Nelson Rivera (ALN).- Moverse y ocultarse: de ello trata la lógica esencial del ‘offshore’. De colocar el dinero fuera del conocimiento de los demás; fuera de la visión; fuera del control de las autoridades y bajo regímenes legales permisivos y protectores. Escribe John Urry en ‘Offshore. La deslocalización de la riqueza’: “La deslocalización consiste en esquivar las leyes por medios ilegales, en ir contra el espíritu de la ley o en utilizar las leyes de una jurisdicción para minar las de otra”.
En 1900, Georg Simmel publicó Filosofía del dinero. La noción de globalización, tal como la entendemos ahora, estaba todavía muy lejos de formularse. Pero Simmel, el más visionario de los pensadores que ha producido la sociología, formuló entonces uno de sus más luminosos enunciados: el dinero aspira a ocultarse y la economía del dinero alimenta el secretismo.
En los tiempos de Mesopotamia y del Antiguo Egipto, los lingotes de oro viajaban hacia Oriente. Monedas acuñadas en Grecia en el siglo VII antes de Cristo, eran trasladadas por comerciantes hacia los mercados de Asia. Karl Marx y Friedrich Engels observaron ese fenómeno a lo largo de los tiempos y entendieron que el capitalismo es indisociable del movimiento. Que hay una energía en el dinero y en los intercambios económicos, que los impulsa a moverse, a ir más allá.
Las estimaciones son asombrosas: una cuarta parte de la riqueza mundial y un tercio de la renta anual formarían parte del universo ‘offshore’
Moverse y ocultarse: de ello trata la lógica esencial del offshore. De colocar el dinero fuera del conocimiento de los demás; fuera de la visión; fuera del control de las autoridades y bajo regímenes legales permisivos y protectores. Escribe John Urry (1946-2016) en Offshore. La deslocalización de la riqueza (Capitán Swing Libros; traducción de Jesús Cuéllar; España, 2017): “La deslocalización consiste en esquivar las leyes por medios ilegales, en ir contra el espíritu de la ley o en utilizar las leyes de una jurisdicción para minar las de otra”.
Lógicas en acción
Además de las lógicas intrínsecas al funcionamiento del capitalismo, y de algunos discursos que han sido y son fundamentales, como el principio del Libre Comercio, y su pareja inseparable, la eliminación o merma de las barreras comerciales, Urry, reputado director del Centre for Mobilities Research -sus estudios del turismo son paradigmáticos-, cita otros factores que han acelerado las estrategias offshore: el debilitamiento de las fronteras tras la caída del Muro de Berlín, el auge de los canales de información global, la aparición de mercados financieros que operan las 24 horas del día, la web y otros.
Todo este movimiento se inscribe en un ideario que alcanzó su auge con el pensamiento ilustrado: que la apertura de las fronteras es siempre prometedora, no solo en lo económico, sino también en la cultura y en nuestra comprensión del mundo.
Lo que Urry sostiene es que, además de mercancías y experiencias, la ausencia de fronteras es causante de múltiples problemas, y que más allá del movimiento transfronterizo, “hay un movimiento que, con frecuencia oculto, se ampara en elaborados procedimientos secretos. Un mundo sin fronteras crea nuevas fronteras y nuevos secretos (…) Se ha creado un gran mundo deslocalizado que está reestructurando el poder y la dominación mundiales”. Las estimaciones son asombrosas: una cuarta parte de la riqueza mundial y un tercio de la renta anual formarían parte del universo offshore: riquezas deslocalizadas, es decir, que a menudo forman largas cadenas en los títulos de propiedad y que no pagan los impuestos que les correspondería pagar en sus países de origen.
Que el neutral y respetable territorio de Suiza haya adquirido el prestigio del paraíso fiscal por excelencia, no es algo que se ha producido en corto tiempo: el que ha sido llamado ‘el teatro de la integridad’ comenzó a levantarse en el siglo XIX. El éxito del modelo suizo, de operaciones seguras, secretas, íntegras y privadas, se ha basado en una premisa: “Cuanto mejor guardado esté el dinero, menos mentiras hay que decir”.
Operaciones y ámbitos de la deslocalización
Esas riquezas que aspiran a evadir las leyes, el pago de impuestos y el control de las autoridades son múltiples. Son bienes o acumulaciones signadas por la opacidad. Por ejemplo: la deslocalización de labores productivas en países donde la mano de obra es más barata, los impuestos más bajos y el arraigo de las empresas menor. O el diseño de complejos sistemas de transporte marítimo de múltiples banderas, que no solo transportan drogas sino mercancías de alto costo que violan la fiscalidad tanto en el punto de salida como en el de llegada. O la deslocalización del placer, que estimula la construcción de grandes emporios como hoteles y casinos en lugares remotos, o los cruceros que, circulando en la inmensidad de los océanos, ofrecen viajes que permiten consumir drogas ilícitas, practicar sexo en grupos, con menores o con mujeres que han sido secuestradas y esclavizadas. Enclaves flotantes en alta mar, en desiertos remotos o en islas de difícil acceso, hacen posible cometer excesos lejos de la mirada de las autoridades.
Esas riquezas que aspiran a evadir las leyes, el pago de impuestos y el control de las autoridades son múltiples
O la deslocalización de la energía: “Casi todas las sociedades dependen de fuentes de energía deslocalizadas, aunque ninguna llega al nivel de deslocalización de Taiwán, que importa 98% de su energía”. Asociado a lo anterior, Urry llama la atención al fenómeno de ‘financiarización’, que describe el entorno cada vez más especulativo que rodea al negocio petrolero.
Pero hay todavía otros aspectos más controvertidos y urticantes: la cuestión de los residuos, especialmente los más peligrosos y contaminantes, que los países y las empresas más ricas envían a las regiones más pobres, o temas como las operaciones de seguridad o de carácter militar que se realizan a miles de kilómetros de distancia, sin riesgo real para sus operadores. La deslocalización de la violencia cada vez expande más sus procedimientos: contratación de sicarios u organización de centros de tortura en otros países; sistemas de vigilancia de carácter digital cuyos núcleos de control están a miles de kilómetros; industrias del secuestro que, literalmente, desaparecen a personas con sus víctimas en los lugares más remotos.
La tesis de Urry es que el fenómeno de la deslocalización, los reinos del offshore, recién está dando sus primeros pasos. Y cierra: más allá de las acciones que puedan tomar las leyes y la acción coordinada de las autoridades, la relocalización de las finanzas, la economía y las actividades humanas no será posible sin el concurso de “una enorme fuerza social”.