(EFE).- Un brutal acto terrorista ocurrido el 22 de abril en la disputada región de Cachemira administrada por la India, donde hombres armados asesinaron a casi una treintena de turistas de la idílica pero conflictiva región de montaña, ha conmocionado a la región y más allá, generando serias preocupaciones sobre el futuro.
El ataque en la pintoresca zona de Pahalgam en Cachemira ha revivido el miedo de esta zona, devastada por la violencia y que ha vivido durante décadas bajo férreos controles de seguridad y altamente militarizada.
Lo que se sabe
El martes 22 de abril, hombres armados atacaron a un grupo de turistas en una popular pradera llamada Baisaran, cerca de la ciudad turística de Pahalgam, en la Cachemira administrada por la India.
Esta zona, a menudo llamada la «Pequeña Suiza», se convirtió en el escenario del ataque civil más mortífero de la región en años. Testigos presenciales informaron de que los atacantes emergieron de los densos bosques de pinos que rodean la pradera y aparentemente atacaron selectivamente a personas que creían que no eran musulmanas.
El ataque ocurrió en una remota pradera, accesible principalmente a pie o a caballo, quebrantando la serenidad de la zona y dejando tras de sí escenas de horror con víctimas y manchas de sangre.
El ataque causó la muerte de casi 28 personas. La mayoría de las víctimas eran turistas indios que visitaban la región. Más de una docena de personas resultaron heridas en el asalto.
Los atacantes
Un grupo militante previamente desconocido, autodenominado Frente de Resistencia (FRT), se atribuyó la responsabilidad del ataque en una reivindicación publicada por varios medios indios.
Las autoridades indias creen que el FRT es una organización pantalla del Lashkar-e-Taiba (LeT), un grupo militante con sede en Pakistán y responsable de importantes atentados en la India en el pasado.
El FRT se formó después de que la India revocara el estatus de semiautónomo de Cachemira en 2019. El grupo declaró que su motivación era responder a las políticas del Gobierno indio en Cachemira, incluido el presunto asentamiento de personas no locales en la región.
El contexto de los asesinatos
La región de Cachemira ha sido una zona tradicional de conflicto entre la India y Pakistán desde su independencia en 1947. Ambos países reclaman el territorio.
Desde 1989, la Cachemira administrada por la India ha estado luchando contra una revuelta armada contra el gobierno de Nueva Delhi.
En 2019, el Gobierno indio revocó arbitrariamente el Artículo 370 de la Constitución, que otorgaba a Cachemira un estatus especial semiautónomo, lo que provocó importantes disturbios políticos y sociales.
En los últimos años, el Gobierno indio ha estado promoviendo activamente el turismo en Cachemira como señal de un retorno a la normalidad y al desarrollo después de los cambios constitucionales. El año 2024 registró un número récord de visitantes en el valle.
Qué significa esto para la región
Para Cachemira, el ataque supone un duro revés para la economía local, que se ha vuelto cada vez más dependiente del turismo en los últimos años.
La población enfrenta ya un incremento de las medidas de seguridad, reinstalando el miedo al duro régimen que ha dominado la vida de los cachemires durante años con toques de queda, controles policiales, pesquisas, y persecuciones contra líderes separatistas.
Cómo responderá la India
La India no ha hecho ninguna acusación directa hasta el momento. Sin embargo siempre ha acusado a Pakistán de apoyar a los grupos militantes implicados en ataques, especialmente dado el supuesto vínculo con Lashkar-e-Taiba.
El Gobierno indio, incluyendo al ministro de Defensa, Rajnath Singh, y al ministro del Interior, Amit Shah, prometió una respuesta contundente y severa no solo contra los perpetradores directos, sino también contra los actores «tras bambalinas».
Este discurso refleja las reacciones observadas tras atentados terroristas anteriores en la región como el ataque de Pulwama (Cachemira) en 2019, donde un atentado suicida mató a decenas de agentes de seguridad.
Tras el ataque de Pulwama, la India respondió con una enérgica condena, esfuerzos diplomáticos para aislar a Pakistán (culpado del ataque) y una respuesta militar con ataques aéreos quirúrgicos contra supuestos campamentos de militantes insurgentes en Pakistán.
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