Daniel Gómez (ALN).- Carlos Varela, diputado del partido venezolano Un Nuevo Tiempo, estuvo en el Consejo de la Internacional Socialista que se celebró esta semana en Santo Domingo. Un foro que, dice a ALnavío, fue un “parteaguas”. Un punto de inflexión. ¿Por qué? “Quedó claro que todos los partidos que rompan las reglas democráticas serán expulsados”.
El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), el partido del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, dejó de ser un ejemplo hace mucho tiempo. Ahora la Internacional Socialista lo certifica expulsándolo de la organización tras el consejo celebrado este martes en República Dominicana.
“El frente de Ortega no representa los valores democráticos de la Internacional Socialista. El sandinismo tuvo el derecho de defensa en el consejo y lo desaprovechó expresando el mismo discurso de siempre. Que sufrió un intento de golpe de Estado. Que fue una conspiración de la Iglesia. No hubo atisbo de autocrítica. Y entonces se hizo una votación y los expulsaron”.
Así lo explicó a ALnavío un testigo directo de aquella votación. Carlos Valero, diputado de la Asamblea Nacional de Venezuela por Un Nuevo Tiempo, partido miembro de la Internacional Socialista.
Valero aclara que los socialdemócratas tienen que combatir los extremismos populistas. “De izquierda y de derecha”. Añade que en esta Internacional Socialista hay “un parteaguas, porque queda claro que todos los partidos que rompan las reglas democráticas serán expulsados”.
En el foro de Santo Domingo se expulsó al partido de Ortega, y también se redactó el comunicado más contundente que el socialismo mundial ha hecho contra el régimen de Nicolás Maduro, acusándolo de ilegítimo y considerando a Juan Guaidó como presidente interino.
El socialismo no quiere al régimen de Ortega
El impacto del tema venezolano fue tan potente que opacó la expulsión del grupo de Ortega. Algo que, desde el pasado agosto, el Partido de Liberación Nacional de Costa Rica comenzó a tramitar y que en octubre ya expusieron de forma oficial en el consejo de los socialistas en Ginebra. El motivo de todo era la sangre derramada en Nicaragua a causa de la excesiva dureza que emplearon las fuerzas del presidente.
Las protestas empezaron en abril y se extendieron por cinco meses. El saldo fue demoledor: más de 500 muertos, según la Asociación Nicaragüense de Derechos Humanos.
Las protestas marcaron un antes y un después en Nicaragua. Y en el FSLN. Si la imagen del sandinismo ya estaba en horas bajas, sobre todo tras la última elección de Ortega, carente de garantías democráticas y observación internacional, la violencia con la que el Gobierno reprimió a los nicaragüenses dejó claro que allí viven bajo una tiranía.
“El régimen de Ortega, al igual que el de Maduro, no representa los valores democráticos del socialismo”, dice Valera.
El fin del sandinismo
En este sentido se expresó hace tiempo la élite intelectual latinoamericana. El Premio Nobel hispano-peruano Mario Vargas Llosa definió al partido de Ortega como “una grotesca caricatura”. Por su parte, el expresidente español Felipe González catalogó al mandatario como líder de “una tiranía arbitraria”.
Aunque no hubo críticas más duras que las del escritor Sergio Ramírez, exguerrillero sandinista y exvicepresidente de Ortega hasta 1995.
“El sandinismo tuvo el derecho de defensa en el consejo y lo desaprovechó expresando el mismo discurso de siempre. Que sufrió un intento de golpe de Estado. Que fue una conspiración de la Iglesia. No hubo atisbo de autocrítica. Y entonces se hizo una votación y los expulsaron”
En un artículo de El País publicado en julio dice que la revolución sandinista “se fue al traste”. Y se fue, explica, desde el 2000, cuando Ortega le promete impunidad al expresidente liberal Arnoldo Alemán, a quien Ramírez tilda de “corrupto”, a cambio de una reforma constitucional para que el sandinista ganara las elecciones sin necesidad de una segunda vuelta, la cual siempre perdía.
“Entonces, es que en su mundo enclaustrado toma cuerpo la idea de que nunca más permitirá que lo derroten, y que, a partir del triunfo de 2006, el poder le pertenece para siempre. El poder a como sea y se pueda, una obsesión persistente. Y más ciega aún la obsesión en medio de esta espantosa crisis donde señorea la muerte, cuando no hay gobernabilidad posible, convencido de que no tiene por qué ceder, si está ganando la guerra contra el enemigo que no es otro sino un ejército de muchachos desarmados”, explicó Ramírez.
El FSLN murió hace tiempo, y Valero lo vivió de primera mano. “Entre nosotros y el sandinismo siempre hubo una especie de tregua, de pacto de no agresión, para que las resoluciones de la Internacional Socialista no se trancaran”, explica el diputado.
Este consenso funcionó un tiempo. Pero según Valero, “la crisis de las protestas fue inaceptable, y como hablar con ellos es como hablar con una pared, porque no hacen ni un ápice de autocrítica, decidimos apoyar su expulsión”.