Pedro Benítez (ALN).- Ya nada será igual en Venezuela. La era de la ingenuidad política frente al régimen de Nicolás Maduro ha terminado. Importantísimos medios internacionales como ‘Der Spiegel’ y ‘The New York Times’ han calificado de “carnicero” al mandatario venezolano y al suyo como gobierno del mal. Dos crímenes que han marcado a la sociedad venezolana revelaron con toda nitidez la naturaleza del grupo que la domina.
Pese a que, según el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV), de 1999 hasta mayo de 2015 en Venezuela se registraron más de 252.000 homicidios, y esa cifra (a falta de datos oficiales) probablemente ya superó los 300.000, han sido dos crímenes ocurridos en los últimos cuatro años lo que han catalizado a la sociedad. Hay acontecimientos que suelen tener un simbolismo poderoso.
El de la actriz, modelo y Miss Venezuela Mónica Spear, el 6 de enero de 2014, puso sobre la mesa la magnitud de la violencia criminal en el país.
El del policía rebelde Oscar Pérez, el 15 de enero de este año, mostró los extremos a los que el régimen de Nicolás Maduro está dispuesto a llegar para aplastar cualquier foco de rebelión (Leer más: El régimen de Nicolás Maduro ha cometido una masacre al más puro estilo fujimorista). La espiral de violencia en que ha caído el país inevitablemente se va politizando.
No es que antes del asesinato de Mónica Spear Venezuela no tuviera tasas de homicidios por cada 1.000 habitantes superiores a México y Colombia, constituyendo así una “epidemia de violencia”. Pero millones de venezolanos se vieron reflejados en su caso.
Spear era una figura muy conocida y popular entre los venezolanos de todas las clases sociales. A cualquier habitante del país le podía haber pasado lo mismo
Cuando su vehículo se accidentó en la noche en una de las principales autopistas del país, ella y su esposo fueron acribillados a balazos por una banda de delincuentes muy jóvenes que azotaban la zona. Su pequeña niña resultó herida en el suceso.
Spear era una figura muy conocida y popular entre los venezolanos de todas las clases sociales. A cualquier habitante del país le podía haber pasado lo mismo, de hecho en la mayoría de las familias había por lo menos una víctima de algún tipo de delito violento.
Por entonces el crimen era la principal causa de la emigración de venezolanos, sobre todo de la clase media profesional. En una especie de guerra de clases, bandas armadas de jóvenes, por lo general de los barrios pobres, secuestraban, robaban y asesinaban a personas de clases más acomodadas. Algunos observadores llegaron a especular sobre la posibilidad de que el Gobierno promoviera deliberadamente esta situación para provocar la diáspora de los sectores más opositores de la población.
Sin embargo, lo que entonces parecía una elucubración del antichavismo más radical hoy se juzga como la tesis más cercana a la verdad y la más aceptada. Permitir e incluso propiciar la presencia de grupos paramilitares leales al “proceso revolucionario” (guerrilla de las FARC, el ELN de Colombia o los llamados colectivos) en los campos y en las ciudades de Venezuela fue una decisión deliberada por parte del expresidente Hugo Chávez que potenció enormemente la violencia en el país, tal como lo recoge el periodista Juan Carlos Zapata en el libro Doña Bárbara con Kalashnikov (2008).
Pero como fuera, los cierto es que el problema ha afectado a pobres, ricos y a la clase media. Sin embargo, los índices de homicidios en las barriadas socialmente más desfavorecidas han sido mucho más altos que en otros sectores.
Durante los años de gobierno del expresidente Hugo Chávez la mayoría de la población no lo responsabilizaba a él por el problema, aunque la misma mayoría señalaba que esa era su principal preocupación, de acuerdo con todas las encuestas. Se solía coincidir con la explicación oficial según la cual la violencia criminal tenía su origen en la exclusión social (que el chavismo decía combatir) y no en la impunidad o en la ineficacia y corrupción del sistema de justicia y la policía.
Esa condescendencia terminó en enero de 2014 con el asesinato de Mónica Spear. La respuesta oficial fue reprimir con violencia toda manifestación de protesta y desde entonces el chavismo más nunca ha sido mayoría en Venezuela.
De allí al caso del exfuncionario de la policía de investigaciones Oscar Pérez: Según el testimonio familiar el punto de quiebre de Pérez fue el homicidio de su hermano hace pocos meses. Así como el asesinato de la actriz y reina de belleza dio pie indirectamente a las protestas del 2014, otro crimen provocó una sucesión de eventos dramáticos que han marcado a la sociedad venezolana.
Terrorismo de Estado
La etapa de la ingenuidad política frente al régimen de Maduro ha terminado en Venezuela. En los dos casos el común denominador es la reacción del Gobierno que pretende (como en otros aspectos) negar los hechos fundamentales por más evidentes que estos sean.
El asesinato de Spear fue la chispa de las protestas estudiantiles de 2014, originalmente convocadas por ese tema. La represión con la cual el Gobierno respondió le asomó al mundo y al país su rostro represivo más siniestro. Para entonces ya Nicolás Maduro y Diosdado Cabello habían decidido que se mantendrían en el poder a sangre y fuego.
Según la exfiscal general Luisa Ortega, la OLP es responsable directa de 8.292 ejecuciones extrajudiciales entre 2015 y 2017
Conscientes de que tendrían que lidiar con la era de las vacas flacas y el consiguiente malestar social se prepararon para esta etapa. Incluso el Gobierno admitió que la inseguridad era un problema, pero la respuesta ha sido la aplicación de una brutal política de profilaxis social en los barrios más pobres, que ha denominado Operación de Liberación del Pueblo (OLP). Según la exfiscal general (designada por el chavismo) Luisa Ortega, la OLP es responsable directa de 8.292 ejecuciones extrajudiciales entre 2015 y 2017. Exactamente el mismo tipo de procedimiento aplicado a Oscar Pérez y su grupo, en el que además participó un grupo paramilitar afín al Gobierno.
En otras palabras: terrorismo de Estado. Tomando en cuenta que la inseguridad en las calles de las ciudades venezolanas no ha disminuido, parece obvio que la OLP no buscaba atajar el delito sino infundir miedo en una población azotada por el hambre y la penuria (Leer más: El hambre ya empuja a Venezuela hacia la anarquía social).
No es casualidad tampoco el indigno manejo del cuerpo de Oscar Pérez, sepultado en la madrugada, sin ningún tipo de ceremonia, con sólo dos familiares presentes. Típico de las dictaduras más sanguinarias.
Dos crímenes que han marcado a la sociedad venezolana y que han puesto de manifiesto la naturaleza de sus gobernantes.