Daniel Gómez (ALN).- Los gobiernos que cambiaron el mapa político en América Latina no trajeron la estabilidad prometida. Chile arde en protestas. Ecuador ardió hace una semana. Hay problemas en Colombia. Y una crisis económica dejó herido de muerte al gobierno de Mauricio Macri en Argentina. La izquierda tampoco se libra de la inestabilidad. Hoy Bolivia es un hervidero ante el posible fraude electoral de Evo Morales. Hace una semana en México el cuestionado gobierno de Andrés Manuel López Obrador se vio doblegado por el narcotráfico. Por no hablar de las continuas crisis de Venezuela, Cuba y Nicaragua.
Ahora arde Bolivia. La dudosa victoria del presidente Evo Morales sacó a la oposición a la calle. En Potosí quemaron el Tribunal Electoral local. En Pando invadieron las instalaciones. En Oruro destrozaron la sede del Movimiento al Socialismo (MAS), que es el partido de Morales. Este martes se espera un paro nacional en Santa Cruz, capital financiera de Bolivia.
No es el clima de celebración que le hubiera gustado a Morales. Él confiaba ganar, si no con holgura, sí con comodidad. Las crisis en Ecuador y en Argentina le vinieron como anillo al dedo para reivindicar su discurso contra el liberalismo y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Le estaba sacando partido. Eso decían las encuestas. Hasta que llegó la hora de votar. Entonces se confirmó la tendencia alcista del opositor Carlos Mesa y todo apuntaba a una segunda vuelta. Morales no conseguía sacarle los 10 puntos de ventaja necesarios para evitar el balotaje. Pero se paró el recuento y tras un día de silencio, salió el mandatario con la distancia necesaria y 14 décimas de propina.
“La Misión de la OEA manifiesta su profunda preocupación y sorpresa por el cambio drástico y difícil de justificar en la tendencia de los resultados preliminares conocidos tras el cierre de urnas”, apuntó la Organización de Estados Americanos (OEA) en un comunicado.
“Esto es claramente un fraude”, agregó Mesa.
El autoritarismo de Evo Morales es el único ganador de las elecciones en Bolivia
Morales, quien se vendió como el candidato de la estabilidad, de la seguridad jurídica, del buen trato para las empresas, para los indígenas, para el pueblo, el candidato que no cede al capitalismo ni al FMI, es ahora otro factor de inestabilidad en Latinoamérica. Las calles de Bolivia arden, como ardieron las de Ecuador y Argentina. Como arden ahora mismo las de Chile. Y es que los problemas en la región trascienden las ideologías.
Los problemas de López Obrador con los narcos
En México gobierna la izquierda de la mano del presidente Andrés Manuel López Obrador. Consiguió una victoria abrumadora. Prometió un nuevo modelo económico, el fin de la corrupción, y también el fin del narcotráfico. Pero este último enemigo es demasiado poderoso.
El pasado jueves en Culiacán se desató una auténtica guerra entre la Guardia Nacional y miembros del cártel de Sinaloa, antiguamente dirigido por Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, preso en Estados Unidos.
La decisión de López Obrador impactó en su imagen. 49% de los mexicanos considera que actuó mal soltando al hijo de ‘El Chapo’, según una encuesta del diario Reforma. En este sondeo aparece un dato aún más preocupante para el presidente: 56% de la población considera que el narcotráfico es más fuerte que el gobierno. Sólo 33% piensa lo contrario.
La detención de un hijo de ‘El Chapo’, Ovidio Guzmán, en un operativo “fallido, deficiente e improvisado” según la Secretaría de la Defensa Nacional, desató el encontronazo en el que hubo 14 muertos. Cuatro eran ciudadanos que nada tenían que ver con la reyerta, según reportes oficiales.
En Culiacán se vieron balaceras y armas largas entre las fuerzas de seguridad y los narcos. Se vieron porque las redes sociales se inundaron de vídeos sobre los sucesos. El caso es que los delincuentes se impusieron, y para evitar una masacre, el gobierno de López Obrador decidió soltar a Ovidio Guzmán. Este último, es según la DEA, la agencia antidrogas de EEUU, una pieza clave en la estructura organizativa del cártel de Sinaloa.
La decisión de López Obrador impactó en su imagen. 49% de los mexicanos considera que actuó mal soltando al hijo de ‘El Chapo’, según una encuesta del diario Reforma. En este sondeo aparece un dato aún más preocupante para el presidente: 56% de la población considera que el narcotráfico es más fuerte que el gobierno. Sólo 33% piensa lo contrario.
El apoyo masivo que recibió López Obrador en las urnas se va diluyendo y no lleva ni un año en la Presidencia.
Y es que al mandatario también le afecta la desconfianza de los inversores. Canceló el megaproyecto del aeropuerto y destinó los recursos al Tren Maya, un proyecto que ni siquiera cuenta con los estudios de impacto. Suspendió por tres años las subastas petroleras tan celebradas por el sector privado, con el objetivo de devolverle poder a la estatal Pemex. Luego están los indicadores financieros: la economía apenas crecerá 0,4% en 2019 y 1,3% en 2020, según las últimas proyecciones del FMI. López Obrador prometió un crecimiento sostenido de 4% en su sexenio. De momento está lejos de conseguirlo.
Lo que ocurre en México es importante para entender que la crisis política en América Latina no sólo afecta a los nuevos gobiernos.
Inestabilidad en los nuevos gobiernos de América Latina
En el último lustro, el mapa político de la región cambió. De repente, países gobernados por la izquierda, por el socialismo del siglo XXI, países afines al chavismo como la Argentina de Cristina Fernández de Kirchner, el Ecuador de Rafael Correa y el Brasil de Lula da Silva y Dilma Rousseff, cambiaron a gobiernos de centro o cercanos a la derecha.
Todo comenzó en 2015 cuando en Argentina entró el conservador Mauricio Macri. En Ecuador Lenín Moreno sorprendió a todos, pues pasó de ser el predecesor y designado de Rafael Correa en 2017, a romper en pocos meses con su legado y sus políticas, hasta el punto de seguir el recetario del FMI, aunque su esencia siga siendo socialdemócrata. Por su parte, en Brasil, en 2019, llegó al gobierno el ultraderechista Jair Bolsonaro.
Luego está el caso de Colombia, donde el liberal Iván Duque sucedió al centrista Juan Manuel Santos en 2018. Ese mismo año en Chile el gobierno de derecha de Sebastián Piñera sustituyó el Ejecutivo socialdemócrata de Michelle Bachelet.
Sólo un milagro puede salvar a Mauricio Macri del desastre total
Este giro político trajo a Latinoamérica promesas de prosperidad económica y estabilidad. Hoy se ve que no es así. El recetario de Macri no caló en Argentina. Tampoco el préstamo de 56.000 millones de dólares del FMI.
Hoy Mauricio Macri tiene muy difícil imponerse en la elección presidencial de este domingo. El peronista Alberto Fernández, compañero de fórmula de Cristina Fernández, le saca más de 15 puntos de ventaja.
En Ecuador el recetario del FMI y las políticas económicas de Moreno tampoco calaron. La subida del precio del combustible incendió a la población, obligando al presidente a negociar y a dar marcha atrás a los planes del Fondo.
En Chile la subida de la tarifa del metro fue la gota que colmó el vaso. La gente salió a la calle cansada de los aumentos de los servicios públicos por parte del gobierno, cansada de la desigualdad, de las incumplidas promesas económicas. Ahora Piñera está pendiente de lograr una solución con los partidos de la oposición, pues la violencia se ha apoderado de las calles.
Luego está Colombia. La economía avanza. Crece 3%. Pero los organismos multilaterales, como el FMI, y el Banco Mundial, advierten sobre las desigualdades y brechas fiscales. Ahora más patentes con el éxodo venezolano, que supera el millón de migrantes. A esto se suma la vuelta a las armas de una facción de las FARC, que pone en jaque las promesas de paz.
Las eternas crisis de Venezuela, Cuba y Nicaragua
Hay inestabilidad en los gobiernos de derecha, pero no hay que olvidar que la izquierda de siempre sigue en crisis. Venezuela está en números rojos. La economía se contraerá 35% según el FMI. Persiste la crisis humanitaria, la escasez, la polarización política. Nicolás Maduro se aferra al poder. Se niega a convocar elecciones presidenciales. Pero hay un hecho claro: Juan Guaidó mueve a la gente que no mueve el chavismo. Guaidó se desplaza libremente por Venezuela mientras que Maduro apenas sale del Palacio de Miraflores. El 16 de noviembre Juan Guaidó espera demostrarle a Nicolás Maduro este apoyo con una gran marcha nacional.
Después está el caso de Nicaragua. El régimen de Daniel Ortega tampoco está dispuesto a convocar elecciones presidenciales. Hace un año protagonizó uno de los episodios más violentos de la historia reciente de América Latina, luego de que paramilitares afines y fuerzas progubernamentales reprimieran unas masivas protestas con saldo de más de 500 muertos.
Por último, está Cuba. Las promesas de apertura siguen sin materializarse y el de La Habana continúa siendo un régimen aislado y sin futuro.