Sergio Dahbar (ALN).- Fania Fenelon y Alma Rose ingresaron en el campo de concentración nazi y hubieran conocido el horror de los hornos si no fuera porque eran intérpretes musicales. Fue el propio Himmler quien las rescató. Luego esta historia fue llevada a Hollywood y levantó una inmensa polémica. Muchos en la historia se han preguntado si el arte debe tener una función social, establecer una moral, sostener alguna ideología. Se me ocurre que debería ayudar a pensar -desde la complejidad- un mundo cada vez más intolerante.
Atentados terroristas, migraciones satanizadas, protestas radicales, prohibiciones y leyes excluyentes… Una realidad global cada vez más agresiva que deja poco espacio para sobrevivir en la pluralidad de las mejores ideas.
Siempre que pienso en la intolerancia, recuerdo una historia de los años 80, que une los estragos de la Segunda Guerra Mundial con los intentos de Hollywood de registrar en el cine lo que sufrieron muchos europeos.
Cuando logró curarse del horror, Alma Rose decidió escribir sus memorias
Dos mujeres se convirtieron en presas codiciadas por los productores para contar una historia de redención. Fania Fenelon y Alma Rose. Ambas ingresaron en Auschwitz y hubieran conocido el horror de los hornos como solución final si no fuera porque eran intérpretes musicales. Vaya paradoja.
Fue Himmler quien las rescató del horror al incluirlas en una orquesta para recreación de los guardias, la Mädchenorchester von Auschwitz, extrañeza que, como el puff (el prostíbulo) o Canadá (almacenes donde guardaban las posesiones robadas a los judíos), convivía con la rutina de cámaras de gas y hornos crematorios.
Fania Fenelon, judía francesa, se destacó como pianista, formó parte de la resistencia y luego fue detenida por los nazis. Alma Rose llegó en 1943 al campo, era violinista y sobrina de Mahler. Tenía fama de estricta, severa, exigente y obsesiva.
La orquesta de Auschwitz tocaba diariamente Wagner, Strauss, Verdi, Tchaikovski, Beethoven (el primer movimiento de la Quinta) y Schumann, el favorito de Mengele. Lo hacían para los SS o en la puerta del campo como recibimiento a los nuevos envíos de judíos.
De Auschwitz a Hollywood
Vanessa Redgrave interpretó a Fania Fenelon / Flickr: Alberto Vaccaro
El guionista contratado para escribir esta historia para el cine fue el dramaturgo Arthur Miller. Entendió rápidamente que entre estas dos mujeres podía existir una fuerte conexión, como compañeras de orquesta, pero advirtió también que por el carácter de cada una también eran adversarias.
Fania Fenelon dejó constancia de su malestar por los beneficios que los nazis otorgaban por pertenecer a la orquesta. En Auschwitz-Birkenau las músicos de la orquesta sobrevivían. Alma, que poseía categoría de kapo, consiguió que ninguna fuera enviada a las cámaras de gas.
Tenían la suerte de dormir en un barracón con estufa (para proteger los instrumentos). No trabajaban como las otras prisioneras y comían mejor. Y las atendían los médicos. Silvia Wagenberg, otra de las integrantes de la orquesta, recordaba que un día Alma paró la ejecución de una pieza porque los SS hacían demasiado ruido.
Fenelon odiaba estos privilegios, porque entendía que el resto de los judíos del campo caminaba hacia la muerte en condiciones infrahumanas. Y no aceptaba entonces la entrega de su compañera de campo de concentración.
Alma Rose murió el 4 de abril de 1944 en la cama, después de sentir dolores de cabeza, de estómago y fiebre alta. Fania Fenelon quedó en libertad después de un peregrinaje en el que se enfermó de tifus. Primero la liberaron los rusos, pero fueron los ingleses quienes la dejaron realmente en libertad.
Cuando logró recuperar su vida y curarse del horror, decidió escribir sus memorias. Playing for Time, que podría traducirse como Tocando para ganar tiempo. En inglés apareció en 1976, y fue adquirido para convertirse en una serie de televisión de tres horas.
Uno podría pensar que por fin una historia de horror y sufrimiento concluía con éxito porque mucha gente podría conocer la intimidad de una orquesta obligada a celebrar el espanto nazi.
La polémica
Pero los problemas apenas comenzaban. Los productores pensaron en la actriz británica Vanessa Redgrave para interpretar a Fania. Un nombre inobjetable por su trayectoria artística, pero fácilmente discutible por Fenelon por su apoyo a los palestinos y su oposición a cómo se manejaba el gobierno de Israel sobre este tema.
El Centro Simón Wiesenthal hizo un pedido público para que los televidentes no vieran la serie
La controversia fue inmensa y las protestas incluyeron a anunciantes y a grupos de presión. El Centro Simón Wiesenthal de Los Ángeles hizo un pedido público para que los televidentes apagaran el televisor y no vieran la serie. Fania Fenelon viajó a Estados Unidos y se presentó en CBS-TV para manifestar su molestia.
Hasta este momento nadie había visto una imagen de la serie. Nadie sabía lo que allí se mostraba. Si lo hubieran hecho, sabrían que Arthur Miller creó un guión donde se defiende a los prisioneros de cualquier segregación.
Y dejó huellas de su posición política al colocar en la boca de Fania palabras sobre el hecho de que tanto los nazis como las prostitutas del campo eran seres humanos.
Sergio Dahbar es escritor, periodista y editor nacido en Córdoba, Argentina.
La serie obtuvo cuatro premios Emmy. Mejor película, mejor guión (Arthur Miller), mejor actriz (Vanessa Redgrave) y mejor interpretación secundaria (Jane Alexander). La crítica celebró la obra y no dudó en considerar la actuación de Redgrave como la de una gran actriz.
Esta historia de padecimiento, culpa, redención y finalmente de rescate de la humanidad frente al exterminio ocurrió 37 años atrás, pero pareciera que la intolerancia no solo no ha desaparecido, sino que crece como la hierba mala.