Pedro Benítez (ALN).- Mientras que en las redes sociales que siguen hora a hora el acontecer político venezolano se desarrollaba una batalla campal entre partidarios y detractores (abiertos y/o disimulados) de Manuel Rosales y María Corina Machado, jóvenes ciudadanos hacían largas filas a fin de inscribirse en el Registro Electoral de la sede del Consejo Nacional Electoral (CNE) de Plaza Venezuela en Caracas y, así, concretar su derecho al sufragio para la venideras elecciones presidenciales del 28 de julio. Según los datos que de manera extraoficial se conocen, es el mayor número de nuevos votantes desde 2015, año en el que la coalición opositora MUD barrió en los comicios parlamentarios. Esto viene a ser consistente con la alta intención a votar que manifiesta el grueso de la población, tal como lo vienen señalando los distintos estudios de opinión pública que se han realizado en el país.
Ese, más que cualquier otro, es el dato político central hoy en Venezuela y el auténtico proyectil en la línea de flotación de la estrategia de Nicolas Maduro en su propósito de usar el proceso electoral a fin de continuar en el poder. Para complementar, agreguemos que, tal como lo indican esas mismas encuestas y desde hace tres años distintos eventos de carácter político han advertido, la abrumadora mayoría de los electores venezolanos que permanecen en el país (incluido estos nuevos electores) parecen decididos a votar en su contra. Sin embargo, eso ha quedado oculto en los últimos días detrás de la hojarasca de dimes y diretes que, para satisfacción del ocupante del Palacio de Miraflores, se ha escenificado, siempre en las redes sociales, alrededor del debate que dentro de la Plataforma Unitaria (PU) se da en la búsqueda de una candidatura “viable” (léase, que sea admitida en el CNE) en reemplazo de María Corina Machado, pero conservando el apoyo de esta.
Sin embargo, como muestra de que el bosque suele apreciarse mejor desde lejos, y paralelamente a la reunión que esa instancia opositora efectuaba en Caracas, el presidente colombiano Gustavo Petro recibía este miércoles la visita de su colega brasileño Luis Ignacio Lula Da Silva, quien no se trasladó a la hermana república para participar en la inauguración la Feria Internacional del Libro de Bogotá ni para hablar de la selva amazónica. El tema de la reunión no fue otro que Venezuela, respecto a lo cual, y en palabras del anfitrión, conversaron de una propuesta: “…que garantice para cualquiera que pierda en esas justas electorales (en Venezuela) certeza y seguridad sobre su vida, sobre sus derechos, sobre las garantías políticas que cualquier ser humano debe tener en su respectivo país”.
Puesto que la oposición venezolana, por el hecho mismo de ser oposición, no tiene garantizada la vida y sus demás derechos, el único que eventualmente los tendría en riesgo es quien pueda perder el poder; es decir los que hoy son gobierno en Venezuela. Por consiguiente, el mensaje parece bastante claro: Petro y Lula, que están al tanto de las mismas encuestas sobre la intención de voto en Venezuela, saben que Maduro tiene la elección presidencial pérdida, incluso en el actual cuadro institucional adverso a la oposición venezolana; saben que con él en el poder la crisis venezolana continuará, y con ello la migración venezolana (tema que preocupa a Petro y a Joe Biden); saben que tendrá que redoblar la represión interna para sostenerse; son conscientes de su tentación de recurrir a la táctica Galtieri a fin de exacerbar un conflicto externo (por el tema del Esequibo) que lo consolide a lo interno (cuestión que particularmente preocupa a Lula); y, en consecuencia, le están presentando una salida honrosa, pacífica y ordenada del poder, que le dé “certeza y seguridad sobre su vida” y “sobre sus derechos”. El clásico puente de plata de toda transición.
Otra negociación en marcha
Es bastante probable que esa oferta haya sido (o esté siendo) coordinada con la Casa Blanca, razón por cual el encuentro de los dos mandatarios y referentes de la izquierda latinoamericana haya ocurrido un día antes del plazo en el cual vencía la Licencia 44 de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC), dictada en octubre pasado como alivio temporal de algunas sanciones de ese país a la estatal PDVSA, y prácticamente al mismo momento en que el gobierno de Estados Unidos notificaba su decisión de reemplazarla por una nueva que autoriza transacciones limitadas por los próximos 45 días. Es decir, el Departamento del Tesoro optó por anunciar que cancelará el alivio de esas sanciones el 31 de mayo de este año y no el 18 de abril como estaba previsto. Estiró la liga para no romperla.
Que todo esto haya ocurrido el mismo día es como mucha casualidad. En resumidas cuentas, aquí hay otra negociación en marcha; o, al menos, la intención de salvar una negociación que naufraga.
El inconveniente de tan buena intención es que choca con el propósito de Maduro que consiste en re-reelegirse dejando sin piernas y brazos a la oposic ión, pretendiendo que el resto de las democracias del mundo lo reconozcan como el presidente legítimo del país y que, a continuación, Estados Unidos y Europa negocien con él el levantamiento de todas las sanciones.
A eso, que ya es bastante pedir, hay que agregar lo que mencionamos al inicio de este texto: él se encuentra luchando contra el deseo del cambio del país. Ese es su verdadero enemigo. La mayoría de los electores venezolanos no siguen el día a día de cada declaración, entrevista, o mensaje en redes sociales de los dirigentes opositores, del último chisme, o de la más reciente intriga fabricada en los laboratorios del oficialismo. Lo que tienen claro es contra quien van a votar.
Es más, tal como pasó en el caso de Barinas en enero de 2022, cada nuevo abuso, cada nueva arbitrariedad, provoca más indignación y alimenta el voto castigo.
Maduro se encuentra en una estrategia imposible
De modo que Maduro se encuentra en una estrategia imposible. Si se mantiene el actual cuadro de candidaturas presidenciales (absolutamente injusto, ventajista y arbitrario) pierde, y si continúa decapitando candidatos y anulando tarjetas se aleja más de su ansiada legitimación. Es una derrota política, aunque siga en el poder. De hecho, Lula ya lo sentenció.
En ese sentido, la decisión de María Corina Machado de declinar a favor de Corina Yoris puede resultar siendo a la larga crucial, puesto que, al haber bloqueado a su vez esta candidatura, Maduro quedó en evidencia, dejando a Lula y a Petro en la situación de tener que cuestionar la elección.
Si Maduro permite que María Corina Machado se inscriba como candidata ante el CNE precipita el fin del régimen. Equivaldría a entregarle las llaves de Miraflores, la clave del Wi-Fi y el control remoto del estacionamiento. Las elecciones serían un mero trámite y él teme que, en ese escenario, toda la estructura de poder que lo sostiene se desmorone a medida que las lealtades se desplacen de quien manda a quién va a mandar. Ahora tampoco quiere que apoye a un tercero, porque sabe que ella puede trasladar su capital político a otra candidatura y que está dispuesta a hacerlo. En este escenario, Maduro pierde también abrumadoramente.
Eso explica la puesta en escena de Tareck El Aissami esposado. El mensaje no es para la oposición, ni para Estados Unidos, es en clave interna. Para el chavismo. No tiene que ver con una lucha contra la corrupción. Es una advertencia para disciplinar a su propia gente. Que todo el mundo cierre filas. Por algo será.
@PedroBenitez
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