Rafael Alba (ALN).- En 2018, la facturación del sector sumó 333,9 millones de euros tras experimentar una subida del 24,1%. El aumento del IVA cultural desde el 8% al 21% decretado en 2012 por el gobierno de Mariano Rajoy estuvo a punto de poner fin a esta historia de éxito.
Lo aseguran los aficionados a la tauromaquia. Ya saben, no hay quinto malo. Y esta contundente afirmación ha probado su certeza en muchos frentes distintos. Artísticos, políticos o culturales. Ahora, por ejemplo, lo hace en el boyante negocio de la música en directo, cuya indudable efervescencia se ha dejado notar en España en los últimos cinco ejercicios. Un lustro de gloria que ha servido a esta industria sin chimeneas del siglo XXI, completamente ligada en la actualidad al devenir del turismo, para olvidar las penurias de los tiempos inmediatamente anteriores, marcados por la virulencia de la crisis económica global y las medidas fiscales adoptadas por el gobierno de Mariano Rajoy como consecuencia de las exigencias de control de déficit que le impusieron desde Bruselas. Por eso, antes de iniciar la remontada se tocó fondo. Y eso ocurrió en 2013, el peor año de la serie histórica, cuando la facturación del sector quedó reducida a sólo 158 millones de euros, por culpa, entre otras razones, del IVA cultural, que fue ascendido desde el 8% al 21% por Cristóbal Montoro, el implacable ministro de Hacienda de la época, y provocó un aumento del precio de las entradas que penalizó duramente a este y otros negocios del ramo.
Según las cifras oficiales del Anuario de la Asociación de Promotores Musicales, desde 2013 hasta 2018, último ejercicio completo computado, los ingresos derivados de los conciertos en directo han experimentado aumentos constantes y sostenidos. Un círculo virtuoso que ha cristalizado finalmente en el récord alcanzado por la cifra el pasado año, cuando el número se elevó hasta 333,9 millones de euros
Posteriormente, las desbordadas aguas tributarias volverían a su antiguo cauce en 2017 y, en este momento, todo parece indicar que esa etapa oscura se ha quedado ya definitivamente atrás. O eso quieren creer los interesados que, además, disponen de algunos argumentos favorables para sus propósitos. De hecho, según las cifras oficiales del Anuario de la Asociación de Promotores Musicales (APM), la patronal del sector, desde 2013 hasta 2018, último ejercicio completo computado, los ingresos derivados de los conciertos en directo han experimentado aumentos constantes y sostenidos. Un círculo virtuoso que ha cristalizado finalmente en el récord alcanzado por la cifra el pasado año, cuando el número se elevó hasta 333,9 millones de euros, tras experimentar un aumento del 24,1% con respecto a los 269,2 millones de euros facturados en 2017. Un año, por cierto, que también fue considerado excepcional en su momento, porque en él se registró una subida del 20,6%, que también fue calificada de histórica por los expertos.
Pero la diferencia entre un ejercicio y otro parece estar en algunos recientes fenómenos de masas de carácter local, relacionados fundamentalmente con la música, pero también con la moda y las nuevas tendencias sociales, que han revitalizado las decaídas taquillas de los grandes recintos y los macroconciertos hasta límites insospechados al compás del reverdecido crecimiento económico y del repunte paulatino del consumo privado. Circunstancias que, junto a las mejoras fiscales anteriormente señaladas, devolvieron a España su atractivo como mercado para las giras de las grandes estrellas internacionales que en los peores momentos de la crisis eludieron pasar por este país en sus habituales periplos europeos. Con algunas excepciones, desde luego. A pesar de ello, en las listas relacionadas con la venta de entradas los artistas nacionales se situaron bastante por encima de la competencia extranjera. Aunque para conseguirlo tuvieran que recurrir, en la mayoría de los casos, a realizar giras más largas.
Operación Triunfo
Los ganadores de 2018 en las grandes ligas de los conciertos en directo fueron, evidentemente, los alegres chicos y chicas participantes en la edición de Operación Triunfo de 2017. La gira conjunta que protagonizaron el pasado verano obtuvo unos resultados espectaculares y consiguió reunir a 288.640 espectadores en sólo 24 conciertos. Un éxito incuestionable. Tampoco le fue nada mal al malagueño Pablo Alborán, cuya última gira por España se sitúa en el segundo puesto de este ranking de ganadores. Alborán reunió, siempre según los datos oficiales de la APM, la misma cantidad de espectadores que los amados triunfitos. Eso sí, tuvo que esforzarse un poco más que ellos para lograr el mismo resultado y su tournée estuvo compuesta de 30 conciertos. La medalla de bronce sería para el primer artista internacional que aparece en la clasificación: el gran Bruno Mars. Pero sus cifras son incluso más impresionantes que las de sus rivales hispanos, porque congregó a 110.000 espectadores y sólo necesitó dos conciertos para conseguirlo.
Los ganadores de 2018 en las grandes ligas de los conciertos en directo fueron, evidentemente, los alegres chicos y chicas participantes en la edición de Operación Triunfo de 2017. La gira conjunta que protagonizaron el pasado verano obtuvo unos resultados espectaculares y consiguió reunir a 288.640 espectadores en sólo 24 conciertos
La lista sigue con muchos otros grandes nombres. Destacan algunos clásicos del rock de todos los tiempos como el exbajista de Pink Floyd, Roger Waters, al que incluso sus fans más conservadores adoran, a pesar de sus confusas opiniones radicales que demuestran, en el mejor de los casos, el gran desconocimiento que tiene sobre muchos de los temas que aborda en sus declaraciones públicas. Pero esos juegos de salón de millonario aburrido que se las da de izquierdista dejan de importar en cuestión de segundos cuando se sube al escenario para tocar el repertorio que le proporcionó la gloria al frente de su mítico grupo en la década de los 70. Y lo mismo pasa con otras bandas polémicas, aunque menos dadas a embarrarse con asuntos políticos, como Guns ‘N’Roses, Iron Maiden o Metallica, que también pasaron por este país el pasado año. Grandes ídolos del rock duro que con su poder de convocatoria volvieron a demostrar que no necesitan aparecer demasiado en los medios de comunicación ni preocuparse demasiado por las modas para mantenerse a flote y conservar también en España esas fieles legiones de seguidores que siempre acuden a su llamada.
Otra buena noticia registrada en el sector de la música en directo en 2018 fue la confirmación de que las grandes estrellas latinas también tienen tirón a este lado del océano Atlántico. Al menos entre los amantes de los sonidos que se producen en América Latina y, en general, de la música cantada en castellano. Por eso algunas de las giras que obtuvieron más éxito en España el año pasado estuvieron protagonizadas por artistas como Ricky Martin, Shakira, Luis Miguel, Morat y Alejandro Fernández. Figuras importantes en un año glorioso que también se benefició de la aportación de estrellas nacionales como Joan Manuel Serrat, Fito & Fitipaldis, Pablo López, Dani Martín, Manolo García, Rozalén o Antonio Orozco, por citar sólo a unos cuantos cabezas de cartel entre los muchos que tuvieron la agenda repleta de fechas el pasado ejercicio, en especial en los meses de julio y agosto. Esos meses de verano, claves para el negocio, en los que se concentran también las fiestas patronales y las contrataciones llevadas a cabo por la mayor parte de las administraciones públicas del país.
Los festivales veraniegos
Y, por supuesto, en la actualidad, es imposible analizar la pujanza de la música en vivo en España sin tener en cuenta el peso que los festivales han cobrado dentro del sector en los últimos años. Una trascendencia que también se extiende al negocio turístico, porque sirven para reforzar el atractivo de algunos destinos que, sin ellos, tendrían mucho menos tirón del que ahora tienen. A finales del siglo XX, en el ya lejano 1994, apenas si había cuatro citas de estas características en todo el país. Ahora resulta complicado saber cuál es el número exacto porque se extienden por todo el territorio, los hay para todos los gustos, de todos los estilos y en todas las épocas del año. Podrían ser alrededor de 900, según las últimas cifras oficiales del Anuario de Estadísticas Culturales. Y también arrastran grandes cantidades de público. Hasta el punto de que si consideramos sólo las 25 citas más importantes estaríamos ya en cifras cercanas a los tres millones de asistentes, según los datos de la APM.
Tampoco le fue nada mal al malagueño Pablo Alborán, cuya última gira por España se sitúa en el segundo puesto de este ranking de ganadores. Alborán reunió la misma cantidad de espectadores que los amados triunfitos pero en 30 conciertos. La medalla de bronce sería para el primer artista internacional que aparece en la clasificación: el gran Bruno Mars
En 2018, los dos festivales que encabezaron la lista de los más concurridos se celebraron en el Levante español: el Arenal Sound que tuvo lugar en la localidad de Burriana, en la provincia de Castellón, y el Medusa Sunbeach Festival que se realizó en Cullera, una localidad de Valencia. En ambos casos se reunieron 300.000 asistentes en total. Luego se situaron el Mad Cool de Madrid que congregó a 240.000 personas, el Primavera Sound de Barcelona con 220.000 y el Viña Rock de Villarrobledo, un pueblo de Albacete, con 210.000. Sin embargo, los Premios Fest de este año, unos galardones concedidos por los profesionales de esta industria agrupados en la Asociación de Festivales de Música (AFM), no han recaído en ninguno de ellos. El evento que más galardones acumuló en la gala de este año fue otra de las grandes citas nacionales, el BBK Live de Bilbao, que se conformó con recibir sólo 120.000 espectadores. La cita bilbaína se llevó cuatro galardones en los Fest: el correspondiente al mejor festival de gran formato y los que premiaban la mejor zona de acampada, el evento más tecnológico y el más sostenible.
Ahora la AFM tiene su propia lucha en busca de una regulación específica para estas citas. Los principales certámenes consideran que se trata de manifestaciones culturales contemporáneas y no están de acuerdo en seguir siendo considerados como simples eventos recreativos o de ocio, porque esta calificación no tiene en cuenta detalles singulares como la multitud de formatos que confluyen en su oferta y que les aportan diversidad y una serie de elementos característicos. El problema es que, en la actualidad, los festivales españoles se ven afectados por multitud de reglamentos distintos que varían en función de las leyes del suelo y de espectáculos de cada comunidad autónoma e incluso de ordenanzas locales emitidas por los distintos ayuntamientos en cuyos términos municipales se celebran estas citas anuales. Esta dispersión regulatoria provoca, en su opinión, una gran inseguridad jurídica que frena el desarrollo de un sector altamente profesionalizado y que habría demostrado con creces su efecto positivo para la economía nacional. Un asunto que, como tantos otros, tendrá que esperar a que termine el largo ciclo electoral en el que se encuentra España.