Pedro Benítez (ALN).- Nicolás Maduro se declara pecador. Admite las ventajas que implica el uso de facto que se está dando en Venezuela a la moneda emitida por la Reserva Federal de Estados Unidos. Ni yuanes, ni rublos, ni petros. El dólar ha vencido al socialismo del siglo XIX. La mano invisible del mercado y la lógica del capitalismo han vuelto a ganar. En su empeño por sobrevivir Maduro opta por el pragmatismo. Esto indica que dentro del régimen las cosas se mueven.
Terminaba el año 2000 cuando Hugo Chávez le dijo en privado a uno de sus altos funcionarios (militar activo para más señas) que prefería estar muerto antes de ver dolarizada la economía de Venezuela. Cumplió su palabra, no hay duda. Casi 20 años después su sucesor y heredero político designado por él con la bendición de La Habana, acaba de admitir públicamente que no ve mal la dolarización de facto que ocurre en la economía venezolana. La serpiente se muerde la cola una vez más.
Al empezar su “gobierno” en 2013 Nicolás Maduro aseguró: “Vamos a torcerle el brazo al dólar paralelo”. Todavía en 2015 prometía que “en Venezuela no va a haber, ni ha habido, ni habrá dolarización”.
En la guerra que decretó contra la divisa del odiado imperio ordenó cerrar dos veces la frontera con Colombia, la más importante del país, y acusó al gobierno de Juan Manuel Santos y a las casas de cambio de la ciudad fronteriza de Cúcuta de conspirar contra el bolívar.
Con ese propósito se entusiasmó hace dos años con una nueva moneda digital, el petro, que supuestamente respaldada por reservas de petróleo, entre otras virtudes acarrearía el abatimiento del nefasto dólar. Como no podía ser de otra manera, sólo era cuestión de tiempo para que las implacables leyes de la economía se impusieran.
En un programa de televisión emblemático del chavismo emitido el pasado domingo, Nicolás Maduro se declara pecador al admitir las ventajas que para la presente realidad económica nacional implica el uso de la moneda emitida por la Reserva Federal de Estados Unidos. La mano invisible del mercado y la lógica del capitalismo han vuelto a ganar.
Esta confesión de Maduro no es aislada. Pocos días antes el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) autorizó el cobro de arrendamientos comerciales a la tasa de cambio oficial de bolívares a dólares, y que las tasas de interés que cobran los bancos sean a la tasa oficial del dólar.
Estas son señales del drástico giro económico que calladamente Maduro ha dado en los últimos meses. ¿A dónde se dirige ese giro? Tal vez a ningún lado. Pero lo importante ahora es que no sólo abandona los delirios ideológicos que gente como su exasesor podemita Alfredo Serrano Macilla le había vendido, sino que de paso confiesa su pecado para los dueños de los dogmas.
Obviamente no se refiere a los dogmáticos del libre mercado, varios de los cuales tienen años abogando, dentro y fuera de Venezuela, por la dolarización como remedio definitivo para abatir la crónica inflación del país.
Maduro le está hablando al sector ideológicamente más intransigente dentro del gobierno chavista. Ese sector del que suponía él era líder. La extrema izquierda proveniente de la Liga Socialista unos, y de Bandera Roja otros pocos. Gente sin votos y sin fuerza militar, pero a los que Hugo Chávez en la persona de Maduro entregó Venezuela el 8 de diciembre de 2012.
De allá para acá ese grupo, aferrado a sus dogmas, convirtió la gigantesca crisis económica gestada por Chávez en una catástrofe de dimensiones apocalípticas. Ahora Maduro finalmente decide inclinarse por el sector más pragmático del régimen. Porque en el chavismo, como ocurre en todos los grupos de poder, siempre hay (al menos) dos grupos.
Uno que es perfectamente consciente que todo el discurso de redención de los pobres, la justicia social, de guerra al capitalismo y al imperio es una farsa.
Otro que aún cree, quiere seguir creyendo, pero cada vez le cuesta más creer. Este es sobre todo el chavismo de base. En este cunde hoy la desmoralización y la duda. No se explican cómo el proyecto de Chávez llevó a Venezuela a estos niveles de degradación. Después de todo es el que lleva la peor parte. Es el que está representado en la (inútil) Asamblea Nacional Constituyente (ANC). Es sobre el que se sostiene la estructura electoral del PSUV.
Pero resulta que el primero es el que tiene el poder real. El que controla las armas y los circuitos del dinero. Es el pragmático. Es el que presiona a Maduro para que se levanten las sanciones internacionales al régimen; para que normalicen las relaciones con Estados Unidos; el que desea un acuerdo político estabilizador con la oposición, o con parte de esta. El que quiere preservar lo saqueado. Es el chavismo que hace rato está dolarizado y que por lo mismo no le parece mal que se admita públicamente la dolarización. Es el chavismo del poder y el dinero que tiene mucho que perder.
Es el chavismo a lo Michael Corleone que desea lavar su fortuna y su imagen. No quiere estar siendo perseguido por el mundo entero, ni hostigado por sanciones personales e investigaciones judiciales de todo tipo. Son los chavistas a los que aterra lo ocurrido en Bolivia, y que en su mayoría no tienen ninguna intención de salir a matar y morir si a Maduro lo sacan del poder.
Es a ese chavismo al que Nicolás Maduro se dirigió el sábado desde el programa de TV de José Vicente Rangel. El chavismo de base, el de los creyentes, ve eso con resentimiento. Lo critica en voz baja.
A los dos chavismos los unen dos cosas: el miedo y el odio a la oposición. Pero desde hace rato no tienen proyecto. Saben que el socialismo fracasó. Sólo que no lo admiten. Usan la retórica de izquierda como coartada, pero su único propósito es conservar el poder por conservarlo.
El chavismo no cree en sí mismo. Esto es lo que hay detrás de la herejía proferida públicamente por Maduro. Por eso se confiesa pecador. Maduro le acaba de dar munición gratuita a los que le acusaran de haber perdido “el legado”. Probablemente no le quede otra opción. Ha optado por el pragmatismo y como toda elección esta tiene un precio. Veremos si la puede administrar en su beneficio.
No faltará puertas adentro del régimen quien recuerde la profecía del exvicepresidente y ministro Aristóbulo Isturiz cuando hace no muchos años afirmó que “si quitamos el control de cambio nos tumban”. Pero no sólo ha desparecido sin ceremonia ni anuncio ese mecanismo de control político para acceder al dólar, es que ahora este circula libremente por Venezuela como recordatorio diario del fracaso del delirio del dogmatismo mesiánico.