Rafael Alba (ALN).- Los cambios sociales y la precariedad laboral de los millennials han abierto nuevas ventanas de oportunidad para la explotación de los viejos repertorios musicales de éxito. Los mayores de 50 conforman un tipo de audiencia muy rentable, pagan entradas caras, consumen en las barras de teatros y festivales y adquieren productos de mechandising.
“¿Espectáculos para millennials? Para nada. A nosotros nos interesan más los cuarentones y los cincuentones. Los colectivos con ingresos recurrentes. Ya sabes que este negocio se basa en el consumo”. Así se manifestaba en una conversación reciente en el descanso de un programa radiofónico, fuera de antena, por supuesto, un conocido empresario teatral que ha diversificado el negocio de sus salas y ha entrado recientemente en el rentable nicho de los musicales de tributo. Espectáculos que funcionan muy bien en toda España y que se basan en la interpretación del repertorio de una banda o un artista popular en el pasado. Estas canciones, a veces entrelazadas por medio de un mínimo hilo dramático, forman parte de la educación sentimental de un público de cierta edad, deseoso de volver a oírlas y cantarlas y que, además, como puntualizaba nuestra fuente anónima al principio del párrafo, se ve favorecido por una solvencia económica que le permite pagar la entrada, consumir en el bar en los intermedios e incluso adquirir CD, camisetas o programas de mano en los puestos de merchandising. En definitiva, se trata de una audiencia que tiene el mejor perfil posible para los intereses de un sector que vive permanentemente aprisionado en una interminable crisis endémica.
El incombustible Manolo García cada cierto tiempo publica un disco con nuevas canciones y se va de gira con ellas y sus grandes éxitos, tal y como lo haría cualquier artista recién llegado a la primera división
Y que puede haber encontrado un nuevo filón en un grupo social que, hasta no hace demasiado, parecía estar bastante alejado de cualquier fórmula de ocio en la que la música tuviera un papel fundamental. Pero los cambios sociales, que incluyen circunstancias como el aumento de los divorcios, los nuevos formatos familiares y la precariedad laboral que complica el futuro y el presente de los colectivos más jóvenes, han provocado mutaciones sensibles en la estructura y las características de los públicos disponibles. La industria musical española, en especial la relacionada con los conciertos en directo y los eventos, parece haber detectado la ventana de oportunidad y se ha lanzado a explotarla antes de que se agote. Con una gran creatividad en las fórmulas empleadas y teniendo siempre en cuenta que se trata de un colectivo que ansía, sobre todo, recordar la banda sonora de sus años más felices y con pocas ganas de hacer nuevos amigos musicales o descubrir propuestas innovadoras. No quieren experiencias artísticas. Lo suyo es revivir los guateques del pasado y convertirse, por unas horas, en los verdaderos protagonistas de una liturgia en la que las estrellas del pasado, o los profesionales que las imitan, ejercen de simples maestros de ceremonias.
Cierto que hay algunos artistas, aún en forma como intérpretes y como compositores, a quienes no parece habérseles secado ni la imaginación ni los recursos, cuyo papel supera con creces esa labor de medium entre el presente y el pasado de la que hablábamos en el párrafo anterior. Y también está el incombustible Manolo García, que cada cierto tiempo publica un disco con nuevas canciones y se va de gira con ellas y sus grandes éxitos, tal y como lo haría cualquier artista recién llegado a la primera división. García no ha tenido que recurrir casi nunca al repertorio de El Último de la Fila, el grupo que le permitió conseguir el éxito, para llenar sus conciertos, porque su propia carrera en solitario ha mejorado y superado las cifras, tanto económicas como de audiencia, que consiguió junto a su compañero Quimi Portet en la década de los 80. Pero este no es un caso habitual. Como tampoco lo es el de Fangoria, la última marca comercial con la que se presentan en público Alaska y Nacho Canut, tras haber tocado la gloria en los 80, casi siempre junto al gran Carlos Berlanga, en bandas míticas de la movida como Los Pegamoides o Dinarama. Ni el de Enrique Bunbury, que ha sacado del baúl de los recuerdos alguna vez a sus celebrados Héroes del Silencio, pero que no los ha necesitado en realidad para mantenerse vigente y disponible.
Remozar los repertorios antiguos
Hay otros artistas veteranos, también exitosos, con menos necesidad o interés por embarcarse periódicamente en la composición de nuevas canciones. Aunque tampoco hayan renunciado del todo a hacerlo. Como Joan Manuel Serrat, que diversifica con gran capacidad comercial y habilidades propias de un experto en marketing los múltiples vericuetos de su espectacular repertorio que presenta de diversas formas para darle cada cierto tiempo un aire renovado a los conciertos que prepara con la materia prima de sus inolvidables canciones, de modo que sus fans, que se cuentan por cientos de miles en España y Latinoamérica, tengan incentivos para volver a ir a verle. Ahora, por ejemplo, se encuentra inmerso en una gira en cuyos conciertos revive una por una las canciones de Mediterráneo, uno de sus álbumes más celebrados. Serrat se anticipó a casi todos, por ejemplo, cuando en 2003 apostó por revitalizar sus temas más queridos con nuevos arreglos y la participación de una orquesta sinfónica. Una opción que han adoptado luego muchos otros. Desde divos internacionales como Peter Gabriel o Sting, que lo hicieron casi una década después de que el cantautor catalán marcara el camino a luminarias nacionales como Santiago Auserón, Miguel Ríos o, muy recientemente, Raphael.
Joan Manuel Serrat diversifica con gran capacidad comercial y habilidades propias de un experto en marketing los múltiples vericuetos de su espectacular repertorio que presenta de diversas formas para darle cada cierto tiempo un aire renovado
Ya lo ven, todo enfoque distinto que aporte frescura y novedad es lícito para sobrevivir. Los lavados de cara, los duetos, los tríos y los cuartetos generacionales, recordatorios y homenajes variados, o como sea. En general, lo cierto es que los viejos grupos y las estrellas del pasado sobreviven, y muy bien, de la explotación de las glorias pasadas convertidas, en la práctica, en grupos tributo reforzados con alguno de los componentes originales. Y por un giro del destino, más los cambios sociales de que hablábamos antes, algunas de ellas tienen en este momento un poder de convocatoria muy superior al que tuvieron en sus presuntos años dorados. Ese podría ser el caso de algunos grupos de rock como Burning o Asfalto. A veces, hasta hay dos formaciones en activo simultáneamente que explotan un mismo repertorio. Como sucede con el dúo Amistades Peligrosas, que mantiene vivo Cristina del Valle, o Nuevas Amistades, la marca bajo la que rentabiliza las mismas canciones su antiguo compañero Alberto Comesaña. También hay otros supervivientes con buenas hojas de servicio como Jaime Urrutia, Loquillo, Siniestro Total, Hombres G, Nacha Pop o Los Secretos, cuyos nombres siempre estarán relacionados con la Movida de la década de los 80. Un movimiento que parecía haber sido enterrado pero que ahora resurge con fuerza.
El listado de protagonistas de aquella gesta musical que han vuelto o siguen en activo con más o menos impacto y reconocimiento popular es muy amplio y crece cada día. Hasta acaba de abrirse en la ciudad una sala denominada Rock Ola, que ha tomado su nombre del inolvidable local de la madrileña calle Padre Xifré en el que tomó la alternativa la llamada Nueva Ola, que lo cambió todo. Entre otros, siguen en activo, en el circuito de las salas de tamaño medio, grupos ochenteros del estilo de Mamá, Un pingüino en mi ascensor, PVP o Los Pistones, setenteros duros como Coz, Cucharada o Ñu, o ligeros como Cánovas, Adolfo y Guzmán, últimamente sin Rodrigo, o pioneros de los 60 como Brincos o Pekenikes, que en algunos casos han llegado a compartir componentes en sus formaciones actuales. Muchos de ellos, por cierto, revitalizados gracias a la celebración de aniversarios o efemérides que sirvieron para volver a reunirles. Tanto a ellos entre sí, como a su viejo público disperso que acudió a la convocatoria al calor de los recuerdos y acabó por cogerle gusto al asunto y volver a montarse en el autobús para continuar un viaje que, con mayor o menor abundancia de recursos y recaudaciones en taquilla, cuando menos da para algunos conciertos mensuales y unas cuantas presentaciones veraniegas en el circuito de las fiestas patronales. Lo que no es poco, para nada, en los tiempos que corren.
Conmemoración de acontecimientos culturales
La verdad es que las excusas aderezadas con contenidos históricos y sociológicos siempre son muy socorridas. Y hay unas cuantas disponibles. En los últimos tiempos, algunas celebraciones como el 40 aniversario del mítico concierto Rocktiembre -que dio el pistoletazo de salida al rock urbano en los 70-, evocaciones de las matinales del Circo Price de principios de los 60 como la que tuvo lugar en el concierto Pioneros madrileños del Pop, de eventos inolvidables como las actuaciones de The Beatles en España y hasta de la creación de viejos grupos de agitación política como Canción del Pueblo, han servido como catalizadores e impulsores de esas viejas escenas ahora renacidas y renovadas. Todas ellas han proporcionado a ese público que parecía ausente y desinteresado por los festejos la posibilidad de volver a hacerse visible. Pero también es posible ofertar estos repertorios sin necesidad de recurrir a estas argucias. A veces, basta con reivindicar las señas de identidad generacionales y reunir a unas cuantas viejas glorias sobre el escenario. Y no sólo musicales. Puede ser interesante que aparezcan por allí otros famosos de la época, especialmente relacionados con el mundo de la televisión.
Quizá les sorprenda descubrir que tienen muchas opciones para elegir. Ya ven. Quién les iba a decir a ustedes que en pleno 2018, la música del siglo XX sigue sonando sin interrupción. Aprovéchenlo mientras dure
Esos son los ingredientes que han servido para consolidar eventos y fiestas como los conciertos de La Edad de Oro del Pop Español, o el macroespectáculo festivo, convertido en gira de gran éxito, denominado Yo también fui a EGB, un formato de gran éxito con ambición de totalidad que reúne sobre el escenario un interminable listado de estrellas ochenteras como Los Rebeldes, Danza Invisible, La Frontera, La Guardia, Boney M, Sabrina, Ole Olé con Vicky Larraz, entre otros y otras, que desfilan sobre las tablas junto al prodigioso presentador e imitador Carlos Latre, que no vivió aquellos tiempos, pero cuya versatilidad y capacidad para transmutarse en distintos personajes dan mucho juego. La impresionante respuesta del público ante esta convocatoria ha generado un buen puñado de eventos similares, en los que cambian los protagonistas y, si es necesario, la época que se pretende evocar, pero utilizando siempre esta fórmula de efectividad acreditada. Aunque cuando no hay presupuesto para tanto famoso, basta con un buen grupo de tributo para conseguir un efecto similar. Y, en este momento, hay muchos disponibles. Y de muy buena calidad.
Y, como era lógico, la potente industria de los festivales, que intenta superar su actual limitación temporal y encontrar ganchos adicionales para no verse restringida a funcionar a pleno pulmón sólo en los meses de verano, también ha empezado a acercarse con éxito a este fenómeno. Y, en algunos casos, no se ha limitado a reunir sobre las tablas a unas cuantas viejas glorias. La idea, a veces, es ir más lejos y completar la experiencia con otros elementos que refuercen su atractivo como los premios o las propuestas intergeneracionales. Uno de los mejores ejemplos de esta tendencia sería el festival Horteralia, que se celebra en Cáceres, y ha alcanzado ya su novena edición y se ha convertido en un clásico del género revival. En este caso, reivindicando además la música más bailable y comercial y los burbujeantes placeres culpables que se derivan del uso disfrutón de la pachanga discotequera más cazurra. En su última edición, contó con participantes de verdadero lujo y pedigrí contrastado como los supervivientes de Locomía, Malena Gracia, las Azúcar Moreno y jóvenes promesas del estilo de Joe Crepúsculo y las Chillers. ¿Un buen plan para el fin de semana? Probablemente sí. Aunque si lo que les va es el revival, antes de decidirse por este en concreto, les compensará darse una vuelta por la red y analizar la oferta disponible. Quizá les sorprenda descubrir que tienen muchas opciones para elegir. Ya ven. Quién les iba a decir a ustedes que en pleno 2018, la música del siglo XX sigue sonando sin interrupción. Aprovéchenlo mientras dure.