Pedro Benítez (ALN).- Los más entusiastas defensores del modelo económico peruano siempre han temido que ocurriera algo que lo echara todo a perder, como por ejemplo un probable giro político antimercado que no termina de ocurrir. Pero la mayor amenaza es otra: la naturaleza. Un crecimiento económico constante desde el inicio del siglo, solo interrumpido por la recesión de 2009, para inmediatamente proseguir su ascenso. La drástica caída de la pobreza en el mismo periodo, incluso por encima en términos porcentuales de Brasil. El florecimiento de nuevas empresas nacionales. La llegada entusiasta de inversiones extranjeras. Un gasto fiscal prudente con la mejora de la proporción de su deuda pública con respecto al PIB. La transformación (para mejor) de sus principales ciudades. Indicadores sociales y sanitarios en franca mejoría. Estos y otros datos han hecho que Perú haya desplazado a Chile en la última década como el ejemplo a seguir de las economías latinoamericanas.
Pero como suele ocurrir muy a menudo en la región, todo puede ser efímero. El fenómeno de “El Niño Costero”, que ha venido afectando a ese país desde inicios de año, ya está sometiendo a una dura prueba la solidez del alabado modelo económico peruano y de sus instituciones democráticas.
No es la primera vez que esto ocurre, pues Perú tiene una larga historia de desastres naturales provocados por su compleja orografía y su ubicación geográfica.
Los desastres de 1983 afectaron seriamente la por entonces débil economía peruana
En 1983 y 1998 el fenómeno denominado El Niño arrasó con buena parte del país y en esas dos ocasiones tuvo consecuencias primero económicas y luego políticas. Los desastres de 1983 afectaron seriamente la por entonces débil economía peruana (los daños económicos superaron los 2.000 millones de dólares), terminando por agotar el crédito político del presidente Fernando Belaúnde Terry y pavimentando el arrollador primer triunfo electoral de Alan García y el partido aprista.
El ciclo natural se repitió en 1998 junto con la crisis económica asiática de ese año, y esas dos circunstancias socavaron el apoyo público a un nuevo intento de reelección por parte de Alberto Fujimori de cara al decisivo año 2000.
Los nubarrones de Pedro Pablo Kuczynski
Hoy Perú está lejos de un nuevo compromiso electoral nacional, pues el mandato del presidente Pedro Pablo Kuczynski comenzó en julio pasado y dura hasta el 2021, pero la diatriba pública provocada por el desastre natural (como el enfrentamiento del presidente con el alcalde Lima, Luis Castañeda) comienza a afectarlo políticamente.
PPK, como lo llaman los medios y los peruanos en general, comenzó su mandato con expectativas muy positivas por el buen estado de la economía y por ser ésa su área de experticia profesional. El país parecía estar en manos prudentes luego de haber derrotado en segunda vuelta a Keiko Fujimori.
Sin embargo, los nubarrones iniciales se asomaron en la constitución del Congreso. Allí el fujimorismo es clara mayoría con 78 de los 130 asientos. El partido del presidente tiene apenas 18 curules, por detrás de los que tiene el izquierdista Frente Amplio. De modo que el Ejecutivo peruano está obligado a negociar en cada paso y bajo vigilancia (para nada complaciente) de la oposición.
A eso hay que sumarle las secuelas del megaescándalo Odebrecht, reforzado por la tradicional desconfianza de los peruanos hacia sus políticos.
Con ese cuadro político a sus espaldas PPK tiene que enfrentar las consecuencias de un desastre natural que, según los cálculos más optimistas, ya le ha costado a Perú 0,3 puntos en el crecimiento esperado de su PIB para este año y con el Banco Central de Reserva comprando 143 millones de dólares en el mercado cambiario para atenuar la devaluación del sol, la moneda nacional.
Además, y hasta ahora, el Centro de Operaciones de Emergencia Nacional (COEN) estima en 100.000 el número de damnificados a nivel nacional y en más de 600.000 los afectados. Esto incluye 79 fallecidos y 24.000 niños sin hogar y en peligro de contraer enfermedades.
La infraestructura del país también ha resultado seriamente dañada con el colapso de importantes vías que comunican el territorio, como el puente Virú que ha dejado parcialmente incomunicada la costa norte.
El ciclo natural se repitió en 1998 junto con la crisis económica asiática
Trujillo, la capital del departamento de La Libertad, la ciudad más poblada del norte de Perú y la tercera más poblada del país, ha sido muy afectada por las impresionantes riadas de piedras y lodo.
La importante producción agrícola para exportación está en el norte, la zona que ha sido más golpeada.
Todo esto deja a Perú con un cuadro muy complejo pero en condiciones mucho mejores que en décadas anteriores. Aunque el ritmo del crecimiento económico ha perdido fuerza, alcanzó un 3,9% en 2016, frente a un 3,3% en 2015, y el país dispone de 1.730 millones de dólares de superávit en su balanza comercial.
Pedro Benítez es historiador y profesor de la Universidad Central de Venezuela.
Eso y la buena imagen que tienen los mercados financieros internacionales de sus cuentas públicas le facilitan el acceso a los créditos que necesite para enfrentar el desastre natural.
En realidad los problemas no van por allí, sino por el desempeño institucional, la confianza de los peruanos en su sistema político y por el revés que todo esto implica para un país que todavía, pese a sus éxitos, sigue luchando contra la pobreza.