Pedro Benítez (ALN).- Los resultados de la elección presidencial del pasado 28 de julio son importantes no solo porque evidencian el fraude, sino también porque son una radiografía política del país. En particular del poder del chavismo (des) gobernante.
Como el Consejo Nacional Electoral (CNE) no ha cumplido con su responsabilidad de presentar las cifras oficiales, solo disponemos de las 25 mil actas electorales divulgadas por la oposición que recogen más del 85% de los sufragios emitidos ese día. Estos datos han sido objeto de análisis (por estados, municipios, parroquias, centros y mesas), por parte de diversas organizaciones o personas expertas en la materia. Al respecto, las cifras, gráficos y comentarios han inundado las redes sociales.
A vuelo de pájaro podemos apreciar que la magnitud de la victoria de Edmundo González (EGU) sobre Nicolas Maduro (37,1%) es la mayor para cualquier elección presidencial venezolana desde 1947; la candidatura oficialista perdió en todos los estados del país y en la abrumadora mayoría de los municipios; la barrida en todos los sectores sociales (si es que este criterio tiene sentido en la Venezuela de hoy) y en todas las regiones de la geografía nacional fue más o menos en las mismas proporciones, aunque más acentuada en centro occidente y un poco más cerrada hacia oriente.
Ventajismo
En el área metropolitana de Caracas, desde El Junquito hasta Filas de Mariche, Maduro ganó en una sola parroquia, Catedral (la más pequeña de todas, donde votan los altos funcionarios), perdió en todos los centros de votación importantes, así como en la mayoría de las bases de misiones. Y eso que a lo largo de los últimos cuatro años el resto del país fue sacrificado, en términos de cortes de electricidad y suministro de gasolina, a fin de exhibir a Caracas como la vitrina por donde se pasea el turismo revolucionario internacional.
De más está decir que sin el ventajismo del Partido/Estado, con sus mecanismos de coacción que le son característicos y sin la arbitrariedad perpetrada en contra de los venezolanos de la diáspora a los que se les negó el derecho al sufragio, la magnitud de su derrota hubiera sido todavía mayor.
Esto nos coloca ante un primer dato objetivo: la tan cacareada maquinaria electoral del Gran Polo Patriótico (GPP) es un mito. No existe.
Importante hito
Para los que sostienen que desde la aprobación de la Constitución de 1999 todas las elecciones efectuadas en el país son fraudulentas, la afirmación anterior es irrelevante. Si es el caso del amable lector, le sugerimos, también con cortesía, que no pierda su tiempo leyendo este texto.
Pero si admitimos lo innegable, que el chavismo, en determinado momento y por diversas circunstancias, despertó un auténtico fervor popular mayoritario en torno al cual edificó una poderosa estructura político/social, el dato anterior nos lleva a concluir que estamos en presencia del derrumbe por etapas de todo un régimen, siendo el 28 de julio un hito importantísimo.
En ese sentido, no hacemos aquí pronósticos. No afirmamos que la salida de Maduro de Miraflores sea un hecho inminente, ni siquiera inevitable. Lo que sí señalamos es lo obvio: el rey está desnudo. Lo sostiene el aparato policial de represión. Más nada.
Votos opositores en el 1X10X7
El día de la elección presidencial le fallaron todos los mecanismos de control social y movilización electoral. Fracasaron el PSUV, más sus partidos satélites (incluida alguna organización seudo evangélica), PDVSA, la CVG, todas las demás empresas e instituciones estatales, así como las gobernaciones, alcaldías, comunas, consejos comunales y la UBCh. Las estructuras territorializadas del oficialismo desaparecieron. Es más, con toda seguridad su 1x10x7 movilizó votos opositores ese día, tal como le ocurrió a la maquinaria adeca en 1998 pero en sentido inverso.
Un solo gobernador oficialista hizo su “trabajo”, Gilberto Pinto Blanco del estado Sucre (Almirante en reserva activa y ex comandante general de la Armada, por cierto). Allí Maduro perdió por solo 2%.
El resto de sus colegas recibieron una auténtica pela electoral, en particular aquellos emblemáticos, siendo el caso más notable Freddy Bernal en Táchira, 62% de diferencia a favor de (EGU); pero no se quedaron muy atrás Rafael Lacava de Carabobo, 42% y Héctor Rodríguez, 33%. El chavismo originario, el heterodoxo y el futuro.
Echar tierra
En ese sentido, el ambiente en el que se desarrolló el encuentro nacional de la Dirección Nacional del PSUV y el (GPP) efectuada el pasado lunes 19 fue bastante revelador. Formalmente consistió en una revisión de las tareas efectuadas y de las pendientes, pero solo faltó repartir café, chocolate y algún consomé. No muy distinto a las caras de circunstancias que resaltaron en la primera reunión que tuvo Maduro con la Sala Electoral del TSJ luego del proceso comicial.
En el citado encuentro participaron los 19 gobernadores de la tolda roja y fue ante ellos que Maduro propuso como meta “ganar los 23 estados en las elecciones de 2025 y por lo menos 300 alcaldías”. Ya sabemos por dónde vienen los tiros. Echar tierra a este asunto y seguir adelante como si nada hubiese pasado. Sin embargo, basta con observar los rostros y la intensidad de los aplausos para discernir que todos saben, que todos saben (sic), lo que pasó aquel el fatídico domingo 28 de julio. Y todos saben que, en una elección, con las mismas condiciones, serían barridos por candidatos opositores. Podrían culpar a Maduro, pero no se atreven. En cambio, ahora ellos son los prescindibles. Ninguno tiene nada que aportar en el sostenimiento del presidente. La fuente del poder proviene exclusivamente de las bayonetas.
Maduro cree que de alguna manera saldrá de esta
En el acuerdo entre civiles y militares sobre los cuales se ha sostenido el régimen sociopolítico instaurado a partir de 1999, los primeros han liquidado todo su capital. O al menos son socios muy minoritarios. Hasta ahora aportaban cierta legitimidad y orden social, mientras los segundos aseguraban la estabilidad.
Esa es una razón por la cual no pueden aceptar repetir la elección presidencial, con ciertas condiciones implicaría una catástrofe electoral todavía peor.
Seguramente confiado en su buena estrella de apostador, Maduro cree que de alguna manera saldrá de esta y conseguirá recomponer la situación. No obstante, tal como hemos visto, nada de lo que ha hecho le ha permitido ganarse el favor mayoritario de los venezolanos. Por el contrario, desconocer el resultado de las urnas ha sido una decisión que la sociedad más temprano que tarde le va a cobrar a él y al PSUV. Sin embargo, también debe saber que, con todo eso, también fracasó una política; es decir, es el fracaso de Jorge Rodríguez. El otro gran derrotado.
Pero ese ajuste de cuentas ya llegará, es imposible saber el cuándo y el cómo. Por ahora se está aplicando la estrategia del castrismo cubano: resistir. No importa lo que diga el resto del planeta ni los antiguos amigos y aliados. Desmoralizar a la sociedad inconforme y apoyarse en el aparato militar-policial, es fundamental en este momento. También lo es suprimir cualquier atisbo de duda o intento de autocrítica a lo interno de la elite. Todos alineados en el proceso de hundimiento colectivo.