Juan Carlos Zapata (ALN).- Los bonos del Sur se convirtieron en la fiesta de los millones. Fue una operación de geopolítica financiera para evitar el colapso del kirchnerismo y Argentina. Una operación en la que ahora se confirma: campeó la corrupción. Se sabe por las nuevas investigaciones abiertas en Buenos Aires. Si en Argentina hay un hombre clave, Claudio Uberti, en Venezuela hay otro, Nelson Merentes, exministro de Finanzas de Chávez.
Nelson Merentes no es nada más un funcionario. Es toda una historia. Un antecedente de tales kilates que en el equipo del exministro de Finanzas, Tobías Nóbrega, solían comentar: ¿Si lo hizo Merentes por qué no nosotros? A lo que hacían referencia era al activismo en materia de emisión de deuda. Merentes es el hombre deuda, es el hombre bono. Bajo su gestión en el Ministerio de Finanzas ocurre casi de todo. También es cuando se producen las operaciones de los bonos del Sur. Los bonos que conectan a dos expresidentes muertos, Hugo Chávez y Néstor Kirchner (Leer más: Chávez y Kirchner: 2 presidentes muertos salpicados por la corrupción). Y esto es lo que justifica que se revuelva la historia. La corrupción con los bonos del Sur. Una olla que ha sido destapada en Argentina en el caso que lleva por nombre ‘Los cuadernos de las coimas’, y que ha sentado en el banquillo al poder kirchnerista, incluyendo a la expresidenta Cristina Fernández.
En las investigaciones que llevan a cabo las autoridades argentinas se ha sabido de métodos, de personajes, de esquemas al puro estilo de la mafia, gracias a las delaciones de los propios involucrados. Y es uno de ellos, Claudio Uberti, ex ministro del kirchnerismo, el que más ha dicho. Entre otros detalles –detalle- que Néstor Kirchner y Hugo Chávez se repartieron 50 millones de dólares de utilidades obtenidas con los bonos del Sur. Quien diseñó la operación fue Merentes.
Suerte la de este modesto profesor universitario que en 1991 pegaba afiches en la parroquia El Valle del candidato a la Alcaldía de Caracas, el editor Miguel Henrique Otero. Que salta y se monta en el tren de los ucevistas que llegan al gobierno. Y luego, de sencillo habitante, nativo del pueblo de Naiguatá, en el litoral varguense, se gana el mote del Rey de Naiguatá, pues nadie como él se había elevado tan alto en las galaxias del poder. Experto en números –es matemático formado en Europa oriental– y estrategia electoral, había sido, en 1999, el creativo de la guía (el Kino Chávez) que entubaba el voto de los candidatos chavistas para la Asamblea Nacional Constituyente, con lo cual el mandatario se garantizó la mayoría y control absoluto.
Cuando Merentes salvó a Hugo Chávez
Es este universitario, en plan de ministro de Finanzas, quien asume la responsabilidad del destino de los recursos del Fondo de Inversión y Estabilización Macroeconómica, FIEM. Como el presupuesto de 2002 presentaba un déficit de 4,7 billones de bolívares en un escenario de conflicto en el que urgía atender pagos de salarios y compromisos de deuda, apeló a la plata que estaba en el FIEM. Es decir, se admitía el desvío del dinero recurriendo a causas de carácter presupuestario. Este será uno de los tantos ejemplos de desvío de partidas, sólo que en tanto la figura presidencial estaba de por medio, cogió fuerza de escándalo.
Bonos y más bonos. Notas estructuradas. Buenas y malas notas. Era la fiesta. Era el banquete. Al punto de que el anuncio de una emisión ya, de por sí, lucía sospechoso. ¿Para qué? ¿Quién estará detrás? ¿Quiénes los favorecidos?
Chávez había comenzado pidiendo “un millardito” de las reservas del Banco Central de Venezuela (BCV), y los sucesivos ministros de Finanzas, José Rojas, Nelson Merentes, Tobías Nóbrega, Rodrigo Cabezas y Rafael Isea, lo complacerán en sus peticiones, hasta el punto de que en 2008 las transferencias del BCV al Fonden-Ejecutivo ya habían acumulado 25.000 millones de dólares, y entre esa fecha y el 2011, otros 15.000 millones de dólares. ¿En qué se gastaba el dinero? ¿Con qué criterio de transparencia? La historia se conocería después. El dinero se botó. Y la crisis le explotó a Nicolás Maduro.
Si Merentes había salvado a Chávez ¿quién salvaba a Merentes? ¿Quién lo salvó y lo designaba en Ciencia y Tecnología, y en Bandes, y en el Ministerio de Desarrollo Social, hasta volver en 2005 a Finanzas como sustituto de Tobías Nóbrega? Pues Chávez. ¿Y quién guardaría silencio ante las sospechas tejidas en el manejo de emisiones de bonos y notas estructuradas en el curso de su gestión? Pues Chávez. ¿Y quién lo designa en la presidencia del Banco Central en abril de 2009? Pues Chávez. ¿Y quiénes le garantizarían su tranquilidad futura? Los favorecidos por Merentes. Merentes no es Claudio Uberti en cuanto a poder se refiere. Pero Merentes sabe tanto como Uberti.
Lo del FIEM era una evidencia acusadora. Sin embargo, salvar a Chávez conllevaba ser premiado. El premio consistió en llegar al Ministerio de Ciencia y Tecnología y ser luego titular del Ministerio de Desarrollo Económico y al mismo tiempo presidente del Banco de Desarrollo, Bandes. Muchos cargos en un solo hombre. Bien valía el silencio. O el crimen que en este caso sí pagaba, con creces. De hecho, en Bandes lo alcanzará otra operación de dudosa ejecución: el cambio de bonos con el fin de fondear la Tesorería Nacional. Con la suerte de que el mercado actuó a favor de los papeles, recuperando precio y beneficio.
Comienza la fiesta con los bonos del Sur
Luego viene lo medular: en el registro de las operaciones financieras los bonos argentinos han sido uno de los grandes negocios de estos tiempos. En la cuenta del economista José Guerra, exgerente de Estudios del Banco Central de Venezuela, se establece que “entre 2005 y 2006, Venezuela compró aproximadamente 3.850 millones de dólares de esos papeles con el objeto de apuntalar a las alicaídas finanzas gauchas. Al principio esos bonos se vendieron a tres bancos venezolanos que los adquirieron al tipo de cambio oficial con una pequeña prima para que la República de Venezuela pudiese mostrar un beneficio en la transacción. Posteriormente, ahora en manos de esos bancos, fueron negociados en la Bolsa de Valores de Nueva York y el efectivo obtenido en dólares convertido a bolívares a la tasa de cambio del mercado paralelo”.
Era un subsidio conveniente, de alto vuelo, alta factura y de cero riesgo. “Cuando el escándalo se hizo público, el Ministerio de Finanzas, encabezado entonces por Nelson Merentes, optó por socializar la asignación de los bonos a buena parte del sistema financiero y todos quedaron contentos”, escribía Guerra en el diario Tal Cual. Las alforjas bancarias se llenaban.
La cortina de la “democratización” de los bonos movía al presidente Chávez a defender al ministro y defender la operación, casi como devolviéndole el favor a Merentes.
Bonos y más bonos. Notas estructuradas. Buenas y malas notas. Era la fiesta. Era el banquete. Al punto de que el anuncio de una emisión ya, de por sí, lucía sospechoso. ¿Para qué? ¿Quién estará detrás? ¿Quiénes los favorecidos? Pues como dice Guerra, “las operaciones con títulos de deuda no se quedan allí. A lo largo de 2005, el Ministerio de Finanzas asignó discrecionalmente ‘notas estructuradas’ y bonos de la deuda pública por 1.385 millones de dólares a ciertos bancos, para que fuesen empleados en el mercado paralelo para estabilizar su cotización. Ese monto se amplió durante 2006 a más de 7.500 millones de dólares, con lo cual se dieron un banquete al comprar títulos al precio oficial de la divisa y venderlos al del mercado de ‘permuta’. Venezuela no es un país corrompido, sino que tiene un gobierno corrupto, cosa totalmente diferente”.
El banquete de Merentes y Chávez
¿Se superaba Merentes a sí mismo en el período 2005-2006-2007? Superaba el récord anterior, el propio y el de otros, en términos de sospechas y dudas, incluyendo lo que se decía de la gestión de su antecesor, Tobías Nóbrega. De hecho, cualquiera del equipo de Nóbrega que sea consultado hoy, presenta como excusa lo siguiente:
–Con Merentes todo fue peor. Al menos con Tobías el plan financiero funcionó.
Es el director del diario Últimas Noticias, Eleazar Díaz Rangel, advertido por el nuevo ministro de Finanzas, Rodrigo Cabezas, quien enciende el alerta, en su columna del 12 de agosto de 2007.
“¿Qué ha pasado con las colocaciones e inversiones del Gobierno en el exterior? ¿Quiénes se ganaron en 2006 centenares de millones de dólares con esas transacciones que hicieron perder al Estado venezolano más de mil millones? ¿Cuáles son los bancos europeos donde ocurrieron algunas de esas transacciones? ¿Quiénes son los funcionarios o exfuncionarios involucrados en esas operaciones? ¿Y quiénes los intermediarios del sector privado? ¿Qué organismo controla o deja de controlar estas operaciones?”. Lo que estaba lejos de saber Díaz Rangel es que Chávez y Kirchner también ganaron, a confesión de Uberti.
Los autores intelectuales: Kirchner y Chávez
Por la fecha en que Díaz Rangel revelaba los datos de las operaciones se hablaba de la averiguación ordenada por el ministro Cabezas con el objeto de aclarar lo sucedido en la gestión de Merentes con las notas estructuradas y con los bonos argentinos empaquetados y negociados por la República y entidades extranjeras y bancos privados venezolanos. O sea, era de Finanzas, no de la oposición ni de los medios de donde provenía la averiguación.
Se señalaba que el expediente estaba en manos de Hugo Chávez, por lo cual se especulaba por qué en 2010 el exministro Merentes no había sido designado director ante el Banco Central, según había sido la promesa del presidente, al sustituirlo en el despacho.
“Primero quiero decir que la ingeniería de los bonos es impecable. Otra cosa es que se hayan repartido cupos y comisiones. Ese es otro problema. No puedo negar que hubo comisiones.”
En tanto Cabezas insistía en la responsabilidad de Merentes en el diseño de las notas de renta fija con riesgo argentino, brasileño y ecuatoriano, adquiridas por la Tesorería Nacional, Chávez mantenía a Merentes en el congelador. La promesa de recompensarlo por su lealtad va a cumplirse sólo cuando haya necesidad de llenar la vacante en la presidencia del BCV, acaecida la muerte de Gastón Parra Luzardo. Pero ahora se sabe. Las averiguaciones no continuaron pues ello implicaba revelar la propia responsabilidad de Chávez y Néstor Kirchner con los bonos del Sur. Merentes fue el factor. Los presidentes, los autores intelectuales.
La ingeniería financiera perfecta
Un operador de la época de Merentes admitía:
–Primero quiero decir que la ingeniería de los bonos es impecable. Otra cosa es que se hayan repartido cupos y comisiones. Ese es otro problema. No puedo negar que hubo comisiones. Los niveles cambian con los ministros y los funcionarios. Hay quienes andaban sacando cuentas y marcando el monto de la comisión.
En efecto, ingeniería impecable. Y si no es porque cambió el poder en Argentina menos que poco se supiera sobre la corrupción.
Este operador, antes de que Carlos Kauffman hablara en Miami por el caso del espionaje a Guido Antonini Wilson –el hombre del maletín de los 800.000 dólares incautado en el aeropuerto de Buenos Aires– y revelara las comisiones pagadas a Nóbrega y a su esquipo, Jesús Bermúdez, Alejandro Dopazo y Lenin Aguilera, ya había señalado el grado de complicidad entre estos. Conocía el entramado en tiempos de Nóbrega. Por ello, es fuente de alta credibilidad en el caso de los bonos del Sur.
Hubo otra nota de Díaz Rangel, el domingo 26 de agosto de 2007, que iba más al grano y abría el abanico de lo que era el banquete con Merentes: “Quince fueron los bancos emisores de las notas estructuradas valoradas en 8.000 millones de dólares del Estado venezolano”. Se mencionan los quince bancos, entre ellos, el caído Lehman Brothers, y en algunos de los quince, señala Díaz Rangel, “hubo mediación de particulares en combinación con altos funcionarios y ganaron millones de dólares en operaciones donde el único y gran perdedor fue el Estado venezolano”.
La realidad es que la alquimia financiera funcionaba. A los banqueros de inversión, a los funcionarios, a los operadores y a los intermediarios, se les movía la cabeza. Contaban con el respaldo del presidente Chávez. ¿En qué? En lo siguiente: mientras la magia de los bonos y el endeudamiento respaldara su propósito de hacerse con recursos, se hacía la vista gorda. Volteaba la vista porque lo de Chávez era el poder y si había plata que lo afincara en el poder, pues… no problem.
La gestión de Merentes hace énfasis primero en las operaciones con los bonos argentinos y después con las notas estructuradas. El Gobierno compraba bonos argentinos a precios que nadie pagaría en el mercado de papeles. Luego el Gobierno los colocaba entre los bancos locales con una prima de anzuelo. Después, los bancos se desprendían de los títulos en el mercado internacional. Por las condiciones ofrecidas por el Gobierno, los bancos, inclusive, vendían los papeles con descuento, pues los dólares obtenidos se cambiaban a tasa de mercado no oficial o paralelo, generando así una utilidad de amplio rango.
A pesar de que Chávez repetía que las ganancias de la banca eran groseras, la razón de adquirir bonos argentinos y pasarlos por el mercado local, aun a costa de beneficios inmensos en bolívares aprovechando el diferencial cambiario, respondía a una especie de “geopolítica financiera” de atraerse aliados regionales y establecer un anillo protector ante los adversarios del modelo chavista. Estaba, además, la urgencia de consolidar la relación con Kirchner y salvar al kirchnerismo y a Argentina del colapso.
Señal del doble discurso del revolucionario era que esa utilidad de la banca parecía no molestarle al mandatario, en vista de que cumplía con un interés de tipo político a su favor. Es decir, guardaba silencio ante las ganancias de la banca a cambio del juego político regional. Y los banqueros acumulaban sin importar que estuvieran contribuyendo a la estrategia de sostenimiento de Chávez en el poder.
Después él mismo le restaría a los bancos –no a los banqueros– parte de lo obtenido cuando reclame dinero en vez de notas y el nuevo ministro Rafael Isea y su asesor, Moris Beracha, bajen la cotización del dólar permuta, restándole margen de rendimiento a los papeles y poniéndolos en aprietos. Los apretará cuando en 2009 arremeta contra los bancos de los boliburgueses y cuando estreche las operaciones y el poder de los banqueros tradicionales, y cuando tumbe las casas de Bolsa, y cuando amenace con retirarles los depósitos públicos a los bancos y con la estatización de toda la banca.
Cuba primero, Brasil y Argentina más tarde, como luego Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Paraguay y Uruguay y la Honduras de Manuel Zelaya, van a gozar de las preferenciales atenciones de la petrochequera del gobierno de Hugo Chávez.
Paso a paso con los papeles de la corrupción
La preocupación inicial de Merentes era la posición financiera de Argentina que estaba en moratoria con parte de su deuda. El ministro propone y logra que el gobierno de Kirchner convenga en la necesidad de transar uno de los pocos papeles líquidos de la República, el Boden 12, para más tarde crear uno nuevo, Boden 15.
Merentes –explica uno de los técnicos al tanto del diseño del producto- partía del siguiente principio:
–Un papel líquido puedo recuperarlo y darle la vuelta usando los bancos locales.
Se pensó en los grupos Santander y BBVA con bases en los mercados tanto de Venezuela como de Argentina. Según la fuente, a ambos grupos se les propuso tomar la ventaja de ser los primeros de entrar en la operación y marcar la ruta, ante lo cual aquellos apuntaron condiciones que resultaban inaceptables, vistas en conjunto: garantía en precios, liquidez, utilidad.
En fin, en la primera operación tres instituciones, como apunta el hoy diputado a la Asamblea Nacional, José Guerra, terminaron aceptando el papel de rompehielos.
Los bonos del Sur respondían a una especie de “geopolítica financiera” de atraerse aliados regionales y establecer un anillo protector ante los adversarios del modelo chavista.
La reacción no se haría esperar. Hecha la primera operación, 350 millones de dólares en bonos argentinos, aparecieron los señalamientos. Y los primeros en disparar serán los banqueros que habían quedado fuera del negocio, los mismos que después al entrar en el circo guardan la pistola en la cartuchera. Se decía que Finanzas había escogido a dedo tres bancos para transar los bonos argentinos. Se hablaba de altas comisiones embolsilladas por los intermediarios. Y se hablaba de la utilidad cambiaria ejecutada por los tres grupos. Se criticaba también el riesgo implícito de Argentina, ante lo cual, el vicepresidente José Vicente Rangel, en defensa de Merentes, calificaría a los economistas de “chimbos” y piratas.
Según los analistas, la ecuación de las relaciones no mentía, y los banqueros, viendo lo que los tres colegas habían ganado ahora pedían a gritos participar en las operaciones.
En el sentido de acallar las protestas el equipo de Merentes diseña un mecanismo de participación que consistía en la solicitud, por parte del banco, de estar interesado en intervenir en la operación. Finanzas concibe ruedas semanales de adjudicación para cinco bancos. Una vez agotados los 30 bancos del mercado, se repetía la lista. Así cada seis semanas. Y así, el gobierno de Kirchner reflotaba, en el mercado local los bancos ganaban, se mantenía a raya la cotización del dólar en el mercado paralelo o de permuta, y la República Bolivariana de Venezuela se desprendía del riesgo argentino.
Pero si el esquema de participación era transparente, ¿en qué consistía la irregularidad? Un banquero suelta una frase lacónica aunque efectiva:
–En el mismo esquema.
–¿Cómo es eso?
–Los bancos “agradecidos” por la utilidad, generosa y abundante, se quedaban con un porcentaje y a los operadores e intermediarios entre Finanzas y los bancos se les repartía la otra parte. Si el banco era grande y serio, el porcentaje a repartir era menor. Si el banco era pequeño, modesto, entregaba una mayor parte, aunque agradecido siempre al haber sido tomado en cuenta.
Se sabe que no todos los bancos entraban en el juego del pago de las comisiones por los bonos del Sur.
El mecanismo establecía un escenario de aparente transparencia, pero algunos de los banqueros pagaban las comisiones pues entre otras razones consideraban que ante el cerco de la política chavista de ponerle límites a las ganancias y operaciones de la banca, los bonos argentinos paliaban la situación de estrechez. Es decir, los bancos admitían, sin afirmarlo, que eran cómplices de una operación con elementos más allá de lo financiero.
Después la gestión de Merentes pasa a la segunda fase, que es combinar los bonos argentinos con las notas estructuradas. Estas consistían en la compra de un paquete de bonos –argentinos, venezolanos, ecuatorianos– por parte del Fonden. Una operación cuadrada por un intermediario jugando en tres puntas: en una, el banco que emitía la nota; en la otra, el cliente, es decir, el Fonden, el Estado venezolano; y en otra más, él mismo y sus contactos, colocando el cóctel de papeles entre los bancos locales.
Cero riesgo. Negocio seguro. El Fonden, o Fondo de Desarrollo Nacional, es un organismo creado para enrutar los ahorros en divisas del Estado e invertirlos en programas de desarrollo. No fue siempre así, pues el Fonden terminó operando con las notas estructuradas de al menos 15 entidades extranjeras conocidas que entraron en el banquete. La jugada de Finanzas consistía en que, otra vez, aprovechando el diferencial entre el dólar oficial y el dólar paralelo, también podía hacerse de más bolívares para destinarlos a gasto corriente y fiscal, objeto para el que tampoco el Fonden había sido creado. O sea, el Gobierno metido a especulador.
Y no sería la primera ni la última vez, pues más tarde los ministros Rodrigo Cabezas y Rafael Isea seguirían operando con las notas estructuradas, y con Alí Rodríguez en Finanzas y Rafael Ramírez en PDVSA, el Gobierno intervendría directamente vendiendo en el mercado paralelo dólares de la factura petrolera con la intención de rendir los bolívares. Con Rodríguez, apenas durante las dos primeras semanas de junio de 2008, fecha de su estreno en el Ministerio, no hubo notas estructuradas. Más tarde, la operación de cambio se mudaba a la tesorería de PDVSA, desde la cual se intervenía directamente el mercado con los petrodólares, en afán de buscar bolívares sin que el dólar permuta bajara de precio.
En la etapa de menor liquidez de los bonos argentinos, Merentes y su equipo optan por usar el Fonden, adquiriendo las notas empaquetadas con bonos venezolanos, argentinos y ecuatorianos. Es entonces cuando intervienen los 15 bancos extranjeros a los que hace referencia Díaz Rangel. La lista que se ofrece va de más a menos, es decir, según la cantidad manejada: “Barclays Bank PLC (más de 2.000 millones), Lehman Brothers, Calyon, Welstb AG, AB Svensk Expotkredit Sek, HSBC Bank USA, Credit Suisse, Deustche Bank AG FLR, Dresdner Bank AG, ING Bank NV, Morgan Stanley, BNP Paribas y JP Morgan”.
Rafael Correa especulador
Era la bulla del oro. Los hoteles de Caracas estaban abarrotados de hombres de negro tras el botín dorado. Merentes los tenía en sus manos. El economista Orlando Ochoa recordaba que “en aquel momento, Merentes argumentó que Venezuela se convertiría en el principal centro de intermediación de deuda en América Latina. La razón que justificaba la emisión de estos papeles es que ayudaban a reducir la liquidez monetaria en bolívares y le restaban presión al mercado cambiario no oficial. Pero esta emisión de papeles no es un instrumento usual de política económica”. Y era el control de cambios lo que justificaba la venta de los papeles –llámense bonos argentinos o notas estructuradas– para que bancos y demás actores del mercado realizaran la utilidad, favorecidos por el diferencial cambiario.
Decía Ochoa que “en 2006 la mecánica de colocación de bonos argentinos, a la que le siguió la de notas estructuradas al tipo de cambio oficial, generó una enorme avidez de banqueros y operadores financieros y se constituyó en una parte importante de las ganancias de la banca. Habría que preguntarse si Chávez sabía de estas operaciones”. Lo sabía. La idea era de Chávez, la idea que respondía a la necesidad de consolidar la geopolítica bolivariana y si para ello había que permitirles ganancias extras a los odiados banqueros, pues no importaba. De nuevo, el fin justificaba los medios. De allí que no era gratuito que reclamara y recordara a los banqueros que con su gobierno habían ganado mucha plata. Él también.
“A principios de 2007 –señala Ochoa– Chávez quiso disponer de recursos del Fonden, pero no había liquidez porque gran parte del saldo estaba en notas estructuradas y los bonos ecuatorianos habían caído. Eso coincidió con la destitución del ministro Merentes y (la tesorera) Carmen Menéndez de Maniglia, lo que hace suponer que el presidente estaba descontento con las implicaciones de estas operaciones con recursos del Fonden”.
Se refiere Ochoa al momento, ya Cabezas es el nuevo ministro, en que el presidente de Ecuador, Rafael Correa, dice, en los días previos a la asunción de mando, que su país puede declarar una moratoria de la deuda. Caen los bonos de Ecuador y Venezuela resulta afectada por la baja. Correa enmienda el error y los bonos se recuperan. En Ecuador aparecen las sospechas de una maniobra especulativa de los actores del nuevo gobierno, y en Caracas se llegó a decir que era la forma de Correa pagar los compromisos contraídos para el financiamiento de la campaña electoral. En todo caso, al aumentar el riesgo de Ecuador, los títulos no tenían demanda y es cuando a la gestión de Cabezas se le escapa el control del cambio paralelo o permuta, lo cual, puro azar, garantiza que las notas estructuradas se mantengan rentables en términos de bolívares. Ahora que sale a la luz pública lo hecho por Chávez y Kirchner, por qué no darle credibilidad a la versión de que Correa también jugó a la manipulación. Sería otro caso para el gobierno de Lenín Moreno que ya ha puesto en evidencia la corrupción en tiempos de Correa.