Pedro Benítez (ALN).- Venezuela es el único país latinoamericano que ha caído en hiperinflación en casi un cuarto de siglo, y el único caso entre los exportadores mundiales de petróleo. La venezolana es una crisis fuera de época. América Latina está disfrutando de un extenso e inédito periodo de estabilidad monetaria y cambiaria.
El último proceso hiperinflacionario que padeció América Latina culminó hace 23 años en Brasil (2.477% de inflación en 1993) con la implementación del Plan Real en junio de 1994 por parte del ministro de Hacienda de ese país, y luego presidente, Fernando Henrique Cardoso.
Con ello culminaba un periodo de al menos dos décadas de inestabilidad monetaria, inflación galopante y catastróficas devaluaciones que, a raíz de la crisis de la deuda externa de los años 80 del siglo pasado, en algunos casos desembocó en hiperinflación.
Brasil fue el último país, y al que más le costó, superar el fenómeno. Previamente habían padecido el mal:
Argentina con un pico de 4.924% en 1989 y 1.344% en 1990. La Convertibilidad de 1991 acabó como por arte de magia con el problema, aunque luego gestaría la crisis que explotó en 2001.
Desde 2013 Venezuela ostenta el récord de ser la economía con la inflación más alta del mundo y en 2015 por primera vez en 20 años el crecimiento de los precios fue de tres dígitos al año
En Bolivia el pico hiperinflacionario alcanzó la cifra de 8.767% en 1985. El presidente Víctor Paz Estenssoro, asesorado por el economista estadounidense Jeffrey Sachs, la detendría con un duro ajuste macroeconómico. Desde entonces la economía del país del altiplano es una de los más estables del continente. Pese a sus diatribas verbales, el mandatario Evo Morales no ha variado en lo fundamental aquella política.
Chile experimentó un conato de hiperinflación en los últimos meses de la presidencia del socialista Salvador Allende en 1973. Al régimen militar que lo derrocó, si bien la evitó, le costó muchos años reducir la persistente inflación chilena a un solo dígito.
Perú padeció tres años de hiperinflación que tuvo un máximo de 7.650% en 1990. Alberto Fujimori, presidente elegido ese año con la promesa de no aplicar un “paquetazo neoliberal”, sin embargo puso en práctica un durísimo programa de ajuste fiscal y liberalización de la economía peruana que en pocos años le dio estabilidad.
A excepción de Nicaragua, cuya hiperinflación entre 1987 y 1991 fue producto en parte de los gastos de la guerra civil y en parte de las políticas socialistas que el gobernante Frente Sandinista aplicó, en todos los demás casos el detonante fue el estrangulamiento del servicio de las abultadas deudas externas contraídas en la etapa de abundancia combinado con la caída de la recaudación fiscal. La clásica mezcla letal.
Desde entonces ningún país de la región ha caído en ese tipo de crisis, con dos notables excepciones. La Argentina kirchnerista y la Venezuela chavista.
Estas dos sociedades llevan 15 años seguidos de inflación galopante en medio de un contexto latinoamericano de inflación baja o inexistente. Pero en los últimos dos años la senda de estos dos países (aliados ideológicos anteriormente por sus gobiernos) se bifurcó. Argentina emprendió con el presidente Mauricio Macri la receta del ajuste fiscal y las reformas promercado que en teoría la llevarán a la estabilidad y el crecimiento que disfrutan la mayoría de sus vecinos. Mientras que con el presidente Nicolás Maduro Venezuela ha hecho todo lo contrario con resultados dramáticos.
Una catástrofe humana
Luego de los años de inflación moderada a galopante que caracterizó la Era Chávez, con su sucesor la tendencia se aceleró bruscamente.
Desde 2013 Venezuela ostenta el récord de ser la economía con la inflación más alta del mundo y en 2015 por primera vez en 20 años el crecimiento de sus precios fue de tres dígitos al año (180%).
Desde entonces el Banco Central de Venezuela (BCV) no ofrece datos al respecto y la información disponible es de cálculos realizados por instituciones particulares o la que recientemente ha hecho la Asamblea Nacional (AN) de mayoría opositora. Según estas fuentes, desde septiembre la tasa mensual de inflación supera el 50%.
Así Venezuela se ha convertido en el único país latinoamericano que ha pasado de una inflación alta a hiperinflación, en medio de un ambiente generalizado de estabilidad de precios y de tipos de cambio de la región.
Obsesionados con evitar las bruscas devaluaciones del pasado que desencadenaron crisis políticas y sociales (las ultimas ocurrieron en México en 1994, Brasil en1999 y Argentina en 2001), uno tras otro los gobiernos de Latinoamérica han apostado por la estabilidad. Y hasta ahora esa apuesta ha dado resultados.
El fin del ciclo de precios altos de las materias primas hizo prever el inicio de dificultades para la región, pero en la mayoría de los casos no ha sido así
El fin del ciclo de precios altos de las materias primas hizo prever el inicio de dificultades para la región, pero en la mayoría de los casos no ha sido así.
Los gobiernos que venían actuando en un marco de prudencia fiscal y que luego del fracaso de la propuesta del Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA) en 2005, promovieron sus propios acuerdos de libre comercio, han logrado pasar más o menos indemnes en esta nueva etapa.
Los que hicieron todo lo contrario, Brasil, Argentina y Venezuela, han pagado el precio por medio de largas recesiones. Pero mientras en el caso de los dos primeros hay señales de que empiezan a levantar vuelo (y la inflación no subió) la República Bolivariana se hunde en el abismo.
El régimen chavista ha abominado de las políticas de libre mercado que han tenido más o menos éxito entre sus vecinos, pues no es sólo un caso de imprudencia fiscal (que bastante tuvo en los años de las vacas gordas petroleras), y además se ha empeñado en desafiar a la ciencia económica. El resultado es una catástrofe humana.
El descubrimiento más reciente de los venezolanos ha sido la moderada prosperidad de sus países vecinos. La creciente emigración aprecia la estabilidad económica, las mejores oportunidades de ingresos, la libre convertibilidad y la abundancia de bienes materiales que en Venezuela escasean. En otra época esta crisis hubiera provocado una mayor diáspora a la que ya existe a Europa y Estados Unidos. Ni América Latina ni Venezuela son lo que eran.