Pedro Benítez (ALN).- La hiperinflación, las protestas por la falta de alimentos o servicios básicos como agua potable, gas doméstico, electricidad y basura han opacado el arranque de la campaña electoral presidencial en Venezuela, donde Nicolás Maduro intentará legitimar su permanencia en el poder más allá de enero de 2019.
En los sistemas presidenciales de las repúblicas americanas es costumbre (por regla general) que los procesos electorales sean largos y agotadores maratones políticos. Ocurre así en Estados Unidos, donde puede transcurrir más de un año desde las primeras postulaciones hasta las elecciones primarias dentro de los grandes partidos hasta la elección final.
Lo mismo suele suceder al sur del continente. Por ejemplo, en México de cara a la elección prevista para el próximo 1 de julio ya se ha realizado un primer debate entre los cinco candidatos presidenciales y está previsto que se efectúen aún otros dos. En el caso de Colombia, donde la primera vuelta de las elecciones presidenciales de este año se celebrará el próximo domingo 27 de mayo, se han llevado a cabo varios duelos verbales desde hace meses entre los distintos aspirantes, aun cuando el primero entre cuatro de los ocho candidatos presidenciales definitivos se realizó el pasado 4 de abril.
El proceso hiperinflacionario y la búsqueda de medios para sobrevivir el día a día dominan el interés absoluto de la mayoría de los venezolanos
Por el contrario, a menos de un mes de las elecciones presidenciales fijadas en Venezuela para el domingo 20 de mayo no se espera siquiera una confrontación dialéctica entre los candidatos postulados, así como tampoco hay el ambiente tradicional en vísperas de un evento político de tal trascendencia, un ambiente que fue común en otros procesos de este tipo hasta la elección de Nicolás Maduro en abril de 2013 y que lo es en otros países del continente.
La crisis y la protesta social opacan la campaña presidencial
El remarcaje continuo de precios de todos los bienes básicos, principalmente los alimentos, consecuencia del proceso hiperinflacionario, y la búsqueda de medios para sobrevivir el día a día dominan el interés absoluto de la mayoría de los venezolanos. Seguir el precio del dólar negro entre cinco o más marcadores de referencia en las redes sociales es más importante que las propuestas del candidato-presidente a la reelección o de los otros candidatos.
Además, el inicio formal de la campaña el pasado 23 de abril ha sido opacado por una ola de fuertes protestas populares que han sacudido a Maracaibo, segunda ciudad del país y capital del estado Zulia, principal región petrolera de Venezuela. Esta situación ha sido provocada por varios días de cortes no programados del servicio eléctrico en una urbe donde las temperaturas en esta época del año superan los 30 grados centígrados varias horas al día, alterando también otros servicios como la telefonía fija y móvil, la conexión de internet y el suministro de agua potable. Esto ha lanzado a miles de los habitantes a manifestar su molestia en las calles, realizando bloqueo de vías públicas y enfrentándose en ocasiones a la policía.
Las protestas demandando acceso a alimentos o por la crisis de servicios básicos como agua potable, gas doméstico o electricidad son un asunto diario en toda Venezuela, como por ejemplo ocurrió en la noche del pasado jueves al frente del mismísimo Palacio presidencial de Miraflores en Caracas.
Potenciales candidatos inhabilitados y partidos ilegalizados
A lo anterior hay que sumar el cuadro político previo donde varios de los principales dirigentes opositores no han podido postularse por inhabilitaciones administrativas, como es el caso de Henrique Capriles, candidato de toda la oposición en las elecciones de 2012 contra Hugo Chávez y 2013 contra Nicolás Maduro. O Leopoldo López, condenado a 14 años de presidio por las protestas de 2014. Así mismo, los partidos de estos líderes, Primero Justicia y Voluntad Popular respectivamente, han sido ilegalizados. También lo ha sido la tarjeta de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) que congregó a todas las fuerzas opositoras en la victoria parlamentaria de diciembre de 2015.
Hay que agregar otras personalidades de menos peso en las preferencias del electorado pero que son referencias de opinión pública como la exdiputada María Corina Machado y el mayor general Miguel Rodríguez Torres, chavista disidente, exministro del Interior de Maduro y hoy también encarcelado.
El inicio formal de la campaña el pasado 23 de abril ha sido opacado por una ola de fuertes protestas populares en el estado Zulia
A este grupo hay que añadir la decisión de otros potenciales candidatos que optaron por no inscribirse, como el empresario Lorenzo Mendoza y el expresidente de la Asamblea Nacional Henry Ramos Allup, jefe del histórico partido Acción Democrática.
Este cuadro es lo que ha llevado a los principales partidos de la oposición venezolana a no participar en el proceso electoral calificándolo de farsa. Estas organizaciones se han coligado con otras de la sociedad civil en el denominado Frente Amplio, ente que llama a no votar como medida de presión para conseguir mejores condiciones de participación.
Su determinación es respaldada por el eco que dentro de Venezuela tiene la determinación de los gobiernos de las principales democracias de América y Europa que han dicho que no reconocerán el resultado de la elección, y la opinión de líderes de peso en la opinión pública mundial como el expresidente español Felipe González.
Todos estos factores están pesando en un electorado que, según recientes estudios de opinión, duda entre votar como una forma de expresar el descontento o seguir la línea de no convalidar con su participación el proceso, como han solicitado los principales partidos opositores. Por consiguiente, en Venezuela no hay ambiente electoral; por el contrario predominan la indiferencia, la duda y el descreimiento sobre los dirigentes, el sistema comicial e incluso la veracidad de las encuestas.
Proceso electoral controlado
No obstante lo anterior, Maduro, con el apoyo del Consejo Nacional Electoral (CNE), se ha esforzado en ir a un proceso electoral controlado, donde, además de él, se han inscrito otros cuatro candidatos.
Lo postulan el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), el Partido Comunista de Venezuela (PCV), Patria Para Todos (PPT), la Unidad Popular Venezolana (UPV), Somos y ORA.
En un intento por legitimar su permanencia en el poder más allá de enero de 2019, término del actual mandato presidencial según la Constitución, se ha embarcado en la acostumbrada campaña clientelista del chavismo donde ofrece incrementar las transferencias directas en bolívares (que cada día valen menos) a los votantes por medio del Carnet de la Patria, instrumento mediante el cual el Gobierno central controla al electorado cautivo; y más bolsas CLAP, que consisten en la asignación de alimentos subsidiados, vitales para la sobrevivencia de muchas familias venezolanas. Maduro ha presentado estas ofertas como un chantaje abierto para conseguir votos.
Su principal retador es el exgobernador del estado Lara (en el centro-occidente del país) Henri Falcón, quien rompiendo la línea opositora se ha inscrito en la carrera presidencial desafiando a Maduro, a las condiciones electorales y a los pronósticos.
Además de su partido Avanzada Progresista, recibe el respaldo del partido socialcristiano Copei y el Movimiento Al Socialismo (MAS).
La suya es una campaña que mezcla propuestas populistas (ha ofrecido asignar 30 dólares por persona como subsidio a la población) con ofertas más elaboradas en distintas aéreas de políticas públicas muy similares a las ofrecidas en el pasado por la MUD. Falcón ya ha presentado un programa de gobierno.
Hoy presentamos al país nuestro Plan de Gobierno para #LaGranTransformación hacia la #Venezuela del futuro. Acciones concretas en el ámbito económico para el rescate de nuestro aparato productivo, con un impacto directo en el desarrollo social. pic.twitter.com/y3pT0Ceh4O
— Henri Falcón (@HenriFalconLara) 24 de abril de 2018
Pero su promesa estrella es dolarizar la economía, muy atractiva en medio del colapso de la moneda nacional. Esta ha sido promovida por Francisco Rodríguez, economista-jefe de Torino Capital, su asesor en el área que además se compromete a abrir la industria petrolera a la inversión privada directa y a privatizar masivamente las empresas expropiadas.
Como exchavista (Falcón fue alcalde de la ciudad de Barquisimeto apoyado por Chávez en la década pasada) cree que puede robar suficientes votos de la base de Maduro como para dar la sorpresa electoral. La profunda crisis económica y la hiperinflación podrían jugar a su favor. Sin embargo, necesita el apoyo de otros líderes opositores que hasta ahora siguen insistiendo en la no participación.
Su ascenso en las preferencias hace de Falcón un factor clave en el desarrollo de la crisis política en Venezuela en las próximas semanas. Sobre él se tejen muchas dudas, tanto del lado oficialista como de la oposición, sobre si con su participación intentará legitimar o no a Nicolás Maduro.
Cierra este cuadro el pastor evangélico Javier Bertucci, que como parte de la onda latinoamericana de líderes religiosos que han irrumpido en la arena política reivindicando los valores cristianos más fundamentalistas, ha logrado levantar su propio electorado.
En las elecciones más atípicas en Venezuela desde 1958 la volatilidad económica y política hace imposible dar por sentado ninguna certeza, incluso la continuidad del actual jefe de Estado.