Juan Carlos Zapata (ALN).- Pese a la suspensión de la última ronda de negociación en República Dominicana y al chaparrón de críticas, que no paran, el expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero declara que no va a tirar la toalla. “No vamos a arrojar la toalla. La toalla es nuestra”. Esto dice. Y esto explica, en parte, los dos años de un proceso tortuoso. Explica los viajes a Caracas, Washington, Bogotá, Lima, Santo Domingo. En 2016 no hizo menos de 20 viajes a Caracas. En 2017, registra un número similar, incluyendo los nuevos a República Dominicana. Viajes de dos o tres días para estar de vuelta a Madrid y cumplir compromisos familiares y políticos. En diciembre de 2016 me había declarado: Pese a la incertidumbre vamos a “redoblar” el esfuerzo por el diálogo.
Dos años lleva ya José Luis Rodríguez Zapatero en el empeño de que el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición alcancen un acuerdo. Dos años que se dicen fácil. Y lo cierto es que se trata de un proceso nada sencillo ni en tiempo ni en hechos. ¿Qué no ha transitado Venezuela en todo este periodo? La victoria parlamentaria opositora en diciembre de 2015. La reacción del Gobierno de rebanar el triunfo y despojar a la Asamblea Nacional de sus competencias constitucionales. La propuesta de acelerar la salida de Maduro del poder. La propuesta del referendo revocatorio. La propuesta del adelanto de elecciones. Las sentencias dictadas por el Tribunal Supremo de Justicia que llevaron a que la exfiscal general, Luisa Ortega Díaz, denunciara la ruptura del hilo constitucional. El llamado a la Fuerza Armada de no seguir respaldando a Maduro. Las protestas de 2017 y la represión. Los muertos. Más presos políticos. La elección de la Asamblea Nacional Constituyente con la que el chavismo ha secuestrado todos los poderes. Elecciones regionales y locales en las que el chavismo ha salido consolidado. Varias rondas de negociaciones. Al menos dos con el Vaticano como actor. Crisis económica. Drama humanitario por la escasez de alimentos y medicinas, a lo que se ha sumado el cuadro de la hiperinflación. Sanciones de Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea contra figuras clave del régimen. Pronunciamientos de OEA, ONU y comunidad internacional para que se logre una salida democrática a la crisis. Nuevas rondas de diálogo. Nuevo formato de negociaciones teniendo como sede a República Dominicana y de anfitrión al presidente Danilo Medina y a seis cancilleres de la región en calidad de valedores del proceso. Mucho más ha pasado en estos dos años. Y, sin embargo, allí sigue el expresidente de España, Rodríguez Zapatero, aceptado por unos, atacado por otros; atacado inclusive por quienes se supone son aliados naturales, aquende y allende el mar.
Y este jueves habló. Desde Santo Domingo. Luego de la suspensión del encuentro que Gobierno y oposición tenían pautado. Fue la alianza opositora la que se negó a asistir, y esta vez con un argumento firme. En rechazo al ministro de Interior y Justicia, el general Néstor Reverol Torres, que señaló a la oposición de haber informado de la pista que condujo a la localización y muerte -masacre al estilo fujimorista- del exinspector de policía Oscar Pérez (Leer más: El régimen de Nicolás Maduro ha cometido una masacre al más puro estilo fujimorista).
Y este jueves habló. Desde Santo Domingo. Luego de la suspensión del encuentro que Gobierno y oposición tenían pautado
Pero también estaba el ultimátum de Maduro pronunciado el lunes 15. Un tono bélico que define la naturaleza del mandatario y el régimen que preside. “Yo solamente llamo a que en la mesa de diálogo le demos otra oportunidad a la oposición este jueves 18 de enero, le demos la última oportunidad a la oposición, porque ellos quieren seguir haciendo perder el tiempo al país, a las instituciones”. De modo que fue otra jornada truncada. Y aun así, allí estaba Zapatero. Que conversó con la delegación del Gobierno que sí viajó a República Dominicana. Y habló por teléfono con los delegados de la oposición. Y envió mensajes de Whatsapp. Y se comunicó con los cancilleres que no asistieron, los de Chile y México. Y conversó con los que hicieron acto de presencia. Y se reunió con el gobierno dominicano.
Y pese a la suspensión y al chaparrón de críticas, que no paran, al final de la jornada, Zapatero declara que no va a tirar la toalla. “No vamos a arrojar la toalla. La toalla es nuestra”. Esto dice. Y esto explica, en parte, los dos años de un proceso tortuoso . Explica los viajes a Caracas, Washington, Bogotá, Lima, Santo Domingo. En 2016 no hizo menos de 20 viajes a Caracas. En 2017, registra un número similar, incluyendo los nuevos a República Dominicana. Viajes de dos o tres días para estar de vuelta a Madrid y cumplir compromisos familiares y políticos. En diciembre de 2016 me había declarado: Pese a la incertidumbre vamos a “redoblar” el esfuerzo por el diálogo. Y añadía que “desde mayo (2016) se está conversando”. Ese redoblar es coherente con el no tirar la toalla de ahora. Y puede decirse, que la frase admite el compromiso y también la razón del esfuerzo; una especie de filosofía. Porque hay que seguir intentando el diálogo. “Tenemos una obligación, un compromiso”, señala, para insistir en que “el único destino de Venezuela es la paz, el fin del rencor y la convocatoria al entendimiento”.
Un líder político pactista
Aquí hay un empeño, asumido desde el mismo día que llegó a Caracas como observador internacional en aquellas elecciones parlamentarias que ganó la oposición en diciembre de 2015. En España, sus amigos lo califican de “pactista”. Un líder pactista, y de allí que se entienda la porfía que ha mantenido en el caso venezolano. O mejor dicho, el compromiso. Como él lo expresa: “Es el compromiso de que la convivencia sólo puede ser una convivencia articulada desde el acuerdo”. Y quien lo escuche se preguntará: ¿Cuál acuerdo? ¿Dónde está el acuerdo? Y la verdad es que en los papeles hay puntos de coincidencia que definen una ruta. Y en esa ruta, Zapatero clama por que “nos acompañe todo aquel que tenga de buena fe el mejor deseo para el futuro de Venezuela. Todo aquel que esté convencido de que sólo el diálogo hace a los pueblos libres, orgullosos de sí mismos y capaces de convivir”.
Y aun así, allí estaba Zapatero. Que conversó con la delegación del Gobierno que sí viajó a República Dominicana. Y habló por teléfono con los delegados de la oposición
En esta línea señala que el acuerdo es “el fin del rencor y del odio”. Y la expresión suena como un imposible con las cárceles llenas de presos políticos, con la violencia desatada, con un gobierno que atropella y un poder que se aferra al poder a pesar de que lo evidente es la destrucción y como consecuencia, el hambre, el hambre levantando poblaciones en Venezuela, el hambre profundizando el éxodo de venezolanos hacia Colombia, Perú, Brasil, Chile, Argentina, Europa (Leer más: El hambre ya empuja a Venezuela hacia la anarquía social).
Por lo que la crisis venezolana ya no es de Venezuela sino que se extiende por la región. En consecuencia, Zapatero también ha dicho que la crisis de Venezuela es la crisis de América Latina y la paz de Venezuela es la paz de América Latina y el diálogo de Venezuela es el diálogo de América Latina. Por tanto, advierte, casi con desespero que “no nos sobra tiempo. El tiempo apremia. Cada día que pasa es un día que puede fragilizar más un horizonte de paz y convivencia, de un acuerdo de convivencia”.
El optimismo siempre va adelante
Antes, había dicho que “La paz es siempre esperanza. El conflicto es negación de un futuro”. No obstante, el escenario luce complicado. Con el Gobierno que no cede. Y con la oposición que parece quererlo todo. Todo o nada. De ello está consciente Zapatero, y en este aspecto aporta un punto de vista: que hay quienes consideran que el que tiene el gobierno “es el que tiene más que ceder”. Pero, aclara, “el acuerdo es voluntad de las partes”. ¿Es lo que falta? ¿Voluntad? ¿Compromiso con la historia de las partes? Situación nada fácil. ¿Imposible?
Escuchándolo se puede concluir que no va a cesar en el empeño hasta que se alcance un acuerdo. Es un asunto de tenacidad
Pero Zapatero insistirá como a finales de 2016 señalaba que había que redoblar los esfuerzos. “Por defender las ideas de la buena fe estamos decididos a seguir intentándolo. Sólo se consiguen las cosas cuando se intentan más allá de lo humanamente posible… Sólo el diálogo hace a los pueblos libres, orgullosos de sí mismos y capaces de convivir… La situación de Venezuela exige el máximo esfuerzo, la máxima responsabilidad”. No lo está intentando solo, se sabe. No puede hacerlo solo, imposible. El esfuerzo va más allá de Venezuela. “Apelo a la comunidad internacional, apelo a todos los gobiernos, apelo a la Unión Europea, para que estén a la altura de la responsabilidad que representan y ayuden a que el Gobierno y la oposición lleguen a un acuerdo”. Agrega que cada quien, cada factor, cada polo de poder e influencia; todos los anteriores e inclusive otros más, como Cuba, Washington, estén “a la altura de la responsabilidad que representan”. Porque “la paz está en juego”, y “la paz es el valor esencial de una convivencia civilizada”.
De modo que escuchándolo se puede concluir que no va a cesar en el empeño hasta que se alcance un acuerdo. Es un asunto de tenacidad, le escucharon decir en Navidad unos amigos en Madrid. “Por pura entrega hago esto y si tengo que ponerle más, así lo haré”. Y es que a la condición de pactista habrá que sumar el optimismo. Lo declaró a finales de 2016: “Soy optimista. Max Aub dijo que el pesimista es reaccionario”.