drake, ocupando un podio que en la temporada anterior había correspondido al muy influyente y revolucionario Kendrick Lamar. Quizá el hecho de estar fuera del podio haya impedido a la música latina derribar la última barrera que aún parece resistirse a caer: las nominaciones a los Grammy. Cierto que ya existen los Grammy latinos, una especie de sucedáneo, que sirve como placebo a este sector de la industria musical, pero a la hora de la verdad su importancia es mucho menor que la que tiene la versión original de este premio, aún reservada para los artistas angloparlantes. Aunque quizá no por mucho tiempo.
Tras conocerse la lista de las nominaciones correspondientes a la edición de 2019, que se hizo pública el pasado diciembre, la ausencia de artistas hispanoparlantes ha sido muy criticada. De hecho, la cuota latina habitual ha sido cubierta en esta ocasión por las ya mencionadas Cardi B y Camila Cabello que han optado, hasta ahora, por expresarse en inglés. Sin embargo, muy pocos entienden a estas alturas que el éxito comercial de los artistas latinos no se vea reflejado en estos galardones. Ya hubo bastante polémica hace un año cuando Bruno Mars arrebató a Luis Fonsi y Daddy Yankee el premio principal, porque era evidente que Despacito se merecía el máximo honor gracias a sus cifras récord de streaming y a su condición de gran éxito global. Y, obviamente, ahora las críticas hacia el conservadurismo de los miembros de la Academia han vuelto a arreciar en los medios. Tanto en los generalistas como en los especializados. Todos creen que J. Balvin, Bad Bunny y, quizá también, Rosalía, tendrían que haber estado ahí. Todo parece indicar que lo lograrán. Y mucho más pronto de lo que podría parecer ahora.