Leticia Núñez (ALN).- El monumento de una de las figuras del toreo más importantes del mundo podría convertirse en chatarra. Fue robada, posiblemente para vender el bronce. Presidía la Maestranza César Girón, en Maracay, la plaza en la que toreó por última vez en América Latina.
Manolete también es víctima de la crisis en Venezuela. La estatua del torero español que impuso un estilo en la tauromaquia mundial fue robada junto a otras obras de la Maestranza César Girón, en la ciudad de Maracay (estado Aragua). Cuentan los amantes de la lidia que Manuel Laureano Rodríguez Sánchez -su verdadero nombre- se arrimó más que nadie al toro y que culminó los pases en redondo. También que “dejó un recuerdo imborrable”, según dice el experto taurino William Cárdenas al diario ALnavío. Un recuerdo que a partir de ahora se limitará a la memoria de cada aficionado. Se cree que el hurto fue para vender el bronce a las recuperadoras de metales.
Tal como informa el periódico venezolano El Siglo, hace unos días se robaron todas las placas de bronce que había en la plaza venezolana, declarada Monumento Histórico Nacional desde 1994. También se sustrajeron las estatuas de Manolete encarando al toro y “La Girondina”, en memoria de César Girón, el torero más importante en la historia de Latinoamérica. Girón salió por la Puerta Grande de la plaza madrileña de Las Ventas en cinco oportunidades y a él se le atribuye la creación de un pase taurino que lleva en su honor el nombre de “girondina”.
Lo cierto es que la desesperación apremia y los ladrones, lejos de ver monumentos y valores artísticos, se centran en los dólares que pueden ganar por cada kilo que vendan tras la fundición del metal. Todo se vende. Todo se puede fundir. El bronce es el nuevo oro.
Así que ahora, la estatua de Manolete, a quien el toro Islero mató en agosto de 1947 en Linares (Jaén), tal vez esté pasando a mejor vida en una fundición en Venezuela. Se derretirán el capote y el traje de luces de alguien que “impuso una forma de torear”, de un diestro que “nos dejó un recuerdo imborrable en América Latina” y cuya presencia en Maracay fue “un auténtico acontecimiento”, según cuenta Cárdenas. Quedarán los monumentos de Madrid, Córdoba y Linares.
Este es el pedestal de la estatua de Manolete que por más de 50 años estuvo en La Maestranza de Maracay. Se la llevaron los vándalos. pic.twitter.com/H1cnj66zEQ
— gregorio salazar (@goyosalazar) 25 de septiembre de 2017
“Manolete ha sido uno de los toreros más importantes, no sólo en España sino en el mundo entero. Su estilo se proyectó muchísimos años después de morir en todos los toreros que le siguieron”, agrega Cárdenas, al tiempo que destaca que la estatua llegó a Venezuela donada por la afición española a la de Maracay. Y es que la Maestranza César Girón, joya del toreo venezolano, fue la última plaza de toros de América Latina donde toreó Manolete antes de la tragedia de Linares.
Se trata, además, de una plaza que fue construida en 1933 “tratando de imitar a la Maestranza de Sevilla” y que, según explica Cárdenas, “está en los albores de lo que fue la construcción de la tauromaquia en Venezuela”. Por eso, recalca: “Cuando Manolete pasó por allí, todo el mundo quería estar presente en esa corrida”.
“Manolete ha sido uno de los toreros más importantes, no sólo en España sino en el mundo entero”
Nada que ver con la situación actual. Ya no se celebran espectáculos taurinos después de que el Juzgado Superior Agrario de Aragua dictara una medida cautelar de protección ambiental en contra del maltrato, tortura y muerte a los toros de lidia.
“Desgraciadamente ha habido algunas decisiones desde algunos tribunales que han provocado que la Feria de San José de Maracay no se celebre desde hace dos años y la plaza está sufriendo las consecuencias del abandono”, dice Cárdenas. Los actos vandálicos de los últimos días también ocurrieron en las áreas de los músicos, la enfermería y los toriles.
No obstante, el experto señala que “hay un movimiento de aficionados que está apostando por el rescate de esta parte de nuestro patrimonio cultural y está trabajando para que la plaza reciba el mantenimiento que merece”. Y es que, al fin y al cabo, se trata de la plaza que vio por última vez a un torero que “se enroscó al toro alrededor de la cintura”, a una figura universal.