Leticia Núñez (ALN).- Ganar altos intereses invirtiendo en divisas digitales como bitcoin ilusionó a campesinos, amas de casa, obreros, comerciantes y artesanos en distintas provincias de Ecuador. Sin embargo, las supuestas ganancias nunca llegaron y su dinero se ha esfumado. Lo han denunciado ante el Movimiento Indígena y Campesino de Cotopaxi, que calcula que hay 1.500 afectados. Desde la asociación aseguran al diario ALnavío que ahora muchos sufren problemas mentales y estrés agudo. Eso por no hablar de las familias destrozadas.
Utilizaron la palabra de Dios. Se hicieron pasar por pastores de la Iglesia en Ecuador y convencieron a campesinos, ganaderos, amas de casa, obreros y artesanos de que invertir en criptomonedas era una bendición del Señor. Dios, les decían, les había iluminado y no podían desaprovechar esta oportunidad que les había enviado. Con los indígenas moldearon su discurso. Que si el Ama Sua, el Ama Llulla y el Ama Quella. Dicho de otra manera: no mentirás, no robarás y no serás ocioso. Ellos, indígenas y mestizos, les confiaron desde 100 hasta 60.000 dólares. Lo poco o lo mucho que tenían ahorrado. Pero ahora, 10 meses después, no han vuelto a saber nada más de su dinero. No han visto ni un solo centavo de las altas rentabilidades que les prometieron.
Los campesinos, artesanos e incluso militares, indignados, han presentado una denuncia por presunta estafa masiva y captación ilegal de dinero a través de plataformas digitales ante el Movimiento Indígena y Campesino de Cotopaxi (MICC), una provincia ecuatoriana eminentemente agrícola, en la que hay unos 300 afectados por la presunta estafa de las criptomonedas. Sumando el resto del país, la asociación eleva la cifra hasta los 1.500 perjudicados.
Entre ellos, destaca el caso de un campesino indígena que necesitaba 7.000 dólares para costearse una operación de corazón. “Como no le daban ningún crédito, es gente pobre, vendió lo poco que tenía para conseguir ese dinero porque le habían dicho que con los 3.000 dólares que tenía en dos meses tendría resuelto el problema de los 7.000”, cuenta al diario ALnavío Leónidas Iza, presidente del MICC. Ha pasado casi un año y no ha recuperado nada. “Perdió ese dinero”, lamenta Iza.
“Los líderes les decían a los hermanos indígenas que el binario les iba a permitir ganar mucha plata”
El campesino se encuentra a la espera de que lo atiendan en un hospital público. La operación está parada. “No tiene recursos”, enfatiza el presidente del movimiento indígena, que califica el tema como “realmente bien jodido”. Otros estaban endeudados de antemano y con la esperanza de pagar tales obligaciones invirtieron en criptomonedas. Quedaron en peores condiciones que antes.
Por eso, la Justicia indígena, legalmente reconocida por la Constitución de Ecuador de 2008, se ha involucrado en el asunto y se encuentra trabajando en un posible acuerdo de cooperación con la Justicia ordinaria para ofrecer una solución a los afectados.
Por ahora, Iza señala que tienen identificados a los líderes que captaron el dinero y que están cooperando porque muchos de ellos también se sienten estafados. La red funcionaba de manera piramidal: a través de una serie de líderes locales, provinciales y nacionales. Todo estaba articulado a nivel internacional a través de la plataforma My Trader Coin, donde en total hay unos 112.000 ecuatorianos registrados, y que ofrece la compraventa de bitcoin.
La entrega del dinero, siempre de forma física –los líderes rechazaban cualquier transacción bancaria-, se hacía después de asistir a unos “talleres motivacionales”, donde les contaban historias de éxito y las bondades de invertir en divisas digitales. Todo ello, cabe recordar, a un público de clase mayoritariamente baja que no había escuchado de criptomonedas nunca antes. Pero ahí estaban los líderes de la citada plataforma para contagiarles la fiebre del bitcoin. “Se aprovecharon de su inocencia”, sostiene Iza.
Una vez convencidos, les pedían que invirtieran. Hay quienes dieron 100, 500 o 1.000 dólares. Pero como les ofrecían ganar una buena base económica, muchos optaron por poner 10.000 dólares. Según Iza, hay casos de personas que dieron 30.000, 50.000 y 60.000 dólares.
La plataforma les ofrecía distintas modalidades de ganancia. Desde obtener 12 dólares diarios si invertían 1.000, hasta el llamado bono directo, con el que ganaban un 5% hasta el cuarto cliente. Después estaba el llamado bono binario. La joya de la Corona. “Les decían que el binario es lo que les iba a permitir ganar mucha plata. Tenían que articular una red grande en la que fueran involucrando a gente. Invito a mi primo, a mi hermano, a mi mamá… Iban metiendo más gente y más gente con el afán de ganar más”, relata Iza.
¿Y después? ¿Cómo recuperarían el dinero? “Cada usuario tenía una página en la plataforma. De la billetera electrónica pasaban el dinero a una tarjeta Visa-Mastercard”, explica Iza. Pero, cuando querían sacar el dinero, el sistema lo impedía. “En el momento de pasar a la billetera, te pasan sólo el saldo que puedes sacar: 100, 120, 200 dólares como máximo. No tienes acceso a más”.
Es ahí donde la gente empezó a sospechar. Después, les cobraban un 25% por cada transacción. Y para remate, cuando se cumplían los 10 meses del contrato, las cuentas se cerraban automáticamente. A partir de ahí, los afectados pusieron denuncias en la justicia ordinaria, pero no vieron respuesta, según Iza. Por ello, el Movimiento Indígena se implicó. También han identificado a algunos testaferros y apuntan al brasileño Andrés Feitosa como presunto cabecilla de My Trader Coin a nivel internacional.
Tampoco pueden acudir a las oficinas donde entregaron el dinero en efectivo. Muchas ya ni siquiera existen. “Operaban tres meses y desaparecían. Cerraban y se iban a otro lugar. Son empresas fantasmas”.
Los afectados han presentado una denuncia por presunta estafa masiva y captación ilegal de dinero
Denuncian que hoy entre el 50% y el 60% de las cuentas están cerradas y que “ninguna de las empresas estaba autorizada para coger dinero de los ciudadanos. Los autorizados para hacer transacciones económicas son los bancos, las cooperativas, las cajas solidarias que están legalmente constituidas para esos fines. Pero aquí habilitaron cualquier oficina, cogieron dinero de manera directa sin autorización. Hay una captación ilegal de recursos”.
A la espera de que Justicia ordinaria e indígena den pasos conjuntos, para Iza la prioridad no es tanto que los estafadores vayan a la cárcel, como que los afectados recuperen una parte de sus recursos para poder seguir trabajando.
No es para menos. No sólo les han robado el dinero. En muchos casos también se han esfumado sus sueños. Y eso, dicen desde el Movimiento Indígena de Cotopaxi, “es destrozar familias”. Están siendo unos meses de auténtica desesperación y las consecuencias se empiezan a notar. Iza detalla que algunos indígenas sufren problemas mentales y estrés agudo.
A esto se agrega un segundo factor: “En las comunidades indígenas, si un familiar invitó a la familia, lógicamente rompió el núcleo familiar. Están culpando al responsable del hogar. Que el primo invitó a la prima, que el hermano invitó al amigo… Hay un problema de desarmonía en la convivencia interna porque, además, el estafado es a su vez estafador”.
El choque entre familias es tal que muchas “no se pueden poner ni siquiera de acuerdo para luchar juntas”. Iza lo tiene claro: “Es un engaño en toda regla”.