Pedro Benítez (ALN).- La reciente gira del secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, por Colombia, Surinam, Guyana y Brasil ha tenido como tema Venezuela, pero su objetivo es electoral: ayudar a que el presidente y candidato a la reelección Donald Trump amarre los cruciales votos de Florida, de cara a los comicios presidenciales de noviembre. Aparenta que ayuda a la causa de la democracia venezolana sin correr mucho riesgo. Le interesa muchísimo más el efecto real de sus palabras y acciones dentro de Estados Unidos que en Venezuela.
Venezuela es hoy para la política de Estados Unidos lo mismo que ha sido Cuba en las últimas seis décadas, un tema electoral que alimenta la disputa doméstica entre los dos grandes partidos. El interés central consiste en cuántos votos aporta en cada elección y cuántos puntos en las encuestas.
No es que no existan en el gobierno y en el Congreso estadounidense funcionarios sinceramente preocupados por la tragedia humanitaria venezolana. Pero no piensan hacer más de lo que han hecho hasta ahora para cambiar la situación.
Así por ejemplo, desde que fue designado al frente del Departamento de Estado el 13 de marzo de 2018, el señor Mike Pompeo ha efectuado varios viajes por la región. El tema siempre ha sido, invariablemente, Venezuela. Sin duda, la situación la tiene presente. Pero en cada gira se repite exactamente el mismo libreto: palabras de respaldo a los demócratas venezolanos, firme condenada a la dictadura de Nicolás Maduro, alimentar falsas esperanzas en una población venezolana desesperada con la expectativa de que la Casa Blanca “hará algo”, y más sanciones.
Sanciones en su mayoría inútiles, puesto que el régimen de Nicolás Maduro las evade con la asistencia de aliados expertos en esas lides como lo son Irán y Cuba.
Esa es en resumidas cuentas la política de Estados Unidos hacia Venezuela, a juzgar por lo dicho y por lo hecho.
El anuncio de una nueva ronda de sanciones a Venezuela e Irán por considerar que violan el embargo de armas que existe sobre Teherán parece un chiste. ¿Desde cuándo se enteraron en Washington de la alianza entre los regímenes de los dos países?
Son 15 años de estrecha amistad y colaboración de la Venezuela chavista y el Irán de los ayatolás en las narices mismas de los Estados Unidos. Una alianza de todo tipo que llegó a su punto máximo por la relación personal entre los expresidentes Hugo Chávez y Mahmud Ahmadineyad.
El primero fue el agente diplomático y comercial de Ahmadineyad en toda América Latina cuando Irán estaba enfrentado a Estados Unidos e Israel por su programa atómico.
El único país de Suramérica que hoy tiene vuelos directos a Teherán es Venezuela. Eso no empezó la semana pasada. Pero Pompeo, que antes de ser secretario de Estado fue director de la CIA, parece que se acaba de enterar.
Por supuesto que en el Departamento de Estado, el Pentágono y las agencias de inteligencia estadounidenses saben esto o se supone que lo saben. Y también saben todas las maniobras que desde Venezuela se han orquestado por dos décadas para socavar el poder norteamericano en el mundo entero, incluyendo inundar de cocaína a ese país.
Pero al parecer nada de eso les ha quitado el sueño, porque la verdad de fondo en esta historia es que los sucesivos presidentes de Estados Unidos, de Bill Clinton a Donald Trump, nunca han considerado a Venezuela una amenaza.
Todos han esperado que el régimen chavista se cocine en su propia salsa y termine cayendo (no se sabe cuándo, como afirmó Pompeo en la citada gira) luego de haber arruinado al país.
A inicios de 2019 en la Administración Trump se creyó que un poco de presión sería suficiente para hacer caer al régimen de Maduro en Venezuela, aplicando sanciones contra su economía ya en proceso de colapso. Exactamente lo que creyó Bill Clinton con Cuba en los años 90, cuando Fidel Castro metió a la isla en el Periodo Especial luego del fin del subsidio petrolero soviético.
Los votos de Florida
Los dos se equivocaron. Esa política no ha funcionado. No para Venezuela en estos dos años, no para Cuba en 20. Para lo que sí han sido útiles Venezuela y Cuba es para la política interna norteamericana.
En ese sentido la gira suramericana de Mike Pompeo no fue diplomática y mucho menos guerrerista, como ha afirmado Maduro. No busca liberar a Venezuela, busca amarrar los 29 votos que Florida aporta al Colegio Electoral de Estados Unidos.
A Trump jamás le ha pasado por la cabeza organizar una invasión militar para desalojar a Maduro del poder en Venezuela. No lo hizo en estos cuatro años, y no lo va a intentar en los próximos cuatro si es reelegido.
No lo va a hacer por la misma razón que ninguno de sus antecesores lo intentó con Cuba luego de 1962: no vale la pena. Además, Venezuela y Cuba son muy útiles como malos ejemplos. Las consecuencias de lo que el socialismo puede provocar.
Esta certeza la comparten, por cierto, Nicolás Maduro y Raúl Castro. Sobre todo este último, que junto con su hermano ha vivido de explotar hasta la última gota la supuestamente inminente invasión imperialista.
Esa ha sido la coartada del régimen castrista para justificarse todos estos años por su falta de libertades y su abundancia de fracasos. Raúl Castro sabe perfectamente hasta dónde provocar a los gringos para agitar el sentimiento antinorteamericano que pulula en Latinoamérica, como explicó Carlos Rangel en su clásico libro Del Buen Salvaje al Buen Revolucionario. Pero eso sí, sin pasarse de la raya. Provocar, pero no mucho.
Maduro como buen alumno de sus maestros aplica el mismo método. Sabe que Estados Unidos no está por invadir Venezuela, ni está saboteando la economía. Su juego es la otra cara de la misma moneda de la política estadounidense hacia Venezuela y Cuba. Goliat amenaza y los pequeños David se ofenden. Cada uno cobra políticamente por su lado.
Los políticos en Estados Unidos consiguen votos con la retórica anticomunista, mientras Maduro y Castro cohesionan sus dictaduras. Se atrincheran más. Alimentan entre los factores que los sostienen la idea de estar cercados por el enemigo. Si cae uno, caemos todos.
Es por eso que la principal amenaza para Venezuela hoy es la cubanización de su destino. Que se quede como un país económicamente arrasado por un régimen manejado por ineptos y cleptócratas, sancionado comercialmente y aislado diplomáticamente hasta que algún día, nadie sabe cuándo, pase algo.